No sé de qué nos espantamos - Alfa y Omega

No sé de qué nos espantamos

Mística, Doctora de la Iglesia, fundadora, escritora… muchos rasgos y, detrás, una gran santa, menos conocida de lo que merece. Teresa de Jesús (ed. Temas de hoy), editado por Luisa Aguirre y J. Ignacio Díez, ofrece una selección de sus textos

Colaborador

«Entre mis faltas tenía ésta, que sabía poco del rezado y de lo que tenía que hacer en el coro y cómo regirlo, de puro descuidada que era y metida como estaba en otras vanidades; y veía a otras novicias que me podían enseñar. Me pasaba que no les preguntaba para que no se diesen cuenta de que yo sabía poco…» (Vida 31.23).

• «Por una parte me llamaba Dios, por otra yo seguía al mundo. Me contentaban mucho todas las cosas de Dios, pero me tenían atada las del mundo. (…) Pasé así muchos años, que ahora me espanto cómo pude sufrirlo sin dejar o lo uno o lo otro. Bien sé que no estaba en mi mano dejar la oración, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes» (Vida 7.17).

• «Tenía este modo de oración: (…) procuraba representar a Cristo dentro de mí, y me encontraba mejor (en mi opinión) en las partes donde le veía más solo. Me parecía que si estaba solo y afligido, como persona necesitada, me tendría que admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas. En especial me hallaba muy bien en la Oración del Huerto: allí le acompañaba. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, y deseaba limpiarle, si podía, aquel sudor tan penoso. Pero me acuerdo de que jamás me atrevía a hacerlo, pues mis pecados me parecían muy graves. (…) La mayoría de las noches, durante muchos años, antes de dormirme me encomendaba a Dios y siempre pensaba un poco en este paso de la Oración del Huerto, incluso antes de ser monja, porque me dijeron que se ganaban muchos perdones. Creo que mi alma ganó mucho por aquí, porque, sin saber qué era, comencé a tener oración y la costumbre era tan habitual que no lo dejaba» (Vida 9.4).

• «Parece que es Su Majestad quien ha escogido las almas que ha atraído a Él… Y lo llevan con tal alegría y contento que cada una se considera indigna de haber merecido venir a este lugar; en especial algunas, que las llamó Dios de mucha vanidad y gala del mundo… A otras ha transformado de buenas en mejores. A las de poca edad da fortaleza y conocimiento para que no puedan desear otra cosa… a las que son de más edad y con poca salud les da fuerzas» (Vida 35.12).

• «Vino a verme un fraile franciscano, llamado fray Alonso Maldonado. (…) Hacía poco que había llegado de las Indias. Comenzó a contarme los muchos millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina. (…) Me fui a una ermita llorando mucho: clamaba a nuestro Señor y le suplicaba que me indicase cómo yo podría hacer algo para ganar alguna alma para su servicio, ya que el demonio se llevaba tantas, y que mi oración sirviese de algo, pues no era para otra cosa. Tenía mucha envidia de los que podían, por amor de nuestro Señor, dedicarse a esto, aunque pasasen mil muertes» (Fundaciones 1.7).

• «Para mí es un consuelo particular el ver una iglesia más, sobre todo cuando me acuerdo de las muchas que quitan los luteranos. No sé qué sufrimientos, por grandes que fuesen, se habían de temer a cambio de un bien tan grande para la cristiandad, (…) pues el hecho de que esté Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como está en el Santísimo Sacramento en muchas partes tenía que ser un gran consuelo. Es el que siento muchas veces en el coro cuando veo que estas almas tan limpias alaban a Dios» (Fundaciones 18.5).

• «Que se miren los libros de gasto con mucho cuidado y advertencia. No se debe pasar con ligereza por esto. (…) Es muy conveniente que se ordene el gasto conforme a la renta, aunque tengan que pasar como puedan» (Visita 10).

• «¡Grandísimo mal de los religiosos! En un monasterio hay dos caminos: el de la virtud y la religión, y el de la falta de religión. (…) Por nuestros pecados, se frecuenta más el más imperfecto, y como hay más es el más favorecido. (…) Y no sé de qué nos espantamos de que haya tantos males en la Iglesia, pues los que habían de ser los dechados, para que todos imitasen las virtudes, tienen más que borrado el trabajo que el espíritu de los santos pasados dejó en las Órdenes religiosas. Quiera la Divina Majestad poner remedio en ello, pues ve que es necesario. Amén» (Vida 7.5).

Teresa de Jesús