Asedio a la Iglesia, asedio al Sínodo - Alfa y Omega

En la cultura y política occidental la Iglesia sufre fuertes embates. Unos directos contra los elementos centrales que la constituyen como institución. Otros sobre su cosmovisión y antropología. El Sínodo, al ser un acto acotado en el tiempo, recoge de una manera intensa esta doble dinámica de asedio.

Nos lo muestra el excelente montaje del caso de Krzysztof Charamansa. Un asunto de clamorosa infidelidad al compromiso contraído voluntariamente como sacerdote, y de engaño a su comunidad de confianza, trasmutado mediáticamente en un ataque al celibato cristiano, que atañe a la Iglesia y se extienden por la ortodoxia, y las religiones cristianas orientales, en sus monjes y obispos. Simultáneamente, y como cuestión central, busca el reconocimiento de la homosexualidad por parte del Sínodo. El affaire ejemplifica en un solo caso aquella doble línea de acción para modificar la institución, el celibato de los sacerdotes –con lo que comporta de impacto negativo sobre el voto de pobreza–, y la antropología cristiana, al equiparar la homosexualidad con la condición de hombre y mujer, constitutivo de la especie como hecho natural, sobre el que la humanidad ha construido la cultura común.

Este escándalo, al que seguirán otros de índole sexual mientras dure el Sínodo, responde a la voluntad de dictarle la agenda a la Iglesia. De esta manera, intentan desplazar lo que debe ser la tarea de los padres sinodales, sobre el estado de la familia cristiana en el mundo, a algo minimalista, lejos de toda universalidad: el matrimonio homosexual. Es una tendencia –también una estrategia– de la cultura de desvinculación, situar lo que es marginal en el centro del escenario, para convertirlo en la categoría fundamental que sirve para juzgar lo que sí es central. Es una inversión irracional pero funciona cabalgando a lomos del emotivismo más desenfrenado; lo importante es emocionar.

Todo esto se presenta como necesidad para aproximar la Iglesia a la sociedad, exhibida como el estándar humano de referencia. Es otra manipulación y debe denunciarse. La Iglesia ya no existiría si hubiera adoptado este camino en el pasado. Además la Iglesia perdería su condición católica si confundiera un pecado de eurocentrismo con la universalidad, porque esto es y no otra cosa, presentar como algo global el reconocimiento del matrimonio homosexual, cuando es solo un producto de una parte de Occidente.