¡Fuera complejos! - Alfa y Omega

Los complejos, como todo estudiante de Psicología sabe, son, a la hora de la actuación, comportamientos perturbados, que dejan traslucir una personalidad insegura, inconsistente, escindida. Hay partidos que no los tienen: Batasuna o UPyD, por ejemplo. O los laboristas y conservadores ingleses. En cambio, el PSOE, en ciertas Comunidades españolas, como en la mía de Navarra -aun cuando acierta, como esta vez, en tomar las decisiones políticas más justas-, anda siempre jugando a ser un partido de izquierda, unas veces; otras, un partido progresista, cuando no de aliado potencial de formaciones independentistas, a las que llama nacionalistas, que no aceptan la Constitución ni el Estatuto de Autonomía correspondiente y, además, quieren separarse de España. Ningún partido social-demócrata europeo haría una cosa semejante en Europa.

¡Cuánto mejor fuera si, desdeñando los malos ejemplos de socialistas catalanes, gallegos o baleares, que ni se atreven a llamarse españoles, el PSOE se presentara siempre como un partido social-demócrata (mejor que socialista, sintagma muy envejecido desde mediados del siglo XX), en la línea de los alemanes-británicos-holandeses y nórdicos, y actuara como un partido sin complejos, fiel a los valores supremos de la justicia y la libertad (nunca una sin la otra), y fiel al patriotismo –patriotismo, sí, no nacionalismo– español y europeo!

Bien es cierto que la social-democracia europea está en vías de renovación y de actualización. Pero sigue siendo una de las pocas ideologías que se tienen en pie.

Un partido social-demócrata no tiene por qué andar enmascarándose de partido de izquierdas, o de partido progresista. De izquierdas se denominan, por ejemplo, Izquierda Unida, ERC, Aralar, Batasuna, y ahora EA. ¿Y qué? La izquierda europea abarca, teóricamente, desde Blair a Stalin. ¿Y qué hacemos con eso? Como de derechas suele incluirse desde Churchill a Hitler. De izquierda o de derecha se dicen muchos, que no saben decir otra cosa. Lo que no trae más que confusión y pérdida de tiempo.

Y progresistas ¿quiénes son? Hubo en España un famoso partido progresista liberal en el siglo XIX. Ahora cualquiera se llama así, a veces sólo por ser anticlerical, antinuclear, ecologista y hasta por dar a una ONG los millones que le sobran.

La social-democracia tiene poco que ver con el señoritismo liberal o libertario, con el deporte del aborto, con el laicismo que no sea la genuina laicidad, con llamar matrimonio a las uniones homosexuales, con el odio y la mentira de los independentismos, con la perpetuación del guerracivilismo, y cosas así.

La pasión diaria por la justicia, la igualdad, la protección de los débiles y excluidos, y la cultura humanista rechazan por sí mismas toda desnaturalización, toda tergiversación. Y no producen, en cualquiera de sus manifestaciones, complejo alguno. ¡Fuera complejos!