Don Bosco y sus muchachos - Alfa y Omega

Una reliquia de Don Bosco recorre las casas salesianas en España hasta el 11 de noviembre. Desde el año 2009, visita todas las presencias salesianas del mundo, y terminará su recorrido el 31 de enero de 2015, cuando se celebre el bicentenario del nacimiento del santo. La urna contiene una réplica exacta de la imagen de Don Bosco, como se halla en la basílica de María Auxiliadora, en Turín. En el interior de esta réplica vienen las reliquias del santo Patrono de los jóvenes.

Don Bosco, recién ordenado, en 1841 llega a Turín. Quedó turbado: los adolescentes vagabundeaban por las calles, sin trabajo, tristes, dispuestos a todo lo peor, riñendo y blasfemando. Cuando intentaba acercarse a ellos, se alejaban desconfiados y con desprecio. Hay una escena que le impacta: en la iglesia de San Francisco de Asís, el sacristán golpea a un pobre aprendiz de albañil, porque no sabe ayudar en Misa. Don Bosco detiene los golpes y defiende la dignidad de aquel joven, asustado y aterido de frío. Se interesa por su vida, le pregunta con afecto y buenas palabras. Este relato, referido por el mismo Don Bosco, traza las líneas maestras de su sistema educativo: partir de la situación del muchacho, conocer y sentir sus problemas, mostrarse cercano y amable, ofrecer afecto desinteresado, respetar su dignidad y creer en sus posibilidades, soñar con el muchacho por su futuro mejor, y profundizar en la fe cristiana.

Llegan nuevos chicos, niños explotados y maltratados por su patronos. Don Bosco intuye que necesitan romper con el ritmo de trabajo que los deshumaniza, y recupera para ellos los juegos que nacieron sobre el prado de I Becchi, y rehabilita la fiesta y la alegría. Organiza también un Oratorio festivo.

A medida que crece el número de chicos, aumentan las dificultades, pero Don Bosco cree en el Deus providere, como así ocurre. Se perfila el proyecto educativo de Don Bosco: una casa para la acogida, una para jugar y una escuela para aprender a vivir la fe. Al despedirse para dormir, les da, como buen padre, las buenas noches.

En mayo de 1884, ya es anciano. Ha estado enfermo. En Roma tiene un sueño que es testamento de su vida y propuesta para los educadores de todos los tiempos: cercanía personal y ambiente de familia, siendo padres, hermanos y amigos, manteniendo siempre una presencia educadora; familiaridad, para comprender la espontaneidad de los niños y creer en sus posibilidades, mirándolos con afecto y esperanza; entrega, en una pedagogía que nace de la fe cristiana a ejemplo de Jesús, que se hace pequeño con los pequeños.

Pío XI lo canonizó en 1931, y dijo de él que fue «el que más ha amado a los niños y a los jóvenes». Tenía razón. Mamá Margarita lo había educado en la exigencia amorosa y en el esfuerzo continuo. En los días de su última enfermedad, podía exigir a sus salesianos: «Trabajad, trabajad, dedicaos siempre a salvar almas». Él les había precedido con el ejemplo.

María Auxiliadora Gimeno