Sois templo - Alfa y Omega

Sois templo

Dedicación de la basílica de Letrán

Juan Antonio Martínez Camino
El Papa Francisco preside la Eucaristía de Corpus Christi en San Juan de Letrán. Foto: CNS.

El próximo domingo se celebra en Madrid la fiesta de la dedicación de la basílica romana de Letrán. Su fecha propia sería el día 9, pero en esa jornada nuestra diócesis celebra la solemnidad de su patrona, santa María la Real de la Almudena. Cediendo, pues, ante la solemnidad, la fiesta se adelanta al domingo y, como es una fiesta del Señor, prevalece sobre la liturgia dominical del tiempo ordinario.

¿Una fiesta del Señor? Pero lo que se conmemora ¿no es la dedicación de una basílica? Sí, en efecto, desde antiguo se recuerda en todo el orbe, al menos latino, aquel 9 de noviembre del año 318 en que se consagró el primer templo cristiano del mundo, llamado, por eso, «la madre de todas las iglesias de la urbe y del orbe».

Era y es un edificio magnífico –de 100 metros de largo y 55 de ancho– y precioso, con un interior deslumbrante de luz y de color. Lo construyeron los arquitectos del emperador Constantino siguiendo las indicaciones del Papa Silvestre. Aquellos aportaron la tradición romana de construcción de edificios civiles de gran porte, en especial, las llamadas basílicas. El Obispo de Roma les asesoró acerca de las características de la liturgia cristiana.

El resultado no fue propiamente un templo. Los templos griegos y romanos no estaban pensados para acoger ninguna asamblea. Eran sobre todo grandes fachadas. Lo que resultó fue una basílica episcopal, es decir, un espacio señorial (o regio, eso significa basilical) en el que el Obispo de Roma reunía al pueblo cristiano para escuchar la enseñanza apostólica y para celebrar los sagrados misterios, la presencia sacramental de Cristo resucitado.

Por eso, la basílica lateranense estaba dedicada al Salvador. Por eso, era un gran espacio focalizado hacia la cátedra episcopal –desde donde el obispo enseña la doctrina cristiana– y hacia la mesa del altar, donde se actualiza el misterio de la Cruz gloriosa del Señor. Por eso, las cinco naves ofrecen lugar diferenciado a los distintos miembros del pueblo santo: los presbíteros, los diáconos, los catecúmenos, las viudas, las vírgenes consagradas, etc.

La basílica del Salvador se convertía así en un edificio innovador, en el que el viejo arte de Roma adquiría el aire nuevo de la novedad de la vida cristiana. Lugar en el que el templo ya no estaba definido por una fachada de columnas muertas, sino por un espacio de piedras vivas: aquel pueblo santo, muerto al pecado y vivo con la vida del Resucitado.

«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». La profecía de Jesús se cumplió literalmente en Jerusalén el primer domingo de la historia. Podríamos decir que se cumplió también, de otro modo, cuando, al comienzo de su tercer siglo de vida, la Iglesia crea la basílica cristiana prototípica, icono del Cuerpo de Cristo, que es ella misma, como pueblo de los bautizados.

Celebramos la fiesta de la basílica lateranense y de cada iglesia, porque de ese modo celebramos lo que ellas significan: al Señor mismo que nos reúne como pueblo y cuerpo suyo. «Ese templo sois vosotros».

Evangelio / Juan 2, 13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:

«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:

«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»

Jesús contestó:

«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».

Los judíos replicaron:

«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús.