Benedicto XVI y los jóvenes: «Cristo es la Verdad que buscáis» - Alfa y Omega

Benedicto XVI y los jóvenes: «Cristo es la Verdad que buscáis»

Después de morir Juan Pablo II, el creador de las Jornadas Mundiales de la Juventud, muchos, sobre todo en el Vaticano, se preguntaban si Benedicto XVI continuaría organizando y participando en este tipo de acontecimientos que han marcado la fisonomía de la Iglesia católica de finales de siglo e inicios del milenio. El Papa teólogo y profesor preferiría quizá otros estrados y encuentros más íntimos, menos masivos. No faltaban quienes advertían de que el nuevo obispo de Roma no tendría la misma capacidad de convocatoria entre los jóvenes

Jesús Colina. Roma

En el Vaticano, todos están convencidos hoy de que la historia de Benedicto XVI con las Jornadas Mundiales de la Juventud comienza cuatro días antes de su primera cita de estas características, la celebrada en Colonia, en agosto de 2005. Antes de emprender ese maratón, que providencialmente se celebraba en su tierra, por decisión de su predecesor, el Papa llamó al responsable del programa alemán de Radio Vaticano, el padre Eberhard von Gemmingen, para conceder la primera entrevista de su pontificado. Y en esa entrevista despejó las dudas, explicando por qué ha decidido apostar por las Jornadas, como hizo Juan Pablo II. «Quisiera mostrar a los jóvenes lo hermoso que es ser cristiano -dijo-, ya que existe la idea difundida de que los cristianos deben observar un inmenso número de mandamientos, prohibiciones, principios, etc., y que, por tanto, el cristianismo es, según esta idea, algo que cansa y oprime la vida y que se es más libre sin todos estos lastres». Y añadía: «Quisiera, en cambio, resaltar que ser sostenidos por un gran Amor y por una revelación no es una carga, sino que te da alas, y que es hermoso ser cristianos. Esta experiencia nos da amplitud pero, sobre todo, nos da comunidad, el saber que, como cristianos, no estamos jamás solos: en primer lugar, encontramos a Dios, que está siempre con nosotros; y después nosotros, entre nosotros, formamos siempre una gran comunidad, una comunidad en camino, que tiene un proyecto de futuro: todo esto hace que vivamos una vida que vale la pena vivir. El gozo de ser cristianos, que es también hermoso y justo creer».

El secreto

El resto de la historia de Benedicto XVI y los jóvenes ya la conocemos, y en Madrid se escribirá, en los próximos días, el siguiente capítulo. En Colonia, más de un millón de jóvenes llenaron la explanada de Marienfeld, en el encuentro conclusivo, el 21 de agosto. Luego llegó la etapa de Sídney, donde, en uno de los países más secularizados del mundo y en un continente con una pequeñísima presencia católica, convocó a medio millón de chicos y chicas, en el hipódromo de Randwick, el 20 de julio de 2008.

¿Dónde está el secreto de este éxito de encuentros entre el Papa y los jóvenes, que se ha repetido en los países que ha ido visitando en estos seis años de pontificado? La clave está en que Benedicto XVI no presenta una ideología, ni una moral, anuncia a una persona, Cristo vivo, el único que puede redimir.

En París, al reunirse con los jóvenes en la catedral de Notre-Dame, el 12 de septiembre de 2008, reconocía: «Todos buscáis amar y ser amados. Tenéis que volver a Dios para aprender a amar y para tener la fuerza de amar. El Espíritu, que es Amor, puede abrir vuestros corazones para recibir el don del amor auténtico. Todos buscáis la verdad y queréis vivir de ella. Cristo es esta verdad. Él es el único Camino, la única Verdad y la verdadera Vida».

El Papa ha recordado a los jóvenes que seguir a Jesús no es renunciar a la libertad, sino dar «el gran a la verdadera vida»

La Iglesia no es liberticida

Uno de los motivos principales por los que los jóvenes no se acercan a la Iglesia es porque, con frecuencia, ven en ella un conjunto de prohibiciones. La Iglesia es vista como liberticida. Con los jóvenes de Roma ha mantenido encuentros memorables, que en ocasiones se han convertido en sesiones de preguntas y respuestas, como la del 25 de marzo de 2010, en las que ha aclarado este prejuicio: «Los diez mandamientos son sólo una especificación del mandamiento del amor. Son, por decirlo así, reglas del amor, indican el camino del amor con estos puntos esenciales: la familia, como fundamento de la sociedad; la vida, que es preciso respetar como don de Dios; el orden de la sexualidad, de la relación entre un hombre y una mujer; el orden social y, finalmente, la verdad. Estos elementos esenciales especifican el camino del amor, explicitan cómo amar realmente y cómo encontrar el camino recto».

Una opción por vivir

En el fondo, lo que en estos años Benedicto XVI ha enseñado a los jóvenes, como buen profesor, es que seguir a Jesús no significa renunciar a la libertad; al contrario, significa hacer la auténtica opción por la vida. En realidad, lo que les pide es renunciar al abuso de la libertad, cuando inmola el respeto de uno mismo o del otro al éxtasis efímero de la droga, del alcohol, de relaciones humanas de usar y tirar. «Todas estas cosas, en un primer momento, parecen actos de libertad, pero en realidad no son actos de libertad, sino el inicio de una esclavitud cada vez más insuperable -les decía, en esa ocasión, el Papa a los jóvenes romanos-. Lograr renunciar a la tentación del momento, avanzar hacia el bien crea la verdadera libertad y hace que la vida sea valiosa. En este sentido, me parece, debemos ver que, sin un No a ciertas cosas, no crece el gran a la verdadera vida, como la vemos en las figuras de los santos».

