«Buscarte has en mí, y a mí buscarte has en ti» - Alfa y Omega

Qué maravilloso es poder contemplar una vida totalmente regalada a Dios para poner a todos los hombres en sus manos! Esta fue la vida y la obra de santa Teresa de Jesús. Cuando estamos celebrando el V Centenario de su nacimiento es una gracia poder hacer esta memoria de la carmelita descalza, que sigue estando de actualidad porque, entre otras cosas, nos recuerda aquellas palabras de Jesús: «por ellos». Este es un tiempo memorable para todos los monasterios de Carmelitas Descalzas y para todos los hombres. Pues la presencia