Minas Gerais - Alfa y Omega

Minas Gerais

Rosa Cuervas-Mons
Foto: EFE/Antonio Lacerda

Cuando el Papa Francisco publicó la encíclica Laudato si, llamada por muchos la encíclica ecologista, quedó claro, por si no lo estaba ya, que la preocupación por la naturaleza no es exclusiva de quienes lloran la desaparición de la cotorra de las Carolinas mientras asisten imperturbables –e incluso favorables– al crimen del aborto a lo largo y ancho del planeta. No. Se puede ser católico y [se debe ser] ecologista.

Por eso traigo a esta página la imagen de la desolación tras el vertido de un río de lodo y desechos en la región minera de Minas Gerais (Brasil), que ha dejado ya cuatro muertos –y subiendo, porque los equipos de rescate no buscan ya supervivientes, sino cuerpos– y varios pueblos arrasados. Tan pequeño en medio de la nada, este hombre clava una vara en el lodo, a cada paso, con el corazón encogido por si ese palo que le sirve de ojos y brazos encuentra lo que puede ser un ser humano.

Ha sido un accidente, la fractura de dos diques de la empresa Samarco, y no es lo más importante buscar culpables. Sí reflexionar. Entender que, de este desastre medioambiental –el más grave en la zona según el gobernador de Minas Gerais–, que ha dejado sin casa a familias de pueblos enteros y sin vida a decenas de almas, tardará mucho en curarse el planeta, «nuestra casa».

Lamenta el Papa que «la tierra parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería» y recuerda que «por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia». Construir con materiales menos contaminantes; poner por delante seguridad a beneficio o perder dos minutos en llevar las botellas de cristal al contenedor. Cada uno hasta donde pueda, estaría bien cuidar, con nuestros gestos, el planeta que nos acoge. Como dice el Papa, «no tenemos derecho» a lo contrario. Y tampoco alternativa… que lo de la NASA con Marte parece que va para largo.