Misericordia, el lenguaje de la Iglesia - Alfa y Omega

Misericordia, el lenguaje de la Iglesia

Para tocar el corazón de las personas heridas o alejadas, el Sínodo constata que solo hay un camino: el lenguaje universal de la misericordia

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Foto: CNS

El Sínodo ha aprobado por mayoría de dos tercios los 94 párrafos de la Relación Final. El resultado refleja el esfuerzo de los padres sinodales para avanzar en comunión en la dirección que claramente estaba pidiendo el Papa: abandonar en la Iglesia la mentalidad de fortaleza asediada para dar paso a una transformación misionera. La transformación se concreta en el ámbito de la familia, decisivo para la Iglesia y la sociedad.

Contra viento y marea (titulares alarmistas y algún obispo con nervios a flor de piel), Francisco repitió hasta la saciedad que no se trataba de revisar la doctrina, para lo cual un Sínodo ni siquiera estaría legitimado. Lo que quiere cambiar Francisco es la dureza de los corazones de quienes conciben la Iglesia como una especie de selecto club privado en el que los socios más antiguos tienen reservado el derecho de admisión. En resumidas cuentas, el Sínodo ha constatado que la Iglesia no puede abdicar de su deber de proclamar la verdad, por incómoda que sea, pero que debe buscar nuevas formas más eficaces de hacerlo. Para tocar el corazón de la persona herida o alejada, solo hay un camino: el lenguaje universal de la misericordia.

Este Sínodo ha supuesto una novedad, en primer lugar, por el método. Frente a la interminable sucesión de discursos de anteriores asambleas, Francisco ha encontrado por fin una fórmula que ha permitido que todas las voces hayan sido escuchadas en un clima de libertad, lo cual ha estado precedido además de un amplio proceso de consultas a nivel mundial. La Relación Final puede así reflejar la amplia variedad de retos que afronta la Iglesia en cada rincón del planeta. Sin pretender –decía el Papa en su discurso final– encontrar «soluciones exhaustivas a todas las dificultades y dudas que desafían y amenazan a la familia», las ha examinado a «la luz de la fe» y las ha afrontado «sin miedo y sin esconder la cabeza bajo tierra». Esas reflexiones le servirán ahora a Francisco de soporte en la transformación misionera que quiere para la Iglesia, un proceso que no ha hecho más que empezar. Para el Papa, colegialidad –decíamos en estas páginas hace una semana– es escuchar a todo el mundo, pero también involucrar a todos los bautizados en la misión.