«Hay que lanzarse a actuar» - Alfa y Omega

«Hay que lanzarse a actuar»

Tocaba mojarse. Ante la situación de incertidumbre que atraviesa España, la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) tenía claro que debía reencontrarse con su mejor tradición de compromiso político. Este es el resumen del XVII Congreso Católicos y Vida Pública

Ricardo Benjumea

Los propagandistas no se plantean la creación de un partido católico (hay católicos legítimamente dispersos en todos los ámbitos del espectro político), a diferencia de los turbulentos años de la II República, cuando Ángel Herrera fundó Acción Nacional para la «salvación político-social de España». Ni siquiera son tiempos para un nuevo Grupo Tácito, como el que crearon varios propagandistas para facilitar la concordia entre los españoles durante la Transición. Los jóvenes de esos años —decía el domingo el periodista de COPE Carlos Herrera en la clausura del congreso— tenían la conciencia épica de ser protagonistas de un acontecimiento histórico. Si algo faltaba entonces no era la pasión, a diferencia de los tiempos actuales, marcados por «la desesperanza y el pesimismo», según constata el manifiesto de esta XVII edición de Católicos y Vida Pública, dedicada al tema Construir la democracia: responsabilidad y bien común.

El documento final del congreso, celebrado en el campus de Montepríncipe de la Universidad CEU San Pablo, pide superar toda sensación de derrotismo. «Los católicos no podemos ser meros espectadores ante los acontecimientos políticos. Queremos abandonar las lamentaciones inútiles y las zonas de confort para asumir nuestra misión irrenunciable en la vida pública», se lee en el texto.

«La política en España necesita de los católicos, nos necesita», afirmaba Carlos Romero en la tarde del viernes 13 de noviembre, en los primeros compases del congreso. En las 16 ediciones anteriores de Católicos y Vida Pública, nunca un presidente de la ACdP había tenido a su cargo la ponencia inaugural, lo que reforzó esta vez la excepcionalidad del llamamiento a la acción.

Hacen falta católicos en la vida pública española para renovar la democracia y «los partidos políticos», para «fortalecer la sociedad civil» y para defender «la dignidad de la persona y la cultura de la vida», decía Romero. Es necesario recuperar el prestigio de esta actividad, que la Iglesia considera, «entre todas las actividades seculares, una de las más nobles». No dar hoy un paso al frente puede suponer dejar el terreno libre para «el populismo y el nacionalismo exacerbado».

Lo primero, la coherencia

Hay que comprometerse. El cómo es ya otra historia. Muchos de los ponentes animaron a la afiliación en partidos o sindicatos. Carlos Herrera reivindicó la honorabilidad de la mayoría de los políticos que, frente al «convencimiento generalizado, muy de barra de bar», ni mucho menos son todos «unos mediocres y unos trincones».

El catedrático de la Universidad de Valencia Agustín Domingo Moratalla sugirió la conveniencia de apostar hoy más bien por una presencia pública a través de las distintas obras sociales de la Iglesia. Junto a él, Juan María Laboa, catedrático de la Universidad Gregoriana de Roma, pidió dejar a un lado «nuestras preocupaciones eclesiales» para salir al encuentro del hombre de hoy, «sin distinción», con sus «angustias y esperanzas». Y se preguntó hasta dónde llega la coherencia del católico ante temas como la pobreza, que exigirían de nosotros un estilo de vida mucho más austero para que otros millones de personas alcancen a tener lo suficiente para sobrevivir.

El nuncio del Papa, monseñor Renzo Fratini, había insistido también en la importancia de la coherencia, ya que, «en la vida de un católico, no puede hacer compartimentos estancos». Junto a él, el arzobispo electo de Burgos y consiliario de la ACdP, monseñor Fidel Herráez, subrayó que la finalidad del Congreso Católicos y Vida Pública es «darnos espacios de encuentro para romper el dualismo que con demasiada frecuencia vivimos entre la fe, que se vive de forma privada, y las distintas esferas de la vida pública en que los católicos nos debemos implicar». «Una auténtica fe —añadió citando a Francisco— implica el deseo de cambiar el mundo».

Monseñor Fidel Herráez cerró su intervención con unas palabras pronunciadas por el siervo de Dios Ángel Herrera Oria el 30 de septiembre de 1949: «No es la hora de los pusilánimes, como tampoco lo es de los retóricos o sofistas. No está planteada la lucha en los salones o en los cenáculos, sino en el ágora. No son días para planear, discutir o proyectar tranquilamente en torno a una mesa. Hay que lanzarse a actuar, con prudencia, mas con un espíritu audaz, a lo divino. Hay que salir decididos a alta mar, aunque la mar esté alborotada y tempestuosa, y arrojar allí la red, en nombre del Maestro, con la plena confianza de que los frutos superarán con mucho nuestro esfuerzo y nuestra esperanza».