En este sentido, los encuentros que en los diferentes continentes Benedicto XVI ha mantenido con jóvenes se han convertido en la superación del gran malentendido que en los últimos cincuenta años ha alejado de la Iglesia a generaciones de jóvenes. Erróneamente, aún hoy, se presenta o percibe el cristianismo como algo pasado de moda, envejecido, o como el lugar al que recurrir cuando la desilusión o el fracaso llaman a la puerta.

En su primer encuentro de Colonia, dijo a los jóvenes: «Se puede criticar mucho a la Iglesia. Lo sabemos, y el Señor nos lo dijo: es una red con peces buenos y malos, un campo con trigo y cizaña», reconoció. Y, sorprendentemente, añadía: «En el fondo, consuela que exista la cizaña en la Iglesia. Así, no obstante todos nuestros defectos, podemos esperar estar aún entre los que siguen a Jesús, que ha llamado precisamente a los pecadores».

Una familia como el mundo

A continuación, pasó a presentar la Iglesia «como una familia humana, pero es también al mismo tiempo la gran familia de Dios, mediante la cual Él establece un espacio de comunión y unidad en todos los continentes, culturas y naciones. Por eso nos alegramos de pertenecer a esta gran familia que vemos aquí; de tener hermanos y amigos en todo el mundo».

Y éste es quizá el motivo del gran éxito de las Jornadas Mundiales. En Madrid, como hizo en Colonia y Sídney, «experimentamos lo hermoso que es pertenecer a una familia tan grande como el mundo, que comprende el cielo y la tierra, el pasado, el presente y el futuro de todas las partes de la tierra. En esta gran comitiva de peregrinos, caminamos junto con Cristo, caminamos con la estrella que ilumina la Historia».

Verdad, no populismo

En Colonia, Sídney, en Roma, Loreto, París, en Estados Unidos, Gran Bretaña, los encuentros con los jóvenes han permitido descubrir el verdadero talante de Benedicto XVI, que tiene tres dimensiones. Ante todo, enseña con la verdad, no con el populismo. Cuántos conciertos rock han comenzado con esa expresión vacía de la estrella del momento: I love you. Cuántos mítines han comenzado con el candidato político alabando el compromiso de jóvenes que probablemente están ausentes. Caer en el populismo, como muestra la publicidad, cuando un comunicador se dirige a los jóvenes, es demasiado tentador.

Benedicto XVI, como hizo ya Juan Pablo II, ha mostrado siempre a los jóvenes un horizonte exigente, una propuesta de vida comprometedora, en una sociedad que huye del compromiso y la fidelidad. Y la presencia de los jóvenes en Colonia, Sídney o Madrid demuestra que los jóvenes no tienen miedo de la exigencia o del compromiso. Lo que realmente no soportan es el engaño o la mediocridad.

Los jóvenes son adultos

En segundo lugar, algo que impresiona de los encuentros de este Papa con los jóvenes, es la manera en que los trata. En sus encuentros con ellos, siempre los ha tomado por lo que son, auténticos adultos. Sus discursos no son facilones. Están articulados, y no tiene miedo a denunciar modas o el pensamiento único que quizá les seduce. Evita organizar con los jóvenes conciertos de música ligera, o simples espectáculos. Sabe que son jóvenes, que su inteligencia es de adultos. Les ha propuesto momentos de adoración al Santísimo, sesiones para prepararse a recibir el sacramento de la Confesión personalmente ante el sacerdote, sesiones de preguntas y respuestas… La celebración de la Misa, que suele culminar sus encuentros, no cae en recursos superficiales, sino que siempre preside con un estilo, una música, y un rito que impresiona por el profundo respeto.

Ratzinger no es un actor

Pero lo que más impresiona del estilo de Joseph Ratzinger con los jóvenes es que, con ellos, sigue siendo el profesor que fue durante toda su vida. Con ellos no actúa como un actor de cine, se presenta con su timidez, su agudeza mental y su ligera sonrisa. No busca ser lo que no es. Y esta autenticidad convence a los jóvenes que no vienen a verle a él, sino a quien representa, a Cristo, y su mensaje de salvación. Benedicto XVI no es la estrella de estos encuentros y no quiere serlo. Para los periodistas no siempre es fácil esta convicción del Papa, pues esperaríamos de él algún gesto llamativo para llenar los telediarios o ilustrar primeras páginas. El Papa Ratzinger, al final de cada uno de esos encuentros, siempre acaba poniendo en el centro de la escena a Jesús. Y esto, los jóvenes lo comprenden al vuelo.

No una meta, sino un inicio

Con este talante de este Papa, se puede comprender mejor lo que él busca en Madrid. Cuando iba en el avión que le llevaba a Sídney, aclaró a los periodistas que «una Jornada Mundial de la Juventud no es simplemente un acontecimiento de este momento: se prepara a lo largo de un largo camino con la Cruz y con el icono de la Virgen. Se prepara, asimismo, desde el punto de vista de la organización; y también hay una preparación espiritual. Por tanto, estos días son sólo el momento culminante de un largo camino precedente. Todo es fruto de un camino, de ponernos juntos en camino hacia Cristo. La Jornada Mundial de la Juventud, además, crea una historia, es decir, se crean amistades, se crean nuevas inspiraciones: así la Jornada Mundial de la Juventud continúa».

Una nueva forma de caminar

Y concluía: «Esto me parece muy importante: no sólo hay que ver estos tres o cuatro días; hay que ver todo el camino que precede y el que sigue. En este sentido, me parece que la Jornada Mundial de la Juventud, al menos para nuestro futuro próximo, es una fórmula válida que nos ayuda a comprender que, desde diferentes puntos de vista y desde diversas partes de la tierra, avanzamos hacia Cristo y hacia la comunión. Así aprendemos una nueva forma de caminar juntos».