Caridad, no filantropía - Alfa y Omega

Caridad, no filantropía

Tras más de un año como presidenta de Manos Unidas, doña Myriam García Abrisqueta hace un balance positivo sobre el 2009 en esta asociación católica: un año marcado por la crisis económica, que ha puesto de manifiesto la solidaridad de los españoles; más de 690 proyectos concluidos satisfactoriamente y una labor en Haití sobresaliente en el mundo entero lo resumen. Así ha sido 2009 en Manos Unidas y para su presidenta:

Cristina Sánchez Aguilar

Cincuenta años de lucha para erradicar el desigual reparto de los bienes y la crisis de valores humanos y cristianos. ¿Es ahora, más urgente que nunca, cambiar el corazón del ser humano para poder erradicar la miseria, o es una cuestión meramente económica?
No es una cuestión meramente económica. Manos Unidas, desde que se creó, tiene muy claro que transformar este mundo en un mundo más justo, en el que todas las personas puedan vivir con la dignidad que, como hijos de Dios, merecen, no sólo consiste en realizar unos proyectos de desarrollo que beneficien a las personas económica y materialmente. El desarrollo tiene que ser integral, auténtico y basado en la verdad, como dice el Papa en Caritas in veritate. Ya decían hace 50 años las mujeres de Acción Católica que había que luchar contra el hambre: el hambre de pan, de cultura y de Dios. Somos llamados a estar al lado de nuestro prójimo, el que más sufre, porque es el rostro en el que descubrimos a Dios.

Además, desde Manos Unidas también se trabaja a través de la sensibilización: para erradicar el hambre, no sólo son importantes los proyectos de desarrollo, sino también luchar contra las causas que provocan esa injusticia. No podremos acabar con el hambre en el mundo si no transformamos nuestra vida, nuestras formas de consumo y las estructuras que generan ese desequilibrio tan brutal entre las personas.

Manos Unidas acaba de publicar la Memoria 2009. ¿Cuál es el balance global de su trabajo durante este año?
El balance ha sido muy positivo. Durante el 2009 se han realizado 692 proyectos repartidos en diversos sectores, encabezados por el educativo. Este año también, en un momento de crisis en el que muchas familias españolas se ven afectadas tan dramáticamente, hemos vivido la generosidad de la sociedad española, que nos ha seguido apoyando. Un 92,1 % de los fondos recaudados va destinado directamente a los proyectos, y en 2009 hemos conseguido mantener las cifras de recaudación, incluso un poco por encima del año 2008. Si son momentos difíciles para nosotros, imaginemos para las personas que viven en lugares donde esta crisis global afecta de manera mayor. Detrás de cada proyecto hay personas con sus nombres y sueños. Poder ayudar a mejorar sus condiciones de vida, supone un balance muy positivo.

¿Por qué la promoción de la mujer es un punto fundamental en el trabajo de Manos Unidas?
Por muchas razones, pero principalmente porque luchamos por la dignidad plena de las personas y las mujeres, en las zonas donde trabajamos, son las más vulnerables, las más desprotegidas e injustamente tratadas. También Manos Unidas es una institución que, mayoritariamente, fue fundada por mujeres; todas las Presidentas han sido mujeres y es algo connatural a nuestra identidad. También hemos comprobado que, cuando apoyas y promocionas a las mujeres, los proyectos son mucho más sostenibles, porque se crea tejido social.

Uno de los momentos más duros de este año fue el terremoto de Haití, país en el que Manos Unidas trabajaba activamente y que, ahora, es uno de sus grandes receptores de ayuda. ¿Cómo definiría el trabajo que Manos Unidas está realizando en la reconstrucción de Haití?
Manos Unidas llevaba 30 años en Haití, porque antes del terremoto era un país con elevadísimos índices de pobreza, con una sobreexplotación de los recursos naturales. Cuando surgió esta catástrofe, Manos Unidas continuó al lado de esos hermanos que sufren. La sociedad española confió en nuestro trabajo y ha sido muy generosa con las personas de Haití. Desde el principio, empezamos con las contrapartes, con los socios locales y misioneros que estaban allí, con los que ya teníamos experiencia de trabajo, y empezamos a mandar recursos de primera necesidad. Ahora, seguimos trabajando en escuelas provisionales y en proyectos en las zonas rurales. Hemos constatado, gracias a nuestras contrapartes, que en estas zonas ha habido un aumento de la población, ya que muchas de las personas de Puerto Príncipe han regresado a sus lugares de origen a vivir. Ahora hay que apoyar allí, para que puedan cultivar y así tengan un medio de subsistencia.

