Del Chad a Madrid - Alfa y Omega

Del Chad a Madrid

Rodrigo Pinedo
Foto: OMP

La semana pasada leíamos en estas mismas páginas un estupendo reportaje sobre el Domund, centrado en la religiosa murciana Antonia Valverde –Toñi–, misionera en Cuba, y en Carlos Gómez Vírseda, un jesuita que ha trabajado como médico en el Chad. No tengo la suerte de conocer a Toñi, que pone rostro a la última campaña de Obras Misionales Pontificias; pero sí he tratado y trato con Carlos, al que muchos llaman Charlie.

Me puse en contacto con él el año pasado para pedirle que contara su testimonio en la revista de antiguos alumnos de Nuestra Señora del Recuerdo. En su artículo recordó que, siendo niño, en clase de Plástica le pidieron que dibujara qué quería ser de mayor y él pintó «un mapa de África y una cruz en medio». «Misionero, escribí como título. No sé qué se me pasó por la cabeza. Quizá quería simplemente hacer la pelota a la profesora y confiaba en que eso le iba a gustar. Quizá había algo de admiración por las historias que los jesuitas nos contaban de sus andanzas en Latinoamérica y África», detallaba, justo antes de explicar cómo fue formulando su vocación y cómo, al final, acabó en África.

Hoy, Charlie ha vuelto a Madrid. Igual echa de menos el Chad, igual una parte de él todavía se imagina entregándose en las fronteras, junto al más débil; pero ahora le toca formarse y seguir cultivando sus talentos para darse más y mejor a otros. Además, y por eso me he vuelto a encontrar con él, acompaña a un grupo de jóvenes de la Comunidad Universitaria Francisco Javier. Su mirada puede abrir los ojos a unos chicos que apenas acaban de alcanzar la mayoría de edad. Puede ser su acompañante y amigo para el camino que tienen por delante. Y esto es fundamental.

Aunque ya casi suene a lugar común, los senderos del Señor son inescrutables. Hace más de 20 años, Charlie se dibujaba en África y allí fue a parar de mayor. Hoy está aquí, en Madrid, pero no sabemos dónde estará mañana (o en unos años). Sus vivencias en el Chad no se pueden quedar allí; ni el testimonio de Toñi puede perderse en Cuba; ni pueden dejar nunca de interesarnos las historias de sacerdotes y religiosos que, como los que escriben en la sección Desde la misión de este semanario, comparten su día a día con los olvidados. Aprendamos de todos aquellos que gastan su vida lejos de sus casas; recemos por ellos y por aquellos que algún día la gastarán.