El Papa da una entrevista a un sin hogar - Alfa y Omega

El Papa da una entrevista a un sin hogar

El Papa ha advertido de que ni creyentes ni hombres de Iglesia deben llevar una vida de lujo: lo ha hecho en una entrevista a una persona sin hogar que colabora con el periódico holandés Straatnieuws, sobre noticias de la calle (como La Farola, en España). El Papa ha subrayado que que la Iglesia debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la pobreza

Europa Press

«Un creyente no puede hablar sobre la pobreza o sobre los “sin techo” y llevar una vida de faraón», ha subrayado Francisco después de haya saltado en el Vaticano el escándalo Vatileaks del robo de documentos secretos que ha llevado a la detención del sacerdote español Monseñor Lucio Vallejo Balda.

«Yo quisiera un mundo sin pobres. Nosotros debemos luchar contra esto. Y la codicia humana siempre existe, la falta de solidaridad, el egoísmo crean a los pobres. Por eso me parece un poco difícil imaginar un mundo sin pobres», ha relatado.

Por otro lado, ha reconocido que la residencia de Santa Marta donde vive «no es una jaula» pero que le «falta la calle» al tiempo que ha lamentado que cada vez que sale del Vaticano «viene la gente. Cuando fui a cambiarme los lentes, eran las siete de la noche. No había mucha gente en la calle. Me llevaron a la óptica y salí del coche, y ahí había una mujer que me vio y gritó: “¡El Papa!”. Y luego yo estaba adentro y afuera toda la gente», ha explicado.

Además, ha revelado que no podría vivir en el Palacio Apostólico, «simplemente por motivos mentales: «Me haría daño. Al principio parecía una cosa extraña, pedí quedarme aquí, en Santa Marta. Y esto me hace bien, porque me siento libre. Como en el comedor en donde comen todos. Y cuando llego temprano como con los empleados. Encuentro a la gente, la saludo, y esto hace que la jaula de oro no sea tanto una jaula. Pero me falta la calle», ha señalado.

El Papa ha incidido en la necesidad de pobreza que tiene la Iglesia. «Jesús vino al mundo sin techo y se hizo pobre. La Iglesia quiere abrazar a todos y decir que es un derecho tener un techo sobre ti. En los movimientos populares se trabaja con tres T: Trabajo, Techo y Tierra. La Iglesia predica que cada persona tiene el derecho a estas tres cosas», ha comentado.

Así, ha alertado del peligro de dos tentaciones como es la de que los hombres de Iglesia lleven «una vida de faraón» y que la Iglesia haga acuerdos opacos con gobiernos:

«Estos últimos se pueden hacer, pero deben ser acuerdos claros, acuerdos transparentes. Porque siempre existe la tentación de la corrupción en la vida pública. Tanto política como religiosa. Por ejemplo, nosotros administramos este palacio, pero las cuentas son vigiladas para evitar la corrupción», ha indicado el Pontífice argentino.

El Papa ha comentado además el cambio radical que representó en su vida la elección como obispo de Roma. Así ha relatado que «llegó» pero que «no lo esperaba. No perdí la paz. Y esto es una gracia de Dios. No pienso tanto en el hecho de ser famoso. Me digo a mí mismo: ahora tengo un puesto importante, pero en diez años ya nadie te conocerá. Sabes, hay dos tipos de fama: la fama de los “grandes”, que han hecho grandes cosas, como Madame Curie, y la fama de los vanidosos. Pero esta última es como una burbuja de jabón», ha explicado.

Preguntado sobre lo que quería ser de pequeño, Francisco ha reconocido que no se imaginaba como Papa. «Cuando era pequeño, no había tiendas en las que se vendían cosas. En cambio estaba el mercado, en donde estaba el carnicero, el de la fruta, etcétera… Yo iba con mi mamá y la abuela para hacer la compra. Era chico, tenía cuatro años. Y una vez me preguntaron: “¿Qué te gustaría ser de grande?”. Y dije: “¡El carnicero!”», ha revelado.

Finalmente, ha reflexionado sobre las formas de explotación: «Si usted piensa en los niños explotados por el trabajo esclavo, o en los niños explotados para el abuso sexual. Y otra forma de explotación: matar a los niños para quitarles los órganos, el tráfico de órganos. Matar a los niños para quitarles los órganos es codicia. Por esto no sé si podremos hacer este mundo sin pobres, porque el pecado existe siempre y nos lleva al egoísmo. Pero debemos luchar, siempre, siempre…», ha concluido.

