Hondura y exigencia - Alfa y Omega

Hondura y exigencia

El Santo Padre ha tenido una relación estrecha con los jóvenes de Madrid en dos ocasiones: una, con motivo de la Misión Joven en 2007; la segunda, con ocasión de la entrega de la Cruz y el Icono de la Virgen de las JMJ. Los jóvenes madrileños, a su vez, escucharon del Papa sus sinceras palabras que, como pastor de la Iglesia universal, les dirigió en estas dos peregrinaciones

Redacción

Los que estamos, de algún modo, acompañando a los jóvenes, lo hacemos con mucha ilusión y entrega. Nos extraña, en ocasiones, que la visión que se tiene de la juventud actual tenga rasgos de pesimismo. También nos preocupa el entorno cultural, social y político en el que crecen y se mueven, las dificultades que encuentran en la capacitación profesional, en el acceso a la vivienda y, como consecuencia, la tardía edad en que contraen el compromiso matrimonial. A veces, andamos algo o muy desorientados a la hora de proponer la belleza de Dios, el seguimiento de Jesucristo, la vida de la Iglesia, la oración, la capacidad de los jóvenes para encontrarse con Dios.

Pues bien, hemos encontrado maestros de los jóvenes en los Papas de la JMJ: Juan Pablo II y Benedicto XVI. Este último, con el que se han encontrado los jóvenes en estos últimos años, se dirige a ellos con hondura y un lenguaje cercano, entrañable y exigente. En las dos ocasiones que los jóvenes madrileños han estado con el actual Pontífice, he podido observar cómo reciben los jóvenes las palabras del Papa, y aquellos que, habiéndose encontrado ya con Jesucristo, necesitan más porque son capaces de entregarse más.

Las palabras de Benedicto XVI, con motivo de la Misión Joven, de Madrid, en 2007, son orientadoras: «Como jóvenes, estáis por decidir vuestro futuro. Hacedlo a luz de Cristo; preguntadle: ¿Qué quieres de mí? Y seguid la senda que Él os indique con generosidad y confianza, sabiendo que, como bautizados, todos sin distinción estamos llamados a la santidad y a ser miembros vivos de la Iglesia en cualquier forma de vida que nos corresponda». Estas palabras me recuerdan aquellas otras que él mismo refleja de su propia experiencia juvenil, ante la llamada de Dios al sacerdocio, cuando dice: «Si Dios me quiere sacerdote, me dará la fuerza para llegar hasta el final». La confianza en el Señor experimentada por el Papa es el refrendo a su propuesta. Su palabra es testimonio autorizado. No es una teoría: es realidad y por eso les dice que se relacionen personalmente con el Señor: «No dejéis de cultivar vosotros mismos el encuentro personal con Cristo, de tenerlo siempre en el centro de vuestro corazón, pues así toda vuestra vida se convertirá en misión; dejaréis trasparentar al Cristo que vive en vosotros».

Ahora bien, el Papa sabe que el camino emprendido por los jóvenes es un recorrido que conlleva dificultades cuando se es fiel a la llamada. El camino de los jóvenes católicos lleva al encuentro con la Cruz. Por eso, estando atentos a las palabras de Benedicto XVI, descubrimos la claridad de la propuesta cristiana: «Descubrir en la Cruz la medida infinita del amor de Cristo, y poder decir así, como san Pablo: Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí». Y en otro momento les invita a «abrazar y adorar la cruz del Señor, hacerla nuestra, aceptar su peso, como el Cirineo, para participar en lo único que puede redimir a toda la Humanidad. Haceos cada vez más dignos de ella y jamás os avergoncéis de este signo supremo de amor».