¡Felicidades, Majarí Calí! - Alfa y Omega

La Plaza de la Madre de Dios de los Desamparados es un bello rincón en el que es habitual ver todo tipo de celebraciones de los numerosos grupos que acuden a visitar a la Patrona de Valencia en su basílica, y más en este mes de mayo. Sin embargo, pocas veces se habrá podido ver y vivir una fiesta tan gitana como la que acogió el pasado 19 de mayo, en honor a la Majarí Calí, la bella Virgen Gitana, en memoria de su coronación hace 25 años.

Miles de gitanos quisieron participar en la fiesta de su Virgen, y venerar a la Madre como ellos sólo lo saben hacen: con su arte y su alegría, sus canciones y sus bailes y, cómo no, con sus oraciones. Bajo un sol de justicia mediterráneo, suavizado por una leve y dulce brisa, durante toda la jornada la Plaza acogió bailes flamencos, rumbas, coros y un continuo desfile de niños y jóvenes que, con sus coloridos vestidos y su estilo, quisieron decirle a su Virgen: ¡Gracias, Madre!

Y es que, desde 1978, la imagen de la Virgen representando el misterio de su Maternidad Divina, con su Hijo en brazos, ambos de rasgos gitanos, es venerada con gran amor por los gitanos de Valencia bajo la advocación de Majarí Calí.

Es una imagen que conoce las alegrías y las penas de la comunidad gitana que, en la capilla del Colegio Madre Petra, de El Vedat, en Torrent, acuden a su Virgen, buscando su ayuda y su consuelo. ¡Cuántas almas no han sido confortadas después de buscar con la mirada del corazón los ojos de esta Madre vestida de gitana, y adornada con los presentes que sus hijas han querido donarle, como muestra de su inmenso amor y eterno agradecimiento!

La fiesta del 19 de mayo tuvo un inconfundible sabor mariano, como no podía ser menos en este mes de mayo. Y concluyó con el encuentro de las dos Madres —la de los Desamparados y la Majarí Calí— en la basílica de la Virgen, donde el arzobispo celebró la Eucaristía.

Ambas advocaciones son impetradas en busca de consuelo, de protección, de ayuda, de perdón… Y también de acción de gracias. Ambas abren sus brazos a sus hijos desamparados que, en estos tiempos, si cabe, son cada vez más numerosos.

En medio de la alegría de la fiesta, la imagen de una gran mujer, pequeña de estatura pero grande de corazón: la Madre Gertrudis Rol, religiosa de San José de la Montaña, a quien, hace unos 50 años, el entonces arzobispo de Valencia encomendó la tarea de iniciar una inmensa obra de ayuda a los gitanos, y que en la actualidad es el alma mater del Colegio Madre Petra para gitanos y marginados.

Se trata de una persona a quien todos quieren, y deben mucho, como quedó de manifiesto durante toda la jornada, por la cantidad de personas que acudieron a felicitarla, y a acompañar a la comunidad educativa del centro en este día tan singular.