Texto completo de la entrevista

Nuestras entrevistas empiezan siempre con una pregunta sobre la calle en la que ha crecido el entrevistado. Usted, Santo Padre, ¿qué recuerda de aquella calle? ¿qué imágenes le vienen a la cabeza pensando en las calles de su infancia?
Desde cuando tenía un año hasta el momento en que entré al seminario he vivido en la misma calle. Era un barrio simple de Buenos Aires, todas las casas bajas. Había una plaza pequeña, donde nosotros jugábamos al fútbol. Me acuerdo que me escapaba de casa e iba a jugar al fútbol con los chicos después de la escuela. Entonces mi papá trabajaba en una fábrica que estaba a cien metros. Era el contador. Y los abuelos vivían a cincuenta metros. Todo a pocos pasos el uno del otro. Me acuerdo también de los nombres de la gente. De sacerdote fui a dar los sacramentos, el último consuelo a muchos que me llamaban e iba porque los quería mucho. Estos son mis recuerdos espontáneos.

¿Usted jugaba también al fútbol? ¿Era bueno?
En Buenos Aires a los que jugaban al fútbol como yo les llamaban «pata dura». Que quiere decir tener dos piernas izquierdas. Pero jugaba, fui el arquero muchas veces.

¿Cómo nació su compromiso personal por los pobres?
Sí, me vienen muchos recuerdos a la mente. Me sorprendió mucho una señora que venía a casa tres veces a la semana para ayudar a mi madre. Por ejemplo, ayudaba a lavar la ropa. Ella tenía dos hijos. Eran italianos, sicilianos, y vivieron la guerra, eran muy pobres, pero muy buenos. Y de esa mujer he mantenido siempre el recuerdo. Su pobreza me sorprendía. Nosotros no éramos ricos, llegábamos a final de mes con normalidad, pero no nos sobraba. No teníamos automóvil, no nos íbamos de vacaciones y esas cosas. Pero a ella le faltaban muchas cosas necesarias. Nosotros teníamos bastante y mi mamá le daba cosas.

Después, ella regreso a Italia pero volvió a la Argentina. Yo la encontré cuando era Arzobispo de Buenos Aires, tenía 90 años. La acompañé hasta la muerte a los 93 años. Un día ella me dio una medalla del Sagrado Corazón de Jesús que llevo todavía conmigo. Esta medalla —que es también un recuerdo— me hace mucho bien. ¿Quiere verla? (el Papa enseña la medalla). Así pienso en ella todos los días y cuánto ha sufrido por la pobreza. Y pienso en todos los otros que han sufrido. La llevo y rezo…

¿Cuál es el mensaje de la Iglesia para los sin techo? ¿Qué significa la solidaridad cristiana en concreto para ellos?
Me vienen dos cosas a la cabeza. Jesús vino al mundo sin un techo y se hizo pobre. Entonces la Iglesia quiere abrazar a todos y decir que es un derecho tener un techo. En los movimientos populares se trabaja con tres ‘t’ españolas: trabajo, techo y tierra. La Iglesia predica que toda persona tiene el derecho a estas tres ‘t’.

Usted pide a menudo atención para los pobres y los refugiados. ¿No teme que de este modo se pueda generar una forma de agotamiento en los medios de comunicación y en la sociedad general?
A todos nos viene la tentación —cuando se trata de un tema que no es agradable porque es feo hablar— de decir: «Bueno, terminemos: esto “quema” demasiado». Yo siento que existe el agotamiento, pero no le tengo miedo. Debo continuar hablando de la verdad y de cómo son las cosas.

¿Es su deber?
Sí, es mi deber. Lo siento dentro de mí. No es un mandamiento, pero como personas todos tenemos que hacerlo.

¿No teme que su defensa de la solidaridad y de la ayuda por los sin techo y otros pobres pueda ser utilizada políticamente? ¿Cómo debe hablar la Iglesia para ser influyente y al mismo tiempo permanecer fuera de los planteamientos políticos?
Hay caminos que llevan a equívocos en este punto. Querría subrayar dos tentaciones. La Iglesia debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la pobreza. Si un creyente habla de la pobreza o de los sin techo y lleva una vida de faraón… esto no se puede hacer. Esta es la primera tentación. La otra tentación es firmar acuerdos con los gobiernos. Se pueden hacer acuerdos, pero deben ser acuerdos claros, acuerdos transparentes.

