¿Sabes que el domingo cantan los senegaleses en Misa? - Alfa y Omega

¿Sabes que el domingo cantan los senegaleses en Misa?

El próximo domingo, la Iglesia celebra el Día de las Migraciones, con los ojos puestos en la nueva evangelización. En su mensaje para esta Jornada, Benedicto XVI recuerda la importancia de ayudar a los inmigrantes a mantener su fe, en países donde ésta ha quedado relegada a último término. De hecho, uno de los Lineamenta para la próxima Asamblea general del Sínodo de los Obispos, cita clave en este año 2012 para el impulso de la nueva evangelización, se centrará en el campo de las migraciones

Cristina Sánchez Aguilar
Las largas jornadas laborales dificultan que la comunidad china se integre en la parroquia. Por eso, en Valencia, las catequesis son por la noche.

Los obispos de la Comisión episcopal de Migraciones, presidida por monseñor Ciriaco Benavente, piden «acogida y hospitalidad» con los inmigrantes. Pero quien no conoce nada, no ama nada, decía el filósofo alemán Erich Fromm, en El arte de amar. Así que, para poder poner en práctica la petición de los obispos, «salir al encuentro y abrir las puertas», es necesario conocer la situación real de los inmigrantes en España, un ejercicio que «nos demanda —subrayan en su Mensaje para el Día de las Migraciones— no permanecer cerrados en los recintos de nuestras comunidades».

Quien abra esas puertas verá, por ejemplo, cómo se vulneran cada día los derechos humanos en las redadas callejeras de la policía para localizar a las personas sin papeles y enviarlas a los Centros de Internamiento de Inmigrantes (CIE), en paradas de tren o metro, colegios, locutorios y hasta en consulados o embajadas, como denunciaba la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), con motivo del Día Mundial de los Inmigrantes, el pasado 18 de diciembre, y recordaba que «esta situación debe interpelarnos como ciudadanos y como cristianos». Vulneraciones también, como la del pasado 15 de diciembre, cuando el Ministerio del Interior fletó un vuelo rumbo a Senegal y los días previos se intensificaron los controles a la población subsahariana «para poder llenar el avión como sea», y se registraron a ciudadanos oriundos de otros países en el madrileño CIE de Aluche, como senegaleses, para «que saliese rentable la repatriación», según denunciaron varias asociaciones que trabajan por la dignidad de los migrantes.

Misa en chino, los domingos

El segundo paso, amarlos, responde de manera directa al encargo de Cristo, que, como nos recuerdan los obispos de la Comisión de Migraciones, conlleva «la invitación a formar parte de la comunión eclesial» y que, también, tiene como horizonte «la integración social». Para ello, los obispos insisten en la importancia de saber «leer en el rostro de los inmigrantes su dolores y esperanzas, traduciendo la esperanza del Evangelio en respuestas prácticas para adultos, jóvenes y niños», creando «espacios y comunidades promotoras de solidaridad, acogida, diálogo y comunión fraterna, trabajando en una pastoral específica, unida a la pastoral general, para lograr una mejor armonía».

Así lo ha hecho la parroquia de San Valero Obispo y San Vicente Mártir, en Valencia, que atiende pastoralmente a más de 500 católicos chinos. La primera iniciativa para acercar dicha comunidad a la actividad parroquial fue adaptar la celebración de la Eucaristía dominical. Todos los domingos, a las 17,30 horas, se puede asistir a Misa en chino mandarín, oficiada por un sacerdote chino. Al final de la celebración, los niños se arrodillan ante el presbiterio para recibir, uno por uno, la bendición del sacerdote, como es costumbre en las celebraciones chinas. No es lo único: los fieles han editado el primer devocionario castellano-chino en España, que contiene el texto completo de la Misa y oraciones como el ángelus, el regina coeli y el santo rosario, además de la oración de Benedicto XVI a Nuestra Señora de Sheshan, Patrona de China.

Este acercamiento, como cuenta el párroco, don José Verdeguer, «comenzó a finales de los años 90, cuando algunas familias católicas que llegaban de China —aunque son una minoría, como en su país de origen— buscaron una comunidad para continuar viviendo su fe aquí. No faltan ni un sólo día, son muy cumplidores, y transmiten la fe a sus hijos. Incluso hay algunas conversiones».

La alegría en los cantos y en la liturgia es un sello característico de los africanos.

La china es una de las nacionalidades con más dificultad a la hora de la integración, ya que la provisionalidad de su estancia y sus interminables jornadas laborales hacen difícil la relación con otros. Esto ha provocado que la tarea no sea fácil: «Son muy reservados, pero poco a poco se van abriendo; incluso, vienen chinos católicos que viven fuera de la ciudad», cuenta don José, que se muestra satisfecho con la hermandad que se comparte en el grupo: «Hace poco, hemos ido en peregrinación a Roma, la primera vez que ocurre en España que un autobús lleno de católicos chinos vaya hasta allí», añade. Al aumentar la comunidad, las necesidades también crecen. Por eso, diversos sacerdotes chinos atienden a los fieles y han habilitado en los salones parroquiales «clases de chino, porque los niños pequeños lo hablan, pero no saben leerlo ni escribirlo, y no queremos que pierdan su idioma», concluye el párroco.

