A sus 34 años, el joven madrileño César Lucendo debuta con cierto éxito en la dirección teatral con la amable comedia El amor de Eloy, a partir del libreto original del laureado dramaturgo y actual director del Centro Dramático Nacional, Ernesto Caballero (Squash, 1986).
Cada individuo encierra múltiples personalidades dentro de sí mismo y, en algunas ocasiones, se mezcla creando dentro de nuestra mente un debate interno que nos hace prácticamente imposible tomar cualquier tipo de decisión. En el caso de Eloy, se marcan tres personalidades, muy definidas y contrastadas, interpretadas por tres actores distintos que comparten escenario durante toda la obra: El Eloy pesimista (David V. Muro), el Eloy romántico (Javier Martín) y el Eloy racional (Raúl Gómez).
El único tema de debate que tienen los tres son sus problemas con las mujeres. Después de varios fracasos amorosos aparece en sus vidas ELLA (Patricia Pérez). Revolucionará sus vidas y paseará su amor por cada una de las tres partes de Eloy, adueñándose de sus sentimientos y de su lujoso apartamento.
Irrisiblemente divertida, El amor de Eloy podría haber sido un gran espectáculo, en el tono de la flamante y vibrante Toc-toc (versión española de Julián Quintanilla), y sin embargo queda reducida a una sucesión de clichés que ponen el acento en los tópicos mundanos sobre las relaciones de pareja, sin profundizar en ninguno. Es, más bien, una carrillada simpática de escenas cortas que van armando un discurso consistente -muy bien hilado, ojo, gracias a sus tres vibrantes intérpretes masculinos que dan forma a la totalidad de Eloy -aunque ligero en su planteamiento de base. Lo cual no quiere decir que El amor de Eloy sea ni una mala obra ni una mala comedia. Lo que le ocurre a esta propuesta teatral, que se desarrolla en 75 minutos, es que repite las ideas que ya se han visto en tantas otras comedias al uso, y sin aportaciones: se especula sobre el sexo y las fantasías que se pueden crear a partir de él, se hace una nítida apología del no comprometerse con nada ni con nadie y se propone al individualismo como medio de supervivencia. Y a falta de uno, de tres, además de sus cacareados brotes de feminismo ramplón.
Vistos, pues, por encima, los temas que propone Caballero, El amor de Eloy engancha desde el primer momento al espectador, resulta dinámica, fresca, ágil, a lo que contribuye positiva y definitivamente la presencia de la pizpireta Patricia Pérez en uno de sus papeles más divertidos hasta el momento y que ha sabido defender con personalidad y madurez. Por si no fuera suficiente, deben añadirse las virtudes del equipo técnico -que tiene también un papel importante-, así como el diseño de escenografía y su original puesta en escena, que mezcla -sin resultados horteras-, clasicismo y vanguardismo.
De este modo, y pesar de la ñoñería que acompaña a cada diálogo, El amor de Eloy gana con la feliz propuesta dramática de Lucendo, que mueve a sus actores por la escena con total naturalidad, consigue crear atmósferas -en ocasiones brillantes-, y hace que funcione, bien engrasada, la dramaturgia de Caballero en su presentación, nudo y desenlace.
En resumen, una comedia ligera para pasar un rato cómodo -que da de sí lo que da de sí-, riéndose de las desgracias ajenas, o de las propias, aunque eso depende de donde se ubique el espectador y que apetece mucho en estos momentos como arte de magia y escapismo. Si no, que le pregunten a Julio Iglesias.
★★★☆☆
Calle Marqués de Casa Riera, 2
Banco de España
ESPECTÁCULO FINALIZADO