PwC y la desmundanización de la Iglesia - Alfa y Omega

PwC y la desmundanización de la Iglesia

Lo primero es la conversión de los corazones, pero si el diseño de las estructuras es el adecuado, la corrupción provocará menos estragos

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Foto: CNS

El nuevo escándalo de filtraciones en el Vaticano ha reafirmado al Papa en su decisión de seguir adelante con un proceso de reformas que tiene dos vertientes distintas pero complementarias. Si por un lado Francisco busca la purificación y desmundanización de la Iglesia, por otro quiere incorporar a la gestión de sus bienes y estructuras burocráticas las mejores prácticas de la empresa y de la administración, para lo cual ha pedido consejo a las principales consultoras mundiales.

El Papa ha insistido en que la verdadera reforma que impulsa es la de las actitudes, las mentalidades, los corazones. Sin conversión, el mejor plan de evangelización no sería más que marketing. Pero anteponer a Dios no exime de cumplir –más bien al contrario– las buenas normas de conducta de los hombres. En lo que respecta a los dineros, conviene recordar que los escándalos, muchas veces, no se han debido a prácticas corruptas, sino a la falta de la capacitación técnica, que lleva a invertir en productos inadecuados o a no registrar correctamente los donativos.

La reforma que Francisco impulsa no es muy distinta a la que promueve desde hace tiempo la Iglesia en España. La Conferencia Episcopal somete cada año sus cuentas a auditorías externas para presentarlas ante la opinión pública con la máxima transparencia. En la diócesis de Madrid, los párrocos y los ecónomos parroquiales reciben estos días de la consultora PwC formación en buenas prácticas de administración y gestión, que se extenderán desde el Arzobispado hasta el último rincón de la diócesis.

Puede que la solución a veces no pase tanto por capacitar a los párrocos para hacer ellos mismos determinadas labores como por buscar a los seglares adecuados. Para poder dedicarse «a la oración y al ministerio de la Palabra» –cuenta el libro de los Hechos–, los Doce instituyeron el diaconado, delegando en personas capacitadas tareas de la gestión ordinaria. Naturalmente, incluso con los mejores expertos siempre habrá resquicios para que el mal se infiltre en el corazón humano y en el interior de la Iglesia. La gran reforma necesaria es y será siempre la de los corazones, pero si el diseño de las estructuras es el adecuado, el estropicio de los corruptos será menor.