Reconocer al hermano - Alfa y Omega

Reconocer al hermano

No se veían desde hace 62 años. Y seguramente no se van a volver a ver con vida nunca más. La surcoreana Lee Jin-goo llevaba décadas sin saber absolutamente nada de su hermano, Lee Yong, que vive en…

Pedro J Rabadán
Foto: REUTERS/Korea Pool/News1

No se veían desde hace 62 años. Y seguramente no se van a volver a ver con vida nunca más. La surcoreana Lee Jin-goo llevaba décadas sin saber absolutamente nada de su hermano, Lee Yong, que vive en Corea del Norte. Su familiar era solo un recuerdo, porque entre las dos Coreas no hay comunicaciones telefónicas ni correos electrónicos, ni tarjetas postales. Durante tres días, 388 surcoreanos de 96 familias se han reunido con 140 parientes del norte, de los que nada conocían desde que se partió el territorio en el Paralelo 38. Las fronteras separan, pero un hermano es para siempre. Lee Jin-goo acaricia la cara de su pariente, que no puede reprimir las lágrimas. Las mueve con suavidad, porque no es sólo un gesto de cariño. Es el tacto con el que descubre el rostro de su ser querido, la forma de su cara, de su piel envejecida por el paso de las décadas, pero con esa forma inconfundible que ella recuerda de cuando eran niños. Les separa la distancia y un régimen estalinista, pero un lazo les une de por vida. Son parte el uno del otro.

Hace pocos días se presentó en Madrid el libro Antes de que sea demasiado tarde (Palabra), de Raquel Martín. Esta amiga y periodista ha estado con los cristianos perseguidos en Irak refugiados en el Kurdistán. Testimonios y fotografías reales, de gente que sigue allí. Abrir ese libro me recuerda a esta foto de los coreanos. Porque nos permite palpar la cara de estas personas que lo han perdido todo, menos la fe, por culpa del Daesh. Se les puede poner rostro, casi tocarlo. Descubrir sus rasgos labrados por el sufrimiento, y reconocerles como hermanos en la fe. Aunque no supiéramos nada de ellos, aunque personalmente no les conozcamos, son hermanos, nos une el lazo de pertenecer a la misma familia. Como en el caso de los coreanos, seguramente no sepamos de ellos nunca más. No sabremos qué será de sus vidas. Pero no por ello debemos olvidarles. Nos lo están pidiendo: ayuda y oración. Son nuestra familia, ahora y siempre.