¿Por qué decidió ser voluntaria de Manos Unidas?
Fue una vocación. Mi vida ha sido un regalo por muchas circunstancias: recibí una educación en un colegio religioso, he tenido mi parroquia, mi grupo de matrimonios con los que he seguido creciendo en la fe, una familia extraordinaria, había estudiado lo que me gustaba…, pero tenía una inquietud, quería buscar una institución con la que compartiese los valores; así encontré la acogida en Manos Unidas, católica y de voluntarios, donde podía dar gratis lo que había recibido gratis. Encontré ese espacio que me permitía dar respuesta a esa llamada y compartir la misión y visión: estar al lado de los que más sufren.

¿Qué ha aprendido estos años?
He recibido a manos llenas el testimonio de personas increíbles. He visto cómo se puede transformar la vida de las personas. He recibido tantísimo… Alguien me preguntaba hace poco sobre cómo rezaba, y le decía que daba las gracias, porque me siento auténticamente privilegiada. Visitar un proyecto y ver cómo niños que soñaban con la educación, ya pueden ir a la escuela; madres que tenían miedo a dar a luz y que, tras contribuir a que se construya una maternidad, ya pueden dar a luz de forma segura; o cómo las familias tienen acceso al agua potable, que no les envenena. Cada rostro que he visto, cada proyecto que, ahora como Presidenta, firmo, realmente es un regalo de Dios.

¿Qué diferencia a Manos Unidas de otras ONG?
Creo que a Manos Unidas la define que es una ONG de desarrollo, y al mismo tiempo es una Asociación Pública de Fieles, una institución de la Iglesia católica en España, formada fundamentalmente por voluntarios que dan gratis lo que han recibido gratis. Como católica, es universal, y no se fundamenta sólo en la solidaridad o la filantropía, sino en la caridad, porque nos inspiramos en el Evangelio y en la doctrina social de la Iglesia. Hacemos las cosas transparentes, eficaces y diligentes, pero las hacemos por amor al prójimo, que tiene derecho a una dignidad y vida plena por ser hijo de Dios. Eso es lo que nos mueve y eso nos debe distinguir.

Haití: verlo es otra cosa

Ya habían pasado varios meses, pero no había cambiado mucho la situación. Y es que, desde que aquel 12 de enero, cuando empezó a temblar la tierra, una pesada y nebulosa sensación de provisionalidad lo invade todo. Cuando dejó de temblar, poco a poco la gente fue tomando conciencia del desastre. 222.570 fallecidos, 310.928 heridos, 20.000 lisiado y tres millones de damnificados.

Había que estar en Haití. Porque no es lo mismo lo que se pueda pensar o decidir desde Madrid que ver la realidad, escuchar lo que la gente cuenta, lo que desea, lo que necesita. Fueron dos semanas duras. Quizá es la palabra devastación la que mejor puede resumir lo que vimos. Te van contando: «Aquí había una escuela; murieron 47 niños». «Esto era un convento de religiosas; se hundió y quedaron todas bajo los escombros». No es lo mismo verlo por la televisión o tener las cifras de muertos. Verlo es otra cosa.

Murió casi el 3 % de la población. Conocimos a Darling: estuvo bajo los escombros hasta las 11 de la mañana del día siguiente. Se recuperó en un hospital de la República Dominicana, y ahora, parece haber recuperado su alegría y la ilusión por el futuro; así lo dicen sus profundos ojos negros. Rose Elene, sin embargo, que también tiene 11 años, no se acostumbra a la prótesis que le han puesto hace unos días para sustituir a su pierna izquierda. Phaldoul Amisial trabaja en el hospital Pediátrico San Damián. Se dirigía a su casa cuando se movió la tierra. Cuando llegó a su barrio, su casa era un montón de escombros. Le duele su país y su gente. Le irrita que su país esté tomado por fuerzas militares armadas. «¡No estamos en guerra, no estamos en guerra!», grita. «Lo que necesitamos son médicos y psicólogos, para curarnos porque todos los haitianos estamos heridos por dentro».

Cientos de campamentos de damnificados salpican la ciudad, en los sitios más inverosímiles: en un parque, en el aparcamiento de unas oficinas, en las cunetas… Lo hicieron ellos. No nos lo contaron los medios, pero es verdad. Fueron los haitianos los que en los primeros días rescataron miles de heridos bajo los escombros, y los que montaron esos cientos de campamentos, para aliviar a la gente y organizar el reparto de lo que había. Se aprecia en la gente mucha dignidad. Están golpeados, pero dignos, no lastimeros. Vemos una sociedad civil golpeada, pero reactivada y capaz, que a lo largo de las semanas ha ido construyendo un proceso de reflexión sobre el sentido de la reconstrucción. Y nosotros vemos, observamos, escuchamos. Queremos apoyar para que este país se levante, y no sólo para que vuelva a estar como el 11 de enero. No se trata de reponer lo perdido. Se trata de impulsar la actividad productiva, de crear puestos de trabajo en el campo y la ciudad…, promoviendo también la organización de la gente para el desarrollo. La unión hace la fuerza.

Waldo Fernández
Coordinador de Manos Unidas en Centroamérica y El Caribe