Defender la belleza de la familia - Alfa y Omega

Defender la belleza de la familia

María Dolores Gamazo
Foto: AFP Photo/Nicholas Kamm

Este fin de semana, el Santo Padre ha clausurado en Filadelfia el Encuentro Mundial de las Familias que ha congregado a miles de cristianos de todo el mundo, reunidos para vivir y festejar la belleza de la familia cristiana.

A estas alturas no hace falta cantar las excelencias de la familia para reconocer su importancia y su significatividad, sobre todo en la sociedad actual. Quien más o quien menos, todos hemos podido comprobar el valor y la riqueza que supone pertenecer a una familia. En ella no solo nacemos a la vida, sino que encontramos el alimento para dar nuestros primeros pasos y caminar: aprendemos a hablar y también a rezar; a jugar y a hacer amigos; a ayudar y a ser solidarios con los demás; a recibir y también a dar y compartir. En la familia nos sentimos amados, acogidos, arropados y comprendidos, sin tener que justificar lo que somos, sin cuestionar lo que hacemos. En ella somos nosotros mismos. Y todo porque la base de nuestras familias cristianas es el amor infinito de todos a todos: de padres a hijos, de abuelos a nietos, se teje como una tela de araña con unos lazos tan fuertes que unen por encima de cualquier problema o enfrentamiento, para siempre.

Sin embargo, como madre no puedo ignorar una frase de la homilía pronunciada por el Santo Padre en la Misa de clausura del Encuentro: «¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos?». Y añade: «Que nuestros hijos encuentren en nosotros referentes de comunión, no de división». Es cierto que el mundo lo hacemos entre todos los que transitamos por él. Y será tan bueno o tan malo como nosotros queramos que sea. Todos podemos aportar nuestro granito de arena para llenar esta tierra de bondad, de belleza, de alegría, de esperanza, de amor. Seamos referentes para nuestros hijos. Llenemos sus mochilas con buenos consejos pero, sobre todo, con buenos testimonios, que les sirvan para que su vida no pierda el norte y para que, estén donde estén, siempre vivan la alegría de saberse miembros de una familia que les ama, que les cuida, que les protege, que les acompaña, y que siempre está ahí. Seamos capaces de llenar su vida de tanto amor que no puedan por menos que sembrar su semilla por donde vayan. Defendamos la belleza de la familia cristiana.