En primera línea de la evangelización - Alfa y Omega

En primera línea de la evangelización

Una novedad de la próxima Jornada Mundial de la Juventud será el encuentro del Papa con religiosas, muchas de ellas de clausura, a menudo con historias de vocación muy vinculadas a alguna Jornada. Su contribución en la preparación de Madrid 2011 ha sido decisiva, sobre todo desde que el cardenal Rouco les escribió para pedirles oraciones. Escribe el Vicario episcopal para la Vida Consagrada de la archidiócesis de Madrid

Joaquín Martín Abad
Benedicto XVI bendice a la comunidad de clarisas de Asís, en la basílica de Santa Clara, en 2007

Al comienzo del curso 2009, cuando empezaba formalmente la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud 2011 con el Papa, el cardenal Rouco, arzobispo de Madrid, y como Presidente de la Conferencia Episcopal Española, escribía una carta a todos los monasterios de monjas de vida contemplativa de la Iglesia en España para pedirles su oración como trabajo preparatorio. Les decía: «Me dirijo a su comunidad para pedir oraciones. Porque en la Iglesia la oración contemplativa precede a la acción apostólica y pastoral. Y ustedes, las monjas de clausura, pueden participar de un modo realmente eficaz desde su monasterio, con la oración incesante ante el Señor. De este modo, la presencia del Santo Padre Benedicto XVI, acompañado de un número considerable de obispos de la Iglesia universal, servirá para un seguimiento más fiel al Señor del más de un millón de jóvenes de todo el mundo que, sin duda, participarán y para los jóvenes que, aunque no puedan acudir, esta experiencia de gracia pueda tocarles también el corazón».

En adoración al Santísimo…

La experiencia de la Cruz

Les anunciaba, también, que la Cruz de la JMJ y el Icono de la Virgen iban a recorrer las distintas diócesis de España, y que podrían solicitar a su respectivo obispo diocesano que la Cruz y el Icono entraran y recalaran por un tiempo en su monasterio. Y así ha sucedido. En muchos monasterios, la Cruz y el Icono han pasado la noche, y las monjas los han velado en oración, de tal forma que, entre los millones de besos que ha recibido en estos 26 años pasados, están también los silenciosos y escondidos de miles de monjas de clausura.

Acariciar la Cruz con la mirada y postrarse en oración ante el Icono, ha remitido a las monjas de vida contemplativa al mismo Señor en Getsemaní y en el Calvario, y al ser Cruz sola y desnuda, también a la resurrección del Señor. Al mismo tiempo, por un lado, se han unido al Papa, al Beato Juan Pablo II, que la entregó en 1985 a los jóvenes, y al Papa Benedicto XVI, quien continúa esta experiencia de pastoral universal de la JMJ por los dos hemisferios, desde el nuestro hasta, la última vez, en las antípodas; y, por otro lado, a los jóvenes de los cinco continentes, que tienen la oportunidad de encontrarse con Jesucristo en la Iglesia y de responder generosamente a la llamada. También a las vocaciones de especial consagración, que el Señor no deja de dirigir en cada generación a los y a las jóvenes en un seguimiento cada vez más de cerca, como Santa María y el discípulo fiel y las mujeres que estuvieron al pie de la Cruz, y junto a las manos y el costado abierto del Resucitado. Cuando esta Cruz salía de su monasterio, más de una monja lloraba de alegría y de consuelo, pero a la vez de nostalgia, como si se le llevaran algo suyo, pues en su vida contemplativa todas y cada una se asocian a la pasión del Señor para unir su entrega a su Cruz redentora para la salvación del mundo.

Esclavas del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, en su convento de Cuenca

Las jóvenes religiosas, con el Papa

No sabían entonces, las jóvenes que son monjas de clausura, que, Dios mediante, el próximo día 19, Benedicto XVI va a tener un encuentro con ellas y con otras jóvenes que son religiosas de Institutos que llamamos de vida activa. Para las que son jóvenes religiosas de clausura, seguramente ésta será la ocasión única de su vida de poder estar cerca del Santo Padre.

