Alejandro José Mendoza: «¿Quién eres tú para decir que hoy no hay Misa?» - Alfa y Omega

Alejandro José Mendoza: «¿Quién eres tú para decir que hoy no hay Misa?»

La ONG salesiana Jóvenes y Desarrollo ha puesto en marcha la campaña SOS Siria para ayudar a los cristianos y musulmanes que se refugian en los colegios salesianos de Alepo, Kafroun y Damasco. El padre Alejandro José Mendoza, que vive en Damasco, participó ayer en una mesa redonda en Madrid para recordar que todavía quedan sirios en Siria

Cristina Sánchez Aguilar
Dos jóvenes pasean entre los escombros tras un bombardeo en Damasco, capital de Siria. Foto: CNS

«Un día, hace cerca de un año, estaban cayendo misiles en Damasco. Era domingo, día en que celebramos cuatro Misas para los más de 500 jóvenes que vienen a nuestro oratorio. Tomé la decisión de no celebrar Misa, porque estamos en el centro de la ciudad y la mayoría de los jóvenes viven muy lejos. Cada fin de semana enviamos autobuses para que los recojan, pero esta vez me daba miedo. Mandé por la mañana mensajes a todos los responsables para que avisaran a los chicos. A la cinco de la tarde, la hora de la primera Eucaristía, apareció en la puerta un grupo de unos 25 jóvenes que habían venido caminando desde uno de los barrios más apartados del centro. Me enfadé mucho con ellos, pero me dijeron: “¿Quién eres tú para decirnos que no podemos venir a Misa?”, y me callaron la boca. Si para mí esa decisión fue difícil, imagínate sus padres, que cada día toman la decisión de dejarles ir o no a la escuela. Si les dejan, arriesgan la vida de sus pequeños. Si no les dejan, arriesgan su educación y su futuro».

Por eso cada vez es mayor el número de jóvenes y familias que huyen de Siria.
Se han ido muchísimos cristianos. El momento clave es cuando los hijos terminan la universidad; ahí tienen que optar por quedarse o venderlo todo y empezar de cero. Pero esta decisión supone emprender un viaje en el que pueden morir, y que todo el esfuerzo de sus vidas no sirva para nada. Nosotros, por ejemplo, hemos formado a muchísimos laicos y de un día para otro se han marchado. Gracias a Dios, ahora tenemos a 80 animadores ayudándonos en la pastoral.

Supongo que la perspectiva de poder emigrar a Europa les animará aún más a salir.
Sí. Cuando los jóvenes vienen a hablar conmigo me dicen que quieren marcharse, la mayoría a Europa. Si ese viaje es porque les han aceptado en una universidad, les digo que adelante. Pero cuando me dicen que van a meterse en un barco clandestino, les muestro mi desaprobación. Pero su razonamiento es aplastante: «Padre, si viajo puede que muera, pero si me quedo aquí es seguro».

La situación en Damasco empeora por momentos.
Los dos últimos meses han sido fatales, y aunque está muy protegida por el Gobierno, Damasco no va a lograr resistir eternamente. Eso sí, no nos gusta cuando nos comparan con Alepo, porque si nosotros lo pasamos mal, aquello es un infierno. Por ejemplo, a nosotros nos cortan la electricidad todos los días ocho horas, pero en Alepo hay electricidad una hora cada dos días. Aquí nos puede faltar el pan, pero a ellos les falta todo tipo de comida. Nos falta el agua cuatro horas al día, y ellos han estado tres semanas sin agua.

¿La guerra ha provocado una evolución en la fe de los cristianos sirios que permanecen?
Sin duda. En Siria se vivía la fe con un sentido muy tradicional. Cuando empezó la guerra, la gente entró en crisis, porque no tenían a qué aferrarse. Nosotros los sacerdotes colaboramos con esa crisis, porque al inicio de la guerra dijimos a muchos que, si rezábamos con fuerza, todo acabaría. Y no terminó. Eso fue un golpe duro para los cristianos. Así que evolucionamos juntos. Nos abandonamos en el Señor y decidimos construir con nuestras propias manos el Reino. ¿Cómo podíamos exigir a nuestros hermanos musulmanes que vivieran en paz cuando nuestra paz no era la verdadera? Esto nos llevó a muchos a vivir una fe muy profunda.

Una fe que ha traído bendiciones. Ahora atendéis a 1.200 jóvenes.
Y llegamos a tener solo 20, porque a los padres les daba miedo dejar salir a sus hijos a la calle. Así que empezamos a visitar a las familias en sus casas. El objetivo principal era darles consuelo y distribuir las ayudas económicas que nos iban llegando. En esas visitas encontrábamos a jóvenes desesperanzados que veían cómo amigos suyos morían al ser alcanzados por un proyectil. Nos preguntaban de qué servía esforzarse si iban a morir de todas formas. Nos centramos en seguir un camino espiritual muy fuerte con ellos, y los que iban renaciendo a la esperanza contagiaban a otros. De este modo, en verano llegamos a tener en el centro a 1.200 jóvenes, y hay otros que quieren empezar a participar.

El padre Alejandro José Mendoza tiene 36 años y es misionero salesiano en Damasco. A los 24 abandonó su Venezuela natal para acompañar a los cristianos de Oriente Medio. Lleva cuatro años en Siria, cuatro años siendo sacerdote y cuatro años sobreviviendo a la guerra. «¿Cómo voy a marcharme y abandonar a mi familia en medio de la guerra? No podría dormir nunca más». Hasta hace una semana era el director de la comunidad salesiana en Damasco. Ahora es el ecónomo de la provincia salesiana de todo Oriente Medio. Más información de SOS Siria en www.jovenesydesarrollo.org/siria