Desde que comenzó la ola migratoria en España, hace ya 20 años —aunque se haya intensificado en la última década—, la Iglesia, buena conocedora del contexto social en el que se mueve, se puso en marcha para trabajar por y para las personas que llegaban a nuestro país para forjarse un futuro.

Capellanía africana en Madrid

Así, se crearon las capellanías especializadas en la archidiócesis de Madrid; una de ellas, la africana. El padre Carlos Collantes, misionero javeriano, es uno de los sacerdotes —el otro es el padre Alejandro Canales, misionero comboniano— que se encarga de trabajar con ellos desde hace cuatro años. «Somos una presencia amiga y evangelizadora en medio de ellos», señala el sacerdote, que ha trabajado en Camerún durante años y conoce, de primera mano, el trasfondo cultural de los subsaharianos. La sede de la Capellanía está en la parroquia de San Juan de Ávila, en el barrio de Usera, aunque los dos sacerdotes visitan las parroquias de toda la Comunidad de Madrid donde hay grupos de africanos.

«Suelen agruparse por nacionalidades: los nigerianos, por ejemplo, se juntan en Torrejón y vamos dos veces al mes a celebrarles la Eucaristía en inglés; o los senegaleses, que en Parla tienen un coro y animan la Misa de la parroquia con sus ritmos y tambores», cuenta el padre Carlos. El camino de integración de la población africana en las parroquias es, sobre todo, a través del canto: «Es su forma de mostrar la fe, muy distinta a la nuestra. Las parroquias se abren a ellos, y ellos a la comunidad parroquial, y están naciendo lazos verdaderamente admirables», señala.

Aun así, el trabajo es lento, pero seguro. El primer regalo que hacen los dos misioneros a quienes se acercan a la Capellanía es una Biblia, un Evangelio de cada día, y una lectura meditada en grupo, una vez al mes, del evangelio de Marcos. Su trabajo también es ir a las reuniones de sacerdotes, por arciprestazgos, y alentarlos a cuidar de los subsaharianos que se acerquen a sus parroquias, que tengan en cuenta su situación de vulnerabilidad y el desasosiego que sienten en una cultura totalmente distinta. «Nosotros, ante todo, les ayudamos a releer su fe en un contexto cultural distinto y económicamente deteriorado», añade el padre Carlos.

No es la única labor que hacen. El acompañamiento es fundamental: «Nuestra presencia evangelizadora tiene en cuenta lo humano», afirma, mientras recuerda una llamada reciente en la que uno de sus amigos africanos le pidió ayuda porque habían detenido a su mujer y estaba en la Comisaría, a la espera de ser enviada a un Centro de Internamiento de Extranjeros.

«Visitar en los centros a quien no tiene a nadie aquí y ayudarles en la traducción», o ayudarles a acceder a un abogado especializado en materia de extranjería, es otra de las labores de la Capellanía, desde la que se suman a las denuncias frente al acoso de los controles de identidad étnicamente orientados.

Musulmanes, como en casa

Despacho parroquial de San Juan Bautista, en la madrileña localidad de Fuenlabrada.

A la parroquia de San Juan Bautista, en la madrileña localidad de Fuenlabrada, acuden, a diario, muchas personas en grave situación de exclusión social, incrementada en los últimos años por la grave situación de crisis y desempleo. El 80 % de las personas que llaman a la puerta son inmigrantes. Y más de la mitad, musulmanes.

Para poder ayudarlos y entablar con ellos una relación de amistad, de igual a igual, el párroco, don Antonio Anastasio, y Ángel Misut, amigo y su mano derecha, decidieron ponerse en marcha, y crear —hace ya 5 años— la Casa de San Antonio, asociación a través de la que gestionan diversas casas de acogida y, con la ayuda de voluntarios, reparten alimentos a las familias necesitadas de la zona y organizan actividades culturales. Hoy, más de 600 personas son atendidas por la asociación.

«El objetivo de la Casa no es hacer proselitismo. Si su final es convertirse, será Dios el que decida. Nosotros damos testimonio de que la felicidad la hemos encontrado en la Iglesia», señala don Ángel, mientras cuenta cómo invita, asiduamente, a una cena en su casa a matrimonios musulmanes, para que vean que se puede vivir, por ejemplo, sin tratar a la mujer con violencia o superioridad. «Las mujeres son mucho más comprensivas, a la hora de dialogar -explica Ángel-, están más en la realidad que sus maridos, que tienen más prejuicios». Muchas de ellas, incluso, ahora dicen «que la parroquia es su casa y que allí han encontrado su familia», y cuidan a la Virgen del Carmen que hay en la sacristía de la parroquia, «a la que consideran también suya», explica el señor Misut.

Este trabajo diario con los musulmanes ha dado buenos frutos: al menos, una docena de los que iban a pedir ayuda, ahora se han convertido en buenos amigos de Ángel y los voluntarios de la Casa de San Antonio. «Algunos incluso te dicen que la labor que hacemos nosotros no la ven ni en la mezquita. Una mujer musulmana, por ejemplo, vino a pedirnos ser voluntaria y nos dijo: Necesito aprender todo el bien que vosotros sois capaces de dar». Ahora, cuando viaja a Marruecos, se lleva las maletas llenas de útiles que sabe que necesita su pueblo, cosa que, hasta ahora, no hacía.