Sínodo con final abierto - Alfa y Omega

Sínodo con final abierto

Todavía no se sabe si el documento final del Sínodo, una vez aprobado, será dado a conocer o si Francisco decidirá mantenerlo para sí. Tampoco es claro si habrá una exhortación apostólica postsinodal. La decisión última la tiene el Papa

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa, el sábado, durante el acto de conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos. Foto: CNS

Un aplauso espontáneo, emocionado, se alzó en el Aula Nueva del Sínodo. Ahí, en el corazón del Vaticano, más de 250 obispos escucharon la historia de un niño mexicano. Un gesto del pequeño, que partió la hostia de su Primera Comunión para compartirla con sus padres separados, avivó el debate sobre los divorciados vueltos a casar en la Iglesia. Sobre este tema no existe un acuerdo definitivo. Todos los padres sinodales quieren mostrar misericordia a las personas en esa condición, pero eso no significa necesariamente permitirles comulgar. Corolario de un Sínodo de final totalmente abierto.

Una semana crucial

«Crucial». Así definió el arzobispo australiano Mark Colerdige a la tercera semana del Sínodo de los Obispos. La asamblea episcopal se inició el 4 de octubre y concluirá el domingo 25. Estos últimos días son clave no solo porque están sirviendo para poner a punto el documento final de la reunión, que deberá ser aprobado antes de su envío al Papa, sino también porque entre los últimos asuntos tocados está el de los divorciados vueltos a casar.

No obstante, la múltiple lista de aspectos analizados en más de 15 días de trabajo, la situación de los fieles en segundas nupcias ha capitalizado el interés mediático. Y también ha acaparado los discursos ante el pleno. Decenas de padres sinodales tomaron la palabra para abordar el asunto, entre ellos el obispo mexicano de Piedras Negras, Alonso Garza Treviño.

Fue él quien contó la anécdota del niño. «Nos hemos conmovido, nos hace pensar en el drama que toca a todas las familias. Nos ha traído tantas preguntas, sea por estas circunstancias y otras. Nos giran en la cabeza, en el corazón, en la oración, no somos indiferentes a estas cosas», dijo Fouad Twal, patriarca católico de Jerusalén, refiriéndose a la historia. Con él coincidieron otros pastores, como Colerdige o el arzobispo de Parma, Enrico Solmi.

Pero la conmoción no se tradujo automáticamente en un apoyo a autorizar la Eucaristía para los divorciados. El arzobispo de Brisbane aseguró que, entre los padres sinodales, el sostén a esa alternativa es «más bien modesto». En cambio insistió que muchos discursos se pronunciaron a favor de promover «gestos extraordinarios de misericordia» hacia las personas en estas condiciones, pero sin readmitirles a la Eucaristía. «Muy a menudo estas personas se sienten excluidos de la gran familia de la Iglesia, se sienten dejadas de lado, se tienden a aislar. Debemos escucharles, no puede dominar la postura del todo o nada: si no podemos darles la comunión entonces nada», precisó Colerdige.

E insistió: «Entre el todo o la nada hay un territorio virgen, debemos tener cuidado con los postulados maniqueos del bien o el mal, del blanco o negro, del todo o nada. Existen horizontes amplios cuando se habla de experiencias humanas».

Votación párrafo a párrafo

Aún así otros padres sinodales (como el propio Garza Treviño) desean una revisión del actual veto al acceso a la Eucaristía para los divorciados vueltos a casar. Uno de ellos, el cardenal alemán Walter Kasper, avanzó la propuesta del «camino penitencial». Un itinerario que, si es aprobado, debería permitir algunas readmisiones a la comunión. Pero esta opción genera resistencias. Por eso, y para evitar precipitaciones, un obispo propuso establecer una comisión especial que estudie todas las implicaciones del caso.

Sobre los divorciados vueltos a casar las diferencias existen y son evidentes. Por eso hasta ahora ningún obispo se animó a asegurar cuál será el sentido último de todas sus discusiones. Porque cada uno mantiene una postura específica sobre el particular, pero el documento final del Sínodo dependerá de las enmiendas que aportarán los «círculos menores». En esos 13 grupos lingüísticos se redactaron centenares de modos, frases modificatorias del texto de trabajo conocido como el Instrumentum laboris.

Sesión plenaria en el Aula Sinodal. Foto: CNS

Una comisión de diez padres sinodales ha trabajado a marchas forzadas por organizar los modos, pero su trabajo todavía no se conoce. Es grande la expectativa por conocer el contenido del documento final, que se presentará este jueves 22. Una vez leído en el aula, los obispos podrán aportar nuevas modificaciones, sea oralmente, sea por escrito. El viernes 23 servirá a la comisión para integrar los últimos cambios.

La decisión final llegará el sábado 24, la jornada de la votación. Se espera un ejercicio lento. Cada párrafo del texto se leerá y, acto seguido, los obispos expresarán su opinión al respecto. Votarán por sí o por no. Solo aquellos que obtengan dos terceras partes de los sufragios positivos serán aprobados, según el reglamento vigente del Sínodo. Salvo una intervención extraordinaria del Papa.

El Papa, garante de la fe

Todavía no se sabe si el documento final, una vez aprobado, será dado a conocer o si Francisco decidirá mantenerlo para sí. Tampoco es claro aún cómo usará el Pontífice ese texto. Si redactará una exhortación apostólica postsinodal, como es tradición, o si preferirá plasmar las recomendaciones recibidas de otra manera.

«Se han expuesto los puntos de vista y, como es la finalidad del Sínodo, quedarán consignados y puestos en manos del Santo Padre. El Sínodo trabaja sabiendo que él es la cabeza, sabiendo que él toma la última decisión y tiene la última palabra», ilustró el arzobispo mexicano de Tlalnepantla, Carlos Aguiar Retes.

A final de cuentas la decisión definitiva la tiene el Papa. Él es el garante de la fe. Así lo dejó en claro en un discurso de profundo calado, que pronunció con motivo del 50 aniversario de la fundación del Sínodo de los Obispos. Fue durante un acto en el Aula Pablo VI del Vaticano, el sábado 17.

En el mismo aclaró que él, como Papa, no decidirá aplicar las conclusiones del Sínodo partiendo de sus convicciones personales, sino que actuará como «garante de la obediencia y de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la tradición de la Iglesia».

Pero recordó que una característica esencial de la Iglesia es la «sinodalidad». El «caminar juntos». «El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir, también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el potenciamiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión», precisó. Una «convergencia» dinámica que debe sacudir a todos los niveles de la vida de la Iglesia. Como una «pirámide dada vuelta», donde la cima se encuentra por debajo de la base. Donde todo debate comienza por el sensus fidei, el «olfato del pueblo de Dios», y culmina con el obispo de Roma, que «no está por encima de la Iglesia», sino «en medio de ella». Todo esto implicará, necesariamente, una «sana descentralización». Una «reforma del papado». Para que esa «sinodalidad» se aplique en todos lados, desde las parroquias y movimientos, hasta las conferencias episcopales.

Fue un mensaje programático, calificado como «histórico» por los obispos que lo escucharon y lo aplaudieron de pie. Pero, como el mismo Papa reconoció, la puesta en práctica no es sencilla. Porque esa «sinodalidad verdadera» de la que él habla, «es fácil de enunciar en palabras, pero difícil de poner en práctica realmente».