Querido Benedicto XVI... - Alfa y Omega

Querido Benedicto XVI...

Son ocho años que han dejado huella en la Iglesia. Familias enteras, estudiantes, sacerdotes, misioneros… despiden al Papa con el corazón entregado y, sobre todo, agradecido. El helicóptero que hoy se lleva a Benedicto XVI a una vida escondida y de oración se lleva también el grito unánime del pueblo de Dios: ¡Gracias!

Colaborador

Una vida hecha Eucaristía

Desde mi encuentro con el Señor vivo y resucitado, hace ya siete años, y su llamada a que fuera sacerdote, la inseparabilidad entre fe-caridad y entre oración-acción, que lleva a hacer de la propia vida una Eucaristía y una entrega permanente e incondicional —tal y como nos dijo en la Eucaristía a los seminaristas en la JMJ en Madrid—, ha sido y será con la gracia de Dios una referencia en mi futura vida sacerdotal. Es por ello que querría agradecerle de corazón el apoyo que ha sido su pontificado para mi vida de fe. En los últimos ocho años, ha sido cierta y palpable en usted la misión que Pedro recibió del Señor de confirmar a todos los cristianos en la fe (Lc 22, 32).

Daniel Navarro,
seminarista

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Nos ha enseñado a vivir

Nuestro afecto y agradecimiento a estos años en los que nos ha enseñado a vivir como cristianos del siglo XXI. Tenemos muy presentes sus palabras, sus escritos, su ejemplo para seguir defendiendo la Verdad aunque el ambiente sea contrario.

Santo Padre, recordamos el Encuentro con las familias en Valencia, en el que nos enseñó el valor del sacramento del Matrimonio, y cómo los padres debían implicarse más en la educación de los hijos, no delegando sólo en el buen hacer de las madres.

Nunca olvidaremos la última JMJ en Madrid, aquella Vigilia en Cuatro Vientos en la que vivimos una aventura; una vez más, se mostró como un verdadero Padre, cuidando de cada uno de sus hijos. Y ahora nos gustaría, Santo Padre, que le llegara nuestro cariño filial.

Esperamos su bendición.

Familia Orduña Méndez

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¡Qué lección nos has dado!

Recién nombrado párroco, cenando con hermanos sacerdotes, recibí la noticia de la muerte de tu antecesor. Prácticamente el único Papa que había conocido ya no estaba. Esa noche, algunos cogieron el coche dispuestos a plantarse en Roma. Yo, aun estando solo en la parroquia y pese a las dificultades que supondría, decidí que iba a llevar a los jóvenes que conociera de mi parroquia a la JMJ de Colonia. No es la persona, es el Papa. No me equivocaba. Aquella multitud rezando ante el Santísimo y la delicadeza con la que celebrabas la Misa me lo confirmó. Otros me decían: No es lo mismo; y yo les animaba: Léele, verás que su palabra sigue teniendo la misma fuerza. ¡Nos has hablado tan claro! Y ahora esto: ¡qué lección nos has dado! El que importa es Él. ¡Que sólo Jesús se luzca!

Jesús Mateos,
sacerdote

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¿Cómo nos vamos a permitir juzgar a Dios?

Siento agradecimiento, mi más profundo agradecimiento, por su ejemplo, por su oración y sufrimiento, y por esa humildad en medio de la debilidad. Me ha ayudado mucho en mi propia enfermedad. Cuando no se puede más, es mejor decir: Señor, aquí estoy. Muchas gracias por el ejemplo que me ha dado, y por haber protegido a la Iglesia tal como lo ha hecho. A mí me ha enseñado mucho, no sólo con su palabra, sino con su ejemplo.

El Papa ha hablado hace poco de la sabiduría de la debilidad; eso es así porque la enfermedad nos acerca a Dios. Dios se hace presente más en la debilidad de la persona. A una persona débil, Dios la mantiene. Yo no me mantengo por mis fuerzas; si fuera así, me hundiría. Para Dios, no hay nada imposible.

Se ha hablado mucho de su renuncia, pero Dios pide a cada persona una cosa distinta. Las comparaciones no son buenas; la misión que Dios da a cada persona es diferente, con diferentes exigencias. A cada uno, Dios le pide una cosa distinta, una misión distinta. ¿Cómo nos vamos a permitir juzgar a Dios? Benedicto XVI es una persona de oración, un Papa de mucha oración. ¿Sabemos todo el bien que va a llevar a la Iglesia ahora, precisamente en el silencio de la oración? Esa misión sólo la conoce Dios.

Beatriz Gallego,
laica consagrada

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El amor de Dios es más grande que el mal

Querido Benedicto XVI, maestro de mi fe; en mi corazón sólo hay agradecimiento profundo por su fidelidad a Dios. Gracias, por instruirnos con su sencillez y humildad. Gracias, por darnos la oportunidad de mostrar a nuestros hijos la alegría de Cristo en la JMJ de Madrid y en el Encuentro Mundial de las Familias de Milán; sus pequeños ojos resplandecían de emoción. Gracias, por enseñarnos que lo que hay que cambiar no son las enseñanzas de la Iglesia, sino el corazón del hombre, que debe volver sus ojos a Cristo. Nunca olvidaré su mirada llena de Espíritu Santo cuando le estreché la mano. En un instante, sanaron mis heridas como víctima del terrorismo, y me inundó la paz. Es como si usted conociera mi historia y me dijera: Sé lo que has sufrido, pero el amor de Dios es más grande que el mayor mal.