Por ejemplo, nosotros gestionamos este «palacio» (la Casa Santa Marta), pero las cuentas están todas controladas, para evitar la corrupción. Porque existe siempre la corrupción en la vida pública. Sea política o religiosa. Yo recuerdo que una vez con mucho dolor he visto –cuando la Argentina bajo el régimen de los militares entró en guerra con Gran Bretaña por las Islas Malvinas— que la gente daba cosas, y he visto cómo muchas personas, también católicos, que eran encargados de distribuirlas, se las llevaban a casa. Existe siempre el peligro de la corrupción. Una vez hice una pregunta a un ministro de la Argentina, un hombre honesto. Uno que dejó el cargo porque no podía estar de acuerdo con algunas cosas un poco oscuras. Le hice una pregunta: Cuando ustedes envían ayuda, sea comida, ropa, o dinero a los pobres o a los indigentes: de lo que envían, ¿cuánto llega a destino, sea en dinero o en gastos? Me dijo: «el 35 por ciento». Esto significa que el 65 por ciento se pierde. Es la corrupción: una parte para mí, otra parte para mí.

¿Usted cree que hasta ahora en su pontificado ha podido obtener un cambio de pensamiento, por ejemplo en la política?
No sabría qué decir. No lo sé. Sé que alguien dijo que yo soy comunista. Pero es una categoría un poco anticuada. Quizás hoy se usan otras palabras para decir esto…[/c]

Marxista, socialista…
Dijeron todo esto.

Los sin techo tienen problemas económicos, pero cultivan su propia libertad. El Papa no tiene ninguna necesidad material, pero es considerado por algunos como un prisionero en el Vaticano. ¿No siente nunca el deseo de meterse en la piel de un sin techo?
Me acuerdo del libro de Mark Twain El Príncipe y el mendigo. Cuando uno puede comer todos los días, tiene ropa, tiene una cama para dormir, tiene un escritorio para trabajar y no le falta nada. Tiene también amigos. Pero este príncipe de Mark Twain vive en una jaula de oro.

¿Se siente libre aquí en el Vaticano?
Dos días después de ser elegido Papa fui, como se dice de manera oficial, a tomar posesión del apartamento papal en el Palacio Apostólico. No es un apartamento lujoso. Pero es largo, es grande… Después de haber visto este apartamento me pareció un embudo del revés, es decir, grande pero con una puerta pequeña. Esto significa estar asilado.

Yo pensé: «No puedo vivir aquí simplemente por motivos mentales. Me haría mal». Al inicio parecía una cosa extraña, pero pedí quedarme aquí, en Santa Marta. Y esto me hace bien porque me siento libre. Almuerzo en el comedor donde comen todos. Y cuando llego antes como con los empleados. Encuentro gente, la saludo y esto hace que la jaula de oro no sea tanto una jaula. Pero me falta la calle.

Santo Padre, Marc quiere invitarlo a ir a comer una pizza con nosotros. ¿Qué piensa?
Me gustaría, pero no lograremos hacerlo. Porque en el momento en que salga de aquí vendrá la gente a mí. Cuando fui a cambiar los cristales de mis anteojos a la ciudad eran las siete de la tarde. No hay mucha gente en la calle. Me llevaron a la óptica, y cuando salí del coche había una mujer que me vio y gritó: «¡Aquí está el Papa!». Y cuando yo estaba dentro del negocio, afuera se juntó la gente…

¿Le falta el contacto con la gente?
No me falta, porque la gente viene aquí. Cada miércoles voy a la Plaza para la audiencia general, alguna vez voy a alguna parroquia: estoy en contacto con la gente. Por ejemplo ayer (26 de octubre) vinieron más de 50.000 gitanos al Aula Pablo VI.[/c]

Se ve que usted disfruta de este recorrido por la Plaza durante la Audiencia General…
Es verdad. Sí, es verdad.

Su homónimo, Francisco de Asís, eligió la pobreza radical y vendió también su evangeliario. En cuanto Papa y Obispo de Roma, ¿se siente alguna vez bajo presión por vender los tesoros de la Iglesia?
Esta es una pregunta fácil. No son los tesoros de la Iglesia, sino que son los tesoros de la humanidad. Por ejemplo, si yo mañana digo que «La Piedad», de Miguel Ángel, sea subastada, no se podría hacer porque no es propiedad de la Iglesia. Está en una iglesia, pero es de la humanidad. Esto vale para todos los tesoros de la Iglesia.

