Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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¿Por qué tengo miedo?

¿Por qué, Dios mío, sintiéndote cerca de mí, que lo he puesto todo en tus manos, rogándote de todo corazón que me ayudes, que me encuentro muy sola, que tengo miedo del mañana, que necesito una señora que me cuide hasta el día en que me reúna contigo? Llevo años, Señor, pidiéndotelo. Siempre te lo he pedido directamente, Sagrado Corazón; y ahora lo hago por medio de tu Madre. A Ella, Señor, no se lo negarás, ¿verdad?

Desde que nací me has ayudado, y ahora ya mayor, no muy bien de salud, ahora, cuando más te necesito, estoy segura de que me echarás una manita. ¿Qué haría yo sin fe? Es lo más importante en la vida, y constantemente me digo: «No estoy sola». Jesús me espera en el sagrario, y esto me sirve de consuelo.

Margarita Boned
Madrid

Teresa en Toledo

Hace poco estuve con mi familia y unos amigos por Toledo haciendo una ruta teresiana para celebrar los 50 años de mi hermano mayor. De nuestro guía, el padre Tito, aprendí sobre santa Teresa cantidad de cosas que de ella ignoraba. Terminamos el recorrido comiendo en el claustro de los Carmelitas Descalzos. Un sitio precioso y acogedor. Un día interesante, de esos que dejan huella.

Tanto me gustó la visita que, según llegué a casa, volví a retomar la lectura de santa Teresa que hace meses dejé y lo hice con más ilusión que cuando empecé. Al haber recorrido las calles por donde ella estuvo, con las explicaciones escuchadas, la sentía más cercana. Ahora, al leerla, trataba de imaginármela escribiendo en el suelo con la pluma, o paseando por las calles de Toledo, con las monjas en el convento…

La verdad es que volví sorprendida, siempre había asociado a Teresa con Ávila y nunca imaginé que yendo de paseo por Toledo aprendería tanto de una mujer a la que admiro y quiero.

Maite Pérez
Madrid

El Papa Francisco con la vida

Durante su intervención ante el Congreso en su visita a EE. UU., el Papa pidió erradicar la pena de muerte, hoy vigente en 32 de los 50 estados que componen aquel país. Para los que somos abolicionistas, resulta gratificante que esa solicitud provenga del Vicario de Cristo en la Tierra, pues en pleno siglo XXI esa pena es tan ignominiosa como execrable. Las democracias actuales deben poseer mecanismos coercitivos que castiguen conductas delictivas sin tener por ello que cercenar la existencia humana. Al mismo tiempo, el Santo Padre, en relación a la cultura del aborto, recordó también el compromiso de amparar y proteger la vida en todas las etapas de su desarrollo, «porque cada vida humana es sagrada, cada persona está dotada de una dignidad inalienable», según sus palabras. La vida no nos pertenece, es un don, y nadie tiene derecho a arrebatárnosla.

Vicente Franco Gil
Zaragoza