«Me gusta una Iglesia inquieta, cercana a los abandonados, alegre y con rostro de mamá» - Alfa y Omega

«Me gusta una Iglesia inquieta, cercana a los abandonados, alegre y con rostro de mamá»

En Florencia, el Papa ha advertido a los participantes en el V Congreso de la Iglesia Italiana sobre la tentación del pelagianismo y del gnosticismo, y pidió una «Iglesia inquieta, cada vez más cercana a los abandonados. Anhelo una Iglesia alegre con rostro de mamá. Sueñen también ustedes esta Iglesia, crean en ella, innoven con libertad»

RV
Foto: ANSA

Durante su visita a Florencia este martes, el Papa Francisco ha pedido que los obispos sean pastores y el pueblo los acompañe; así como que Dios proteja a la Iglesia italiana de afanes de poder y que sea fermento de diálogo y caridad. En un denso discurso de casi 50 minutos a los representantes del V Congreso de la Iglesia Italiana en la catedral florentina, el Santo Padre subrayó que no quería diseñar un «nuevo humanismo abstracto», sino presentar con sencillez algunos rasgos del «humanismo cristiano», que es el de los «sentimientos de Cristo Jesús». Estos sentimientos –aclaró– «no son sensaciones abstractas y provisionales del alma, sino que son la cálida fortaleza interior que nos hace capaces de vivir y de tomar decisiones».

Entre ellos, ha destacado tres: humildad, desinterés, bienaventuranza. Para alcanzarlos, el Obispo de Roma puso en guardia contra dos tentaciones: la primera es la pelagiana, que se opone a la doctrina cristiana. Y la segunda tentación es el gnosticismo, que lleva a confiar en el razonamiento lógico y claro y a perder la ternura de la carne del hermano.

«Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17), recordó el Santo Padre, para luego evocar el Juicio universal y señalar que ante «Jesús Juez de misericordia, nuestras rodillas se doblan en adoración y nuestras manos y nuestros pies se revigorizan». Y que «podemos hablar de humanismo solamente a partir de la centralidad de Jesús, descubriendo en Él los rasgos del rostro auténtico del hombre».

Tras enfatizar que «nuestro deber es trabajar para que este mundo sea un lugar mejor y luchar». Y que «nuestra fe es revolucionaria por un impulso que viene del Espíritu Santo», el Papa alentó a seguir este impulso, para salir de nosotros mismos, para ser hombres según el Evangelio de Jesús».

El Papa alentó a la Iglesia en Italia –pueblo y pastores– a caminar y anunciar juntos a Jesús que obra en la caridad y la justicia. A ser una Iglesia que sepa dar respuestas claras ante los desafíos del mundo de hoy, en todos los ámbitos, con especial atención a la opción preferencial por los pobres:

«Me gusta una Iglesia italiana inquieta, cada vez más cercana a los abandonados, a los olvidados, a los imperfectos. Anhelo una Iglesia alegre con rostro de mamá, que comprende, acompaña, acaricia. Sueñen también ustedes esta Iglesia, crean en ella, innoven con libertad. El humanismo cristiano que están llamados a vivir afirma radicalmente la dignidad de toda persona como Hijo de Dios, establece entre todo ser humano una fundamental fraternidad, enseña e comprender el trabajo y habita la creación como casa común, brinda razones para la alegría y el humorismo, aun en medio de una vida muy dura».

El Papa concluyó sus palabras invocando a la Madre de Dios y deseó que en las palabras al Ángel «he aquí la esclava del Señor», «estemos todos». Y que toda la Iglesia italiana las pronuncie con María».