España no se entiende sin la escuela católica - Alfa y Omega

España no se entiende sin la escuela católica

Lejos de responder a los problemas con lamentos, Escuelas Católicas ha renovado su compromiso con la Iglesia y con la sociedad

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Foto: Jorge Zorrilla

Preocupación, sí, pero sobre todo ilusión. Este es el clima en el que se celebró la pasada semana el XIII Congreso de Escuelas Católicas. La mayor patronal de centros concertados de España reunió en Madrid a más de 1.800 educadores y a representantes de diversos ámbitos de la sociedad civil, que cerraron filas en torno al sistema de conciertos, cuestionado por varios partidos. Escuelas Católicas ha puesto en valor su historia de siglos de servicio a los españoles, sobre todo a los más desfavorecidos, y ha recordado el derecho constitucional de los padres a elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos. La fórmula del concierto –establecida por el Gobierno de Felipe González– es revisable y mejorable. Lo que no puede ser cuestionado en un Estado democrático es la libertad educativa, que requiere un compromiso de la Administración para ser efectiva. Cuando se dice que en España la escuela católica ahorra al Estado cerca de 3.000 millones de euros al año (cálculo realizado a partir de lo que le cuesta a la Administración cada plaza en la escuela pública y en la concertada), la conclusión es que está recibiendo una financiación insuficiente, que discrimina a sus usuarios. Queda además sin cubrir la etapa de Bachillerato, a diferencia de lo que ocurre en otros países de Europa.

Pero lejos de responder a estos problemas con lamentos, Escuelas Católicas ha renovado su compromiso de ofrecer una educación innovadora, de la máxima calidad y comprometida con la sociedad, siempre desde la plena fidelidad a su ideario católico. Son aspectos que no solo no son contradictorios, sino que se retroalimentan. En un momento marcado por la escasez de vocaciones, la implicación de laicos cualificados y comprometidos con cada carisma religioso ofrece una garantía de continuidad y de adaptación a los retos del momento, y permite a la escuela católica afrontar el futuro con ilusión y esperanza. El respaldo del conjunto de la Iglesia a esta misión es total, comenzando por el Papa, que envió al Congreso un inequívoco mensaje de aliento a la labor de las escuelas católicas, instándolas a proseguir esa «larga historia de amor, de servicio y de promoción» en España que dura ya varios siglos.