Si en otras Jornadas anteriores el Papa, además de los actos y celebraciones ya clásicas, se encontraba con candidatos al sacerdocio, de seminarios diocesanos y de casas de formación de religiosos, en ésta JMJ se ha introducido una novedad, la del encuentro, en el Patio de los Reyes del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, con jóvenes que son religiosas. Tanto por el encuentro gozoso y mutuo de ellas con el Santo Padre, como por poner delante de las jóvenes de todo el mundo lo que significa la vida consagrada femenina en la Iglesia.

Porque muchas religiosas de cincuenta años para abajo, y no sólo de España, reconocen que el aldabonazo inicial o final de la llamada del Señor lo recibieron en una de las JMJ. Hay una generación de consagradas, de consagrados y de sacerdotes, que recibieron el inicio o el fogueo de su vocación en algunas de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Y también es de esperar que pase, porque pasa el Señor por sus corazones, en esta nueva edición.

Coser y rezar, y repartir trigo

La mayoría de monasterios de monjas de clausura se han apuntado a la iniciativa Coser y cantar, como muchas otras señoras en sus casas. Se trata de coser y regalar casullas, albas, estolas, cíngulos y amitos, manteles y corporales, purificadores y manutergios, palias e hijuelas, ofreciéndolas al Santo Padre.

Todo ello tiene como destino enviarlo seguidamente a las misiones y a parroquias necesitadas como recuerdo de la presencia del Papa en la JMJ 2011 de Madrid.

Las monjas, cuando cosían, a la vez rezaban en la sala de labor, que cantar ya cantan en el coro. Así que, en los monasterios, no ha sido Coser y cantar, sino coser y rezar.

También muchos monasterios han enviado una aportación económica para colaborar con los gastos de la organización de la JMJ. Si se suele decir que es más fácil predicar que repartir trigo, las monjas no sólo han rezado y se han sacrificado por los frutos espirituales de la JMJ, sino que también han detraído de su pobreza cuanto han podido para, como dice san Pablo del Señor: para enriquecernos con su pobreza (véase 2 Cor 8, 9) y tener parte espiritual y material, eficaz, en la organización y desarrollo de la JMJ.

Más que los vasos comunicantes

A veces se ha querido explicar la comunión de los santos con la teoría y práctica de los vasos comunicantes. Ya se sabe. Un conjunto de recipientes que están comunicados entre ellos en su parte inferior y recibe uno de ellos un líquido homogéneo, cuando el líquido alcanza el reposo, se logra el mismo nivel en todos los recipientes aunque sean de distinta forma o volumen. Pero el principio de Pascal y la hidrostática se quedan cortos si se aplican a la comunión de los santos. Porque no es que los distintos miembros de la Iglesia (militante, triunfante y purgante), y también entra la militante, estén comunicados por su parte inferior, sino que están comunicados -como cuerpo total de Cristo- en el mismo Sagrado Corazón de Jesús. Y porque la gracia de Dios, que naturalmente no es líquida, no sólo se reparte equitativamente, sino que incluso se nos multiplica con una medida generosa, colmada, remecida, rebosante (véase Lc 6, 38), cuando, por ejemplo, los monjes y monjas de vida contemplativa en su oración y trabajo, en su sacrificio y entrega, no sólo ofrecen, sino que se ofrecen por todos nosotros.

Una joven monja de clausura, y santa, Teresa del Niño Jesús, lo experimentó y lo describió así: «Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno. Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado».

Estamos bien seguros de que las monjas de clausura, de España y de todo el mundo, que participen o que no puedan acudir al próximo encuentro con el Papa, lo vivirán -como lo viven todo- desde el Corazón de Cristo y el Corazón Inmaculado de María, en el corazón de la Iglesia.

J. M. A.