La Capilla del Obispo: una catequesis única en el Madrid castizo - Alfa y Omega

La Capilla del Obispo: una catequesis única en el Madrid castizo

En este mes de septiembre, quedará abierta a los fieles la recién restaurada Capilla del Obispo, verdadera joya en pleno centro del Madrid de los Austrias. La describe el Delegado episcopal de Patrimonio Cultural de la diócesis madrileña:

Redacción
Fachada principal de la Capilla del Obispo, en la madrileña plaza de la Paja

El año 1520, don Francisco de Vargas, ilustre vástago de don Juan de Vargas, para quien san Isidro trabajó durante muchos años, promovió, según las trazas diseñadas por Villoldo el Mozo, la denominada Capilla del Obispo. Francisco de Vargas, consejero de los Reyes Católicos, Secretario del rey Fernando y Privado del emperador Carlos V, concibió estas capilla como sepulcro para el cuerpo incorrupto de san Isidro. Posteriormente, el Papa León X autoriza el traslado del cuerpo de san Isidro a esta capilla, hasta que unos años después, a instancias de la parroquia, el Papa Paulo III, en 1544, resuelve la devolución del cuerpo a la parroquia en la que san Isidro venía reposando durante siglos. Este acontecimiento provocó un gran desencuentro de la familia Vargas con la parroquia de San Andrés, y es a partir de este momento cuando don Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia, segundo hijo del fundador, confiere un nuevo destino a la capilla como monumento funerario familiar, disponiendo su enterramiento y el de sus padres en este lugar.

El retablo y, a sus lados, sepulcros de los padres: don Francisco de Vargas y doña Inés de Carvajal

El obispo Vargas y Carvajal confía a don Francisco Giralte (Valladolid 1500-Madrid 1566) el retablo y los cenotafios de la capilla. Don Francisco Giralte fue uno de los dos discípulos más destacados del gran maestro del naturalismo manierista de la escuela castellana: Alonso de Berruguete, con quien colaboró en la construcción de la sillería de la catedral Primada de Toledo. Su estilo deriva claramente del de su maestro, al que sigue en sus figuras contorsionadas y de rostros muy expresivos, rayando en el patetismo, aunque Giralte atempera en sus obras estas características, otorgando a sus modelos una mayor serenidad. Sus retablos, como el de esta capilla, son abigarrados y tendentes a la exuberancia decorativa, muy en la línea del manierismo imperante en esta época y como podemos comprobar en clara sintonía con el otro gran maestro castellano, Juan de Juni, formado en Italia y que aportó a la escuela castellana un aire manierista genial y sublime. Es preciso señalar que, sin lugar a dudas, el retablo de la Capilla del Obispo, culminado en 1550, constituye la obra maestra de Francisco Giralte y el monumento único de esta época en la ciudad de Madrid.

Como podemos convenir, los mejores artistas de la escuela castellana experimentaron siempre, desde lo hondo de su ser, una necesidad imperiosa de testimoniar y manifestar su fe y su experiencia religiosa a través del arte de su escultura. Hay que subrayar también que todo este conjunto histórico-artístico posee una finalidad teológica, que podemos definir como una gran catequesis, dirigida por el artista, para provocar el asombro religioso e invitarnos a la contemplación e interiorización de la bondad y la belleza del misterio de Jesucristo, a quien la Iglesia confiesa como el Camino, la Verdad y la Vida, pues como nos recuerdan los escolásticos y, singularmente, el Papa Juan Pablo II en su Carta a los artistas, la belleza es la clave privilegiada para el encuentro con Dios.

Por último, es justo felicitar al Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid y a la Dirección General del Patrimonio Histórico por esta feliz iniciativa, que ha hecho posible la recuperación de tan singular monumento para la ciudad de Madrid.