Jóvenes aburridos - Alfa y Omega

Aproximadamente desde hace dos décadas, ha aumentado de modo preocupante el número de jóvenes que padecen de aburrimiento, perturbación considerada como una de las más espantosas por las que un joven puede atravesar justo en el momento de su vida en el que su corazón y su cabeza circulan a más velocidad que un acelerador de partículas.

Una parte no pequeña de nuestros jóvenes postmodernos se aburren, y huyen como locos de ese estado de desesperación encubierta indeseable. Aburrirse es inaguantable, y más en un joven que naturalmente demanda divertirse de modo intenso y constante. Estudios psicológicos y sociológicos advierten con fiabilidad alta que un joven aburrido se expone con mayor riesgo a desembocar en conductas adictivas nocivas como el consumo de alcohol y estupefacientes y/o en otras adicciones menos confesadas como el sexo, el juego, el shopping compulsivo, adicciones de internautas…

Si en una sociedad el conjunto de sus jóvenes se aburre, es porque les aburre la misma sociedad que los acoge y agita. Algo huele a fracaso institucional, porque no se ha sabido presentar de modo atractivo e inteligente una oferta que dé respuesta a las apasionantes inquietudes que afloran en esta etapa crucial de la vida.

Nuestros niños viajan hacia la adolescencia y juventud con el sobrepeso de una mochila exterior bien equipada y repleta, pero con la mochila interior estrictamente vacía. He aquí el joven aburrido, un joven sin interioridad programado para vivir constantemente con un afán inmoderado de novedades que hace que su mente deambule habitualmente en la dispersión y se desquicie ante el horror vacui, horror a quedarse en blanco y sin nada que hacer.

Solución valiente y ardua sería promover la cultura de la interioridad. Disminuir el nivel de ruidos y de interferencias, que haga posible a un joven sustraerse para estar a solas. Sólo estando a solas se puede ser consciente y asumir las riendas de la vida personal; en el recogimiento interior puede un joven encontrar el clímax idóneo para hacer lo más humano y apasionante que se le puede ocurrir: pensar, contemplar y leer. Lo dice lúcidamente la filosofa alemana Hannah Arendt: «Cuando se deja de pensar, un hombre es sustituible por cualquier otro», o por cualquier cosa. En definitiva, sólo el hombre interior que piensa, contempla y lee puede poseerse y darse al otro, tomarlo en serio, es decir: dialogar. Se conocen muchos jóvenes que, con estas instrucciones, logran escapar del aburrimiento, porque viajan hacia dentro y desde la atalaya interior cultivan la función creadora de su potente inteligencia que les hace más libres y perfectos para darse a los demás y divertirse con ellos.

Emilio García Sánchez