Esther Sáez,
madre de familia y víctima del 11M

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Gracias, por su esperanza

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Sabemos que estamos en un momento complicado, que ha sido una enorme responsabilidad la que usted ha sabido llevar, que tomar esta decisión no ha sido fácil y que en todo momento ha pensado en el bien de la comunidad cristiana. Por eso, queremos que sepa lo mucho que valoramos su mandato estos años, y queremos agradecer su visita a España en la JMJ de 2011.

Pero sé que esto no se queda aquí, y por ello quiero dar todo mi apoyo a nuestro futuro Santo Padre, que sabrá encauzar el camino que usted le ha dejado marcado. Para ello, un grupo de amigas hemos creado una campaña en las redes sociales para reunir todo el apoyo posible, complementado con la venta de magdalenas a la salida de las parroquias, creación de rastrillos de arte y otras acciones, para poder dar una grandísima bienvenida a su sucesor, esta Semana Santa en Roma, y darle todo nuestro aliento en este camino que comienza.

Gracias, por darnos esperanzas; gracias, por saber guiarnos; y gracias, por todo lo que ha hecho y continuará haciendo.

Andrea Vicentti Santos,
estudiante

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Volver a dar el paso de la fe

En este momento tan decisivo para la Iglesia, de corazón te quiero dar gracias. Yo soy misionera hace ya 16 años; nada puede doler más a un misionero que sentir que va perdiendo la fe, que es todo lo que tenemos. Así me he sentido en los últimos tiempos, por circunstancias personales, por palpar el pecado en miembros muy queridos de la Iglesia, por el ambiente cultural europeo que invita al relativismo… Pero, en este tiempo, tus escritos me han ayudado muchísimo, y los siento decisivos para haber podido volver a dar el paso a la fe. Desde esa Introducción al cristianismo, en la que sentí que te tomabas totalmente en serio lo difícil que puede llegar a ser el paso a la fe; pasando por las diferentes entrevistas de periodistas publicadas, donde te expones sin miedo a las preguntas y las contestas con toda sencillez; hasta la forma en la que te acercaste a una situación de pecado en la Iglesia tan fuerte como la de los abusos a niños. Mi experiencia es diferente, pero yo sentía también el llamamiento que hiciste a esos niños a que, aunque sea dolorosísimo, no se aparten de Dios. Gracias, por volver a abrirme la puerta de la fe, y te pido que sigas ofreciendo tu vida por todos nosotros.

Esther Vivas,
misionera de los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios, Daegeon, Corea del Sur

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Gracias, por fiarse de Jesucristo

Hace más de dos mil años, Pedro respondía a la pregunta de Jesús: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?, de forma clara y contundente: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Quería darle las gracias por esta última lección, su renuncia, que lleva implícitas las mismas palabras que fueron dichas por el apóstol. Porque sólo desde la certeza de que es el mismo Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo quien dirige la barca de nuestra vida, es posible lo inaudito, es razonable aceptar Su voluntad y abrazar Su plan, sea cual sea, aunque eso implique renunciar a ser la cabeza visible de la Iglesia. Gracias por su entrega, por su humildad y por su ejemplo. En todos estos años, y también ahora, con esta última lección, nos ha recordado que el mejor maestro, el que más se parece al Maestro, es el que enseña con el testimonio y con la entrega de la vida. Pero, sobre todo, gracias, muchas gracias Santo Padre, por fiarse de Jesucristo hasta las últimas consecuencias.

Laura Fernández,
profesora

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Estar en la Iglesia es servir

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Nos has conmocionado a todos con tu decisión. Es sorprendente por lo inusual en la sociedad civil. Has entendido, no sólo desde el intelecto, sino desde una fe hecha vida, que estar al frente de la Iglesia no es una cuestión de poder, sino de servicio. Es una lección para todos los que se creen importantes en la sociedad…, y en la Iglesia. Los que te hemos ido conociendo a través de tus escritos nos hemos sentido consternados. Veíamos claro que eras el Papa que la Iglesia necesita hoy; pero, si has estado en diálogo con Dios y has tomado esa decisión en el Espíritu, seguimos confiando. Ahora, con más tiempo para la oración y para la reflexión, te podemos confiar algo importante: reza -nosotros también rezamos- para que los cardenales se abran al Espíritu; y el Espíritu, a través de ellos, elegirá al Papa que la Iglesia necesita. Nosotros ya estamos rezando por ti, para que Dios te dé la fortaleza que necesitas para seguir escribiendo, y así nos orientarás con tu sabiduría, la que emana de una estrecha relación con Dios. Gracias y hasta siempre, Papa Benedicto.

Merche Liñán del Burgo,
profesora, miembro del grupo de teatro Siquem