«La salvación es la amistad entre nosotros y Dios» - Alfa y Omega

«La salvación es la amistad entre nosotros y Dios»

Dios da siempre con generosidad su gracia a los hombres que, en cambio, tienen «la costumbre de medir las situaciones»: comprender la abundancia del amor divino es siempre fruto de una gracia. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta

RV
Foto: L’Osservatore Romano

Abundante. El amor de Dios por el hombre es así. De una generosidad que al hombre en cambio se le escapa, demasiado habituado a medirse cuando decide donar algo de lo que posee. Es la clave con la que el Papa Bergoglio leyó el pasaje de San Pablo. La salvación que trae Jesús, que supera la caída de Adán, es una demostración de este darse con abundancia. Y la salvación –explicó el Santo Padre–, «es la amistad entre nosotros y Él»:

«¿Cómo da Dios, en este caso la amistad, toda nuestra salvación? Da como dice que nos dará a nosotros cuando hacemos una obra buena: nos dará una medida buena, apretada, colma, desbordante… Pero esto hace pensar en la abundancia y esta palabra, “abundancia”, en este pasaje es repetida tres veces. Dios da en abundancia hasta el punto que Pablo dice, como resumen final: “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”. Sobreabunda, todo. Y esto es el amor de Dios: sin medida. Todo sí mismo».

Un Dios que sale

Sin medida como el padre de la parábola evangélica, que todos los días otea el horizonte para ver si su hijo ha decidido volver a él. «El corazón de Dios –afirmó Francisco– no está cerrado: siempre está abierto. Y cuando nosotros llegamos, como aquel hijo, nos abraza, nos besa: un Dios que hace fiesta»:

«Dios no es un Dios mezquino: Él no conoce la mezquindad. Él da todo. Dios no es un Dios inmóvil: Él mira, espera que nosotros nos convirtamos. Dios es un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros. ¿Pero esto es verdad? Cada día Él nos busca, nos está buscando. Como ya ha hecho, como ya ha dicho, en la Parábola de la oveja perdida o de la moneda perdida: busca. Siempre es así».

Abrazo sin medida

El Santo Padre reafirmó asimismo que en el cielo se hace «más fiesta» por un solo pecador que se convierte que por cien que permanecen justos. Y sin embargo –reconoció Francisco– «no es fácil, con nuestros criterios humanos», pequeños y limitados, «comprender el amor de Dios». Se lo comprende por una «gracia», como lo había comprendido –recordó el Pontífice– la religiosa de 84 años de edad que conoció en su diócesis, y que aún se desplazaba constantemente por los pasillos del hospital para hablar con una sonrisa del amor de Dios a los enfermos. Ella –concluyó el Papa– ha tenido «el don de entender este misterio, esta sobreabundancia» del amor de Dios, que la mayoría no ve:

«Es verdad, nosotros siempre tenemos la costumbre de medir las situaciones, las cosas con las medidas que nosotros tenemos: y nuestras medidas son pequeñas. Por esto nos hará bien pedir al Espíritu Santo la gracia, rezar al Espíritu Santo, la gracia de acercarnos al menos un poco para entender este amor y tener el deseo de ser abrazados, besados con aquella medida sin límites».

María Fernanda Bernasconi / RV