También fueron doce, como los apóstoles - Alfa y Omega

También fueron doce, como los apóstoles

Doce jóvenes de los cinco continentes -dos de ellos españoles, por ser el país de acogida-, compartieron un almuerzo, el pasado viernes, con Benedicto XVI en la Nunciatura apostólica. «Todos salieron elegidos a sorteo entre los voluntarios de la JMJ, no hubo ningún enchufe», explicó el padre Lombardi. Pero todo es providencial

Cristina Sánchez Aguilar
Los doce jóvenes y el Cardenal Rouco, junto al Santo Padre

¿Si tuvieras que quedarte con una imagen de tu encuentro con Benedicto XVI, cuál sería? «Cuando nos dijo, a los doce jóvenes que le acompañábamos a la mesa, que tenemos que profundizar en nuestra fe y dar testimonio al mundo», responde rápidamente Aloys Sibomana. De origen ruandés, tiene 28 años, es diácono y estudia en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, de Madrid. Él fue uno de los afortunados que comió con Benedicto XVI, el pasado viernes, en la Nunciatura apostólica.

Nada más llegar, los jóvenes le esperaban al lado de un regalo muy particular: un piano, hecho de chocolate. «Santo Padre, toque el piano», le pedían los jóvenes. El Papa, con prudencia, no quiso tocarlo para no estropearlo, pero, finalmente, se dejó convencer por sus invitados.

Benedicto XVI, «que se notaba que estaba algo cansado, pero que enseguida se sobrepuso», cuenta Aloys, charló, de forma distendida, uno a uno, con los jóvenes que le acompañaban a la mesa -junto al cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco, que celebraba su 75 cumpleaños-, donde disfrutaron de un almuerzo sencillo de legumbres, verduras y uno de los postres favoritos del Pontífice, helado de vainilla con torrijas. «Me hizo esta pregunta -recuerda Aloys-: ¿En el Seminario de Madrid hay buena formación? A lo que, claro, contesté que sí».

Gran conocedor del mundo

El Papa toca el piano de chocolate que le regalaron

Ecuador, Eslovaquia, Taiwán, Estados Unidos, Vietnam, Congo, Francia, Ruanda, Australia, Nueva Zelanda y España son los lugares de procedencia de los voluntarios que comieron con el Papa. «Sabía perfectamente la situación de cada país», cuenta Aloys. «Pero quería saber más; en mi caso, si la paz en Rwanda era precaria o duradera».

Había que ir preparado a la comida, porque la conversación no fue banal. Juan Carlos Piedra, de 33 años y nacionalidad ecuatoriana, charló animadamente con el Santo Padre sobre la situación de la fe de los indígenas ecuatorianos, un tema que le preocupa, dado el momento complicado en el que se encuentran, ya que las creencias ancestrales -la pachamama, el dios sol, etc.- irrumpen de nuevo con fuerza en los pueblos indígenas. «El problema de Ecuador es que mucha gente quiere encontrar a Cristo y no sabe cómo, porque no hay sacerdotes que sepan guiar bien, para encontrar el camino», explicó Juan Carlos al Papa, «que nos miraba con una sonrisa de inmensa ternura y unos ojos muy cálidos». La conversación era tan sencilla y distendida -sobre todo en italiano y en francés-, «que nos tuvieron que parar, porque el Santo Padre debía ir a descansar», cuenta el voluntario.

Para el español Gonzalo Cánovas del Castillo, el encuentro con Benedicto XVI ha sido «uno de los mejores días de mi vida». Este abogado malagueño de 28 años, al que la comida se le hizo corta, lo que más le ayudó fue el ánimo que les transmitió el Papa para mostrar la alegría de la fe, tanto a creyentes como no creyentes. Fundamental, en los tiempos que corren.