Pero hemos comenzado a vender los regalos y otras cosas que me dan. Y los beneficios de las ventas van a monseñor Krajewski, que es mi limosnero. Y después está la lotería. Estaban los automóviles que fueron todos vendidos o dados a través de una lotería y lo recaudado se usó para los pobres. Las cosas que se pueden vender y estas se venden.

¿Se da cuenta de que la riqueza de la Iglesia puede crear este tipo de expectativas?
Si hacemos un catálogo de bienes de la Iglesia se piensa que la Iglesia es muy rica. Pero cuando se firmó el concordato con Italia en 1929 sobre la «Questione Romana», el gobierno italiano de aquel tiempo ofreció a la Iglesia un gran parque en Roma.

El Papa de entonces, Pío XI, dijo: «Querría sólo medio kilómetro cuadrado para garantizar la independencia de la Iglesia». Este principio vale todavía. Sí, los bienes inmobiliarios de la Iglesia son muchos, pero los usamos para mantener las estructuras de la Iglesia y para mantener muchas obras que se hacen en los países necesitados: hospitales, escuelas. Ayer por ejemplo he pedido enviar al Congo 50.000 euros para construir tres escuelas en países pobres. La educación es una cosa importante para los niños. Fui a la administración competente, hice el pedido y el dinero fue enviado.

Hablemos de Holanda. ¿Usted estuvo alguna vez en nuestro país?
Sí, una vez cuando fui superior provincial de los jesuitas de la Argentina. Estaba de paso durante un viaje. Estuve en Wijchen, porque allí tenían el noviciado, y estuve también en Amsterdam un día y medio, donde visité una casa de los jesuitas. De la vida cultural no vi nada porque no tuve tiempo.

Por eso podría ser una buena idea si los sin techo de Holanda le invitasen a una visita a nuestro país. ¿Qué piensa, Santo Padre?
Las puertas no están cerradas a esta posibilidad.

Así, cuando haya un pedido como éste, ¿usted lo tomará en consideración?
Lo consideraré. Y ahora que Holanda tiene una reina argentina (ríe), a lo mejor.

¿Tiene quizás un mensaje especial para los sin techo de nuestro país?
No conozco bien las particularidades de los sin techo de Holanda. Querría decir que Holanda es un país desarrollado con muchas posibilidades. Yo pediría a los sin techo holandeses continuar luchando por las tres ‘t’.

¿Soñaba de pequeño con ser Papa?
No. Pero le voy a hacer una confidencia. Cuando era pequeño no existían los negocios donde se vendían las cosas. En lugar de ellos existía el mercado donde se encontraba el carnicero, el frutero, etc. Yo iba con mi madre y mi abuela para hacer la compra. Era chico, tenía cuatro años. Y una vez me preguntaron: «¿Qué te gustaría ser de grande?» Y dije: «¡Carnicero!».

Para muchos hasta el 13 de marzo de 2013 usted era un desconocido. De un momento a otro se convirtió en famoso en todo el mundo. ¿Cómo vivió esta experiencia?
Llegó y no lo esperaba. No perdí la paz. Y esto es una gracia de Dios. No pienso tanto en el hecho de que soy famoso. Me digo a mí mismo: «ahora tengo un puesto importante, pero en diez años ninguno me conocerá más» (se ríe). Sabe, hay dos tipos de fama: la fama de los «grandes» que han hecho grandes cosas, como Madame Curie (una famosa física, matemática y química polaca), y la fama de los vanidosos. Esta última fama es como una pompa de jabón.

Usted dice «ahora estoy aquí y debo hacer lo mejor» y ¿continuará este trabajo hasta cuando no esté en condiciones?
Sí.

Santo Padre, ¿se puede imaginar un mundo sin pobres?
Yo quisiera un mundo sin pobres. Debemos luchar por esto. Pero yo soy un creyente y sé que el pecado está siempre dentro de nosotros. Y la codicia humana existe siempre, la falta de solidaridad, el egoísmo que crea los pobres. Por eso me parece un poco difícil imaginar un mundo sin pobres. Si usted piensa en los niños explotados por el trabajo esclavo, o en los niños explotados por abuso sexual. Y otra forma de explotación: asesinar a los niños para sacarles los órganos, el tráfico de órganos. Asesinar a los niños para quitarles los órganos es codicia. Por eso no sé si lograremos este mundo sin pobres, porque el pecado existe siempre y nos lleva al egoísmo. Pero debemos luchar, siempre, siempre.

Traducido del italiano por Álvaro de Juana, para Aciprensa