Dos obispos con la vista puesta en la juventud - Alfa y Omega

Dos obispos con la vista puesta en la juventud

Recorriendo kilómetros en el Camino de Santiago, o pasando la noche en un confesionario escuchándolos, a los arzobispos de Madrid y Valencia -ahora electo de Madrid- les gusta dedicar su tiempo a los jóvenes, «al futuro»

Redacción
Foto: Javier Toral

A finales de julio, el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, se unía al grupo de alrededor de mil jóvenes madrileños que hacían el Camino de Santiago para vivir con ellos la que sería su cuarta y última peregrinación como arzobispo de Madrid. Como un peregrino más, recordaba con los jóvenes anécdotas de sus anteriores Caminos de Santiago, como aquel «un poco accidentado» de 2004, cuando su columna se encontró con un precipicio y tuvo que desandar el camino, se perdió, y acabó vadeando un río.

Foto: Javier Toral

Han sido muchos kilómetros recorridos, siempre al lado de esos jóvenes que tanto han preocupado y preocupan al cardenal, y a los que, durante la Eucaristía celebrada el 6 de agosto en Santiago, recordó las palabras que san Juan Pablo II dirigió en aquella memorable IV Jornada Mundial de la Juventud de Santiago, en 1989, cuándo él era arzobispo compostelano. 25 años después, en la peregrinación que celebraba además la clausura de dos años de Misión Madrid, el cardenal arzobispo repetía aquel reto que el Papa polaco lanzó a los jóvenes: «Tenéis que saber servir como sirvió Santiago, dando al Señor a los demás. Sólo con Él, el camino de la vida queda despejado. Si Dios te llama para Él, dile que sí». Esos jóvenes, «centinelas del futuro», como recordó el cardenal Rouco, son los responsables de evangelizar, con su palabra y su vida, a la vuelta del Camino. En sus trabajos, con sus compañeros de clase y en sus familias, los jóvenes son, han de ser, les recordó el arzobispo de Madrid, «testigos valientes del Señor».

Foto: Javier Toral

Los jóvenes han sido también siempre uno de los ejes principales de la labor de monseñor Carlos Osoro, arzobispo electo de Madrid. Este verano, visitó a un grupo de 20 jóvenes que, con el movimiento francés Anuncio, estaban evangelizando en la localidad costera de Jávea. Unas semanas antes, también visitó a los 200 jóvenes valencianos a los que había invitado a Construir la Nueva Ciudad, dedicando una semana de su verano a servir y evangelizar en distintas parroquias.

Foto: Javier Toral

Ya en su primera carta a los madrileños, el arzobispo electo decía a los jóvenes: «Me pongo en camino con vosotros, os citaré todos los meses a tener un encuentro conmigo, para encontrarnos con el Señor». Se trata de una cita a la que monseñor Osoro ha sido fiel como obispo de Orense y arzobispo de Oviedo y de Valencia. En esta archidiócesis, además, ha hecho hincapié en la vocación misionera de los jóvenes. Durante estas Vigilias mensuales, ha impuesto la cruz misionera para ser testigos del Evangelio a unos 400 jóvenes. También ha acogido en su diócesis a la iniciativa alemana de evangelización en la calle Nightfever. De hecho, durante estos encuentros, él mismo pasaba horas, sin parar ni para beber agua, confesando a las personas que formaban largas colas frente a su confesionario.

El arzobispo de Madrid entraba en Santiago el 5 de agosto acompañado de un millar de jóvenes. Durante el Camino que compartió con ellos, y en la Eucaristía que celebró en la catedral compostelana, el cardenal Rouco recordó a los jóvenes su misión, la misma a la que llamó Juan Pablo II en 1989. «La Iglesia espera mucho de los jóvenes. Sois los centinelas del futuro. Debéis buscar y encontrar en las comunidades parroquiales compañeros, amigos y familia para compartir el don de la fe, para rezar y encontrar el camino de la oración y así, después, en los estudios, la universidad, el tiempo libre…, actuar a la luz de la verdad de Cristo. El encuentro con Él te explica de dónde vienes y a dónde vas», dijo el cardenal a los jóvenes, a los que recordó que «el hombre que cree que es un ser para la muerte no puede ser feliz. Sólo se vive de verdad cuando se piensa que se vive para ser feliz eternamente».

«El Monte del Gozo es el preludio del Pórtico de la Gloria, es una advertencia íntima de que, para llegar al Monte Tabor, a la Gloria de la Resurrección, hay que pasar por la cruz. Pero el paso de la cruz, si se vive con fe, esperanza y amor, es un instrumento extraordinario». Así explicaba el arzobispo de Madrid a los jóvenes el sentido de la peregrinación. Tras el largo camino recorrido, tras esa «penitencia jacobea», el Monte del Gozo condensa la alegría de haber llegado a la meta. Una meta que es, en realidad, el inicio de un nuevo camino. Y así lo recordó el cardenal a los jóvenes: «Permanezcamos firmes en la fe, sin romper nunca el lazo del amor con el Señor. Que el fruto de esta peregrinación sea un fruto de testigos valientes, de apóstoles de Cristo».

La oración y el recogimiento son alimento diario del peregrino. Gracias a ellos, encontró Ana, una peregrina murciana de 15 años, el abrazo que buscaba antes de comenzar el Camino, «aunque entonces no lo sabía». «Justo después de confesarme, eché a andar sola porque estaba emocionada y no quería que nadie me viera llorar. Me choqué con un poste y me dije: Voy a pararme aquí. Resultó que me había parado justo delante de un Cristo crucificado, y eso me recordó la catequesis del día anterior, en la que nos habían preguntado qué teníamos que ver nosotros con las heridas de Cristo. Lo miré y pensé: A partir de ahora, todo lo que haga lo haré teniéndole en cuenta a Él. En ese momento sentí un algo interno que me decía: Te perdono. Fue como notar un abrazo de Dios».

Cuando visitó a los 20 misioneros de Anuncio que estaban en Jávea, monseñor Carlos Osoro «nos dijo que la misión es algo fundamental, y que el Papa está pidiendo que se salga a anunciar el Evangelio. Nos explicó que la misión es ponerse de rodillas delante del Señor, y luego salir a anunciar a los demás que el amor de Dios es lo único que cuenta. Fue muy cordial, y nos agradeció mucho esta iniciativa». Así recuerda Javier Lizárraga, responsable de la misión de Anuncio en Jávea, la visita del hasta ahora arzobispo de Valencia. La primera misión de Anuncio en Jávea tuvo lugar el año pasado. «Se lo ofrecimos -explica el padre Javier Igea, sacerdote que acompañaba a los misioneros- porque yo le conocía y sabía que tiene dinamismo evangelizador, y porque Valencia es un lugar de veraneo. Nos acogió muy bien, nos ha apoyado mucho, y se ha hecho presente aquí, dedicando una tarde entera a los jóvenes misioneros».