¿Habrá una regularización? - Alfa y Omega

Hoy nos llamó Fabrice desde Francia. Le sentí contento pero preocupado. Me contó que por fin había encontrado a su tío y que iba a vivir con él. Aunque su tío lleva más de ocho años en París, no tiene papeles, vive en una casa ocupada en Chateux Roje con 20 personas más, y se busca la vida vendiendo artesanía africana por las calles. A Fabrice le conocimos el invierno pasado. Fue uno de los jóvenes que protagonizaron un salto a la valla en Melilla en septiembre. Tras unos meses en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), tuvo suerte y llegó a Madrid.

Fabrice vivía en Camerún con su familia hasta que un grupo guerrillero atacó su barrio y en el asalto murieron sus padres y su hermana pequeña. Tras la desgracia, los hermanos se repartieron con parientes que vivían en otros lugares del país, y a él su tío le animó para que se fuera a Francia. Fabrice no quería, pero también tenía miedo de que el Ejército le obligara a alistarse para luchar contra la guerrilla, por lo que finalmente tomó la decisión de partir. En la frontera sur sufrió tres devoluciones en caliente y, aunque quiere, no puede olvidarlas. Sus cicatrices se lo recuerdan de forma imborrable. Al llegar España intentó solicitar asilo pero se lo denegaron, y ahora en Francia quiere hacerlo de nuevo.

Ayer me preguntó si yo pensaba que con la llegada de los sirios a Europa las leyes iban a ser más fáciles también para los africanos, o si todo iba a seguir siendo igual de duro, como dice su tío. No supe qué contestar. Le pasé un contacto de la asociación Sans Papiers de París y le animé a que se organizara con ellos. Fabrice se despidió contento, pero yo, la verdad, al colgar me quedé triste. Me vinieron a la cabeza las imágenes de los africanos en el infierno de Calais, y la conversación de hace unos días con otro amigo senegalés que lleva en España nueve años sin papeles y que me preguntó con angustia: «¿Tú crees que habrá pronto una regularización?».