#PopeBlessAmerica - Alfa y Omega

#PopeBlessAmerica

Tras el furor de estos días, en las redes sociales se puso de moda la etiqueta #PopeBlessAmerica (el Papa bendice a Estados Unidos), resumen de un afecto imprevisto hacia el obispo de Roma en una tierra que se debate entre el respeto a la propia identidad, buena y generosa, y el cinismo de una superpotencia

Andrés Beltramo Álvarez
John Boehner, presidente de la Cámara de los Representantes de EE.UU., no puede reprimir las lágrimas junto al Papa en el Capitolio. Foto: Reuters/Carlos Barria

Lágrimas. No las pudo contener John Boehner, el católico presidente de la Cámara de los Representantes de Estados Unidos. Junto a él, Francisco saludaba a miles de personas desde el balcón del Congreso, en Washington, D. C. Antes, el Pontífice había pronunciado un discurso incisivo e histórico. En el Capitolio sacudió la conciencia del país. El llanto del speaker terminó siendo el reflejo de una nación conmovida ante el mensaje de un hombre que la desafió a mirarse y mirar al mundo con otros ojos.

Menos de 24 horas después de aquella escena en Capitol Hill, Boehner presentó sorpresivamente su renuncia. «Desde hace mucho estaba en contraste con su partido; aprovechó el momento para que la noticia quedase eclipsada», me hizo notar un colega estadounidense. De todos modos, resulta sugestivo. Como si Francisco hubiese tenido la capacidad de sensibilizar corazones en el centro de poder de la mayor potencia occidental.

El líder mundial más creíble

Si Boehner renunció tras un ataque de conciencia o simplemente aprovechó la oportunidad, al final resulta indiferente. Eligió al Papa como fiel de la balanza, confirmando que él es, hoy por hoy, el líder con más credibilidad en el mundo. Algo que sabe bien el partido del speaker, el Republicano, que en muchos puntos difiere con el mensaje de Francisco.

Todos los legisladores republicanos estuvieron en el Capitolio ese 24 de septiembre. Ninguno quiso perderse ese momento histórico. La expectativa era tan alta que resultó sobrecogedor el ambiente en el pleno cuando Joe Biden, vicepresidente del país y presidente de ambas cámaras en sesión conjunta, anunció: «Pope Francis of the Holy See».

Con sus primeras palabras Francisco cautivó al auditorio. Recibió la primera ovación de pie cuando dijo estar agradecido a «la tierra de los libres y la patria de los valientes». Una frase del himno nacional que cientos de miles de niños y jóvenes estadounidenses cantan cada día al iniciar sus lecciones escolares.

Los legisladores querían aplaudir a Francisco. Su discurso fue interrumpido en 37 ocasiones, ocho de las cuales fueron ovaciones de pie. Una rareza, considerando que el líder católico pasó revista a todos los temas de la actualidad estadounidense, lejos de los textos de ocasión. Comenzando por el fundamentalismo religioso, una «tentación peligrosa» para todos los credos.

El Papa puso el dedo en la llaga cuando advirtió contra el riesgo de «imitar el odio y la violencia de los tiranos»; cuando propuso la «abolición global de la pena de muerte» porque «toda vida es sagrada»; o cuando llamó a poner fin a los muchos conflictos armados en el mundo y denunció que las guerras se hacen «en medio de un vergonzoso y culpable silencio» con el único objetivo de ganar dinero, «dinero manchado de sangre».

«Les hablo como hijo de inmigrantes»

Mientras el Papa avanzaba, con su inglés pausado, en el mismo pleno se respiraban las divisiones reales de la política estadounidense. La necesidad de «proteger y defender la vida humana en cada etapa de su desarrollo» fue una de las frases más aplaudidas. Extraño, porque una parte consistente del Congreso votó a favor del aborto en la última reforma al sistema de salud conocida como ObamaCare.

También hubo aplausos fervorosos a la recomendación papal de aplicar la regla cristiana de oro: «Trata a los demás como te gustaría que te traten a ti». Sobre todo en materia migratoria. Porque Estados Unidos es un país construido por migrantes y gracias a ellos se renueva constantemente. «¿Acaso ellos no buscan para sus hijos lo mismo que nosotros para los nuestros?», cuestionó Francisco. Y añadió: «Queremos seguridad, demos seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades, brindemos oportunidades». Es una cuestión de justicia.

«Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes». Con esta aclaración, Francisco dio valor simbólico a sus exigencias de solidaridad. Una frase que ya había pronunciado en la Casa Blanca el miércoles 23, cuando inició formalmente su visita apostólica, que concluyó el domingo 27.

El Papa con el presidente Obama durante la ceremonia de bienvenida en los jardines de la Casa Blanca. Foto: APF Photo/Mandel Ngan

En la residencia del presidente estadounidense el Papa fue recibido por más de 11.000 personas. «Nuestro patio nunca estuvo tan lleno», confesó Barack Obama, antes de consagrar a su invitado como un referente moral indiscutible, cuyo mensaje ha sacudido a las conciencias de sus compatriotas. El presidente agradeció su intervención en el deshielo con Cuba y en la lucha contra el cambio climático.

De eso habló Bergoglio. De su encíclica Laudato si y de la necesidad de un cambio en la forma de tratar el medio ambiente. Cuando abordó el tema en el Congreso, el pleno se dividió a mitad, entre aplausos desganados y ovaciones de pie. Y este tema fue la prueba más usada por los detractores a la hora de sostener que el Papa le firmó un cheque en blanco a Obama.

Pero Francisco se desligó rápidamente. El mismo día de la bienvenida en la Casa Blanca, visitó por sorpresa a las Hermanitas de los Pobres, una congregación que demandó al Gobierno a causa del ObamaCare que las obliga, como empleadoras, a contratar para sus empleadas seguros médicos que cubran la esterilización y la contracepción, incluidos fármacos abortivos. Y en el avión de regreso a Roma defendió la objeción de conciencia como un derecho humano de todos, incluidos los funcionarios gubernamentales.

Con las víctimas de abusos

Gestos más que palabras. Ahí la naturaleza de su conmovedora reunión con cinco víctimas de abusos sexuales en Filadelfia. Algunas de estas personas adultas (tres mujeres y dos hombres) no fueron atacadas por sacerdotes. Un nuevo horizonte. El Papa se preocupó no solo la de la responsabilidad de los católicos, sino también de los demás. Y mandó el mensaje de que la Iglesia debe hacerse cargo de ayudar a todos por igual, sean víctimas del clero o no, si bien a lo largo de todo el viaje empleó términos especialmente duros para los casos cometidos en el seno de la Iglesia, que nunca más –clamó– deben encubrirse.

Otros signos. El sábado 26 el Papa convocó a los inmigrantes hispanos a la cuna de Estados Unidos, el Independence National Historical Park, una explanada justo frente al edificio donde se declaró la independencia y se redactó las Constitución. Ante ellos habló sobre el atril que Abraham Lincoln utilizó para proclamar la igualdad de todos los seres humanos, justo en medio de una guerra causada por la esclavitud, luego abolida (1863).

Francisco voló alto e iluminó toda la realidad. Así se percibió en el pleno de la Organización de las Naciones Unidas la mañana del viernes 25. Con su ardiente llamado a reformar esa institución para darle voz a los países más pequeños. Allí volvió a criticar las guerras –«la negación de todos los derechos»–, incluyendo una «silenciosa» que se cobra millones de vidas: el narcotráfico. Tronó contra la corrupción, la «exclusión económica» y la «sumisión asfixiante» que las instituciones financieras aplican a naciones enteras. Exhortó a prohibir las armas nucleares y se mostró preocupado por los conflictos en diversas latitudes.

Cerró todos sus mensajes fundamentales con la famosa sentencia yanqui: «¡Dios bendiga América!» Tras el furor de estos días, en las redes sociales se puso de moda otra etiqueta: #PopeBlessAmerica (el Papa bendice a Estados Unidos). Resumen de un afecto imprevisto hacia el obispo de Roma en una tierra que se debate entre el respeto a la propia identidad, buena y generosa, y el cinismo de una superpotencia económico-militar que ha marcado a fuego la historia reciente del mundo. Con muy discutibles consecuencias.