Beata Teresa de Calcuta: Lápiz para una carta de amor - Alfa y Omega

Beata Teresa de Calcuta: Lápiz para una carta de amor

El centenario del nacimiento de esa mujer pequeña, arrugada y vestida de blanco y azul, a la que el cariño sigue llamando madre, ha sido una ocasión más para que cualquiera, que no tenga una venda en los ojos, se haya vuelto a preguntar qué había detrás de tanto amor -nada de filantropías, gracias-. La respuesta: Cristo y el Evangelio

María Martínez López

Aunque nació en lo que hoy es Skopje, la capital de Macedonia, la Beata Teresa de Calcuta decía de sí misma: «De sangre soy albanesa. De ciudadanía, india. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo». Y el mundo entero -Skopje, Albania, la India, pero también Italia, Estados Unidos, Francia, Dinamarca, Alemania…- celebró, el 26 de agosto pasado, el centenario de su nacimiento con celebraciones religiosas de todo tipo, pero también con sesiones parlamentarias, exposiciones (incluida una en un tren que recorrerá la India los próximos seis meses), simposios, monedas conmemorativas, espectáculos, monumentos iluminados de blanco y azul, etc.

En España, el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, presidirá la Eucaristía en su memoria, el próximo 7 de septiembre, a las 19 horas, en la catedral de la Almudena. Además, en la casa de las Misioneras en la capital, se está celebrando una novena para preparar su fiesta litúrgica, el domingo 5 de septiembre. En Barcelona, la iglesia de San Agustín ha acogido varias Eucaristías en su honor, una de ellas celebrada por monseñor Joan Godayol, obispo emérito de la diócesis de Ayaviri (Perú).

Son celebraciones que -al menos las católicas- no se han quedado en un mero recuerdo. El Papa Benedicto XVI, en su mensaje a las Misioneras, manifestaba su deseo de que fuera «una ocasión de gratitud ferviente hacia Dios por el don inestimable que Madre Teresa ha sido en el transcurso de su vida, y que sigue siendo a través de la obra amorosa e incansable» que llevan a cabo sus hijas espirituales, basándose en su legado.

En una entrevista a la agencia vaticana Fides, sor Mary Prema Pierick, Superiora General de las Misioneras de la Caridad, daba algunas claves de esta herencia: el empeño en «ser cada vez más santas», ponerse a la escucha de Jesús, confiarse a la Providencia, y preocuparse de aliviar no sólo el sufrimiento físico, sino también el espiritual, sobre todo mediante la oración diaria ante la Eucaristía. «Para nuestro trabajo -añadía-, esto es fundamental: no se trata de un compromiso social, sino de un verdadero compromiso misionero».