La voz del Magisterio - Alfa y Omega

La voz del Magisterio

Redacción

Es necesario que los laicos asuman como obligación propia la restauración del orden temporal, y que actúen en él de una manera directa y concreta, guiados por la luz del Evangelio y el pensamiento de la Iglesia, y movidos por el amor cristiano; que, como ciudadanos junto a otros ciudadanos, cooperen con sus conocimientos específicos y su propia responsabilidad; que, siempre y en todo, busquen la justicia del reino de Dios… En el orden nacional e internacional hay un inmenso campo de apostolado, en el que los laicos son, de modo muy principal, los portadores de la sabiduría cristiana. Amando a la patria y cumpliendo fielmente sus obligaciones civiles, los católicos deben sentirse llamados a promover el auténtico bien común; hagan así valer el peso de su opinión, de modo que el poder civil se ejerza con justicia y las leyes respondan a los preceptos morales y al bien común. Los católicos que sean expertos en los asuntos públicos y estén afianzados, como es su deber, en la fe y la doctrina católica, no deben negarse a desempeñar cargos públicos, puesto que a través de esos cargos, dignamente ejercidos, pueden procurar el bien común y preparar al mismo tiempo el camino al Evangelio. Procuren los católicos cooperar con todos los hombres de buena voluntad en la promoción de cuanto hay de verdadero, de justo, de santo, de amable. Dialoguen con los demás hombres, precediéndoles en la prudencia y en el trato cordial, y consideren el modo de perfeccionar, según el espíritu del Evangelio, las instituciones sociales y públicas. Entre los signos de nuestro tiempo es digno de mención especial el creciente e inexcusable sentido de solidaridad entre todos los pueblos. Es propio del apostolado de los laicos promoverlo solícitamente y convertirlo en sincero y verdadero afecto de fraternidad. Los laicos deben, además, conocer el ámbito internacional y las cuestiones y soluciones doctrinales y prácticas que ahí surgen, sobre todo respecto a los pueblos en vías de desarrollo.

Pablo VI
Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, 7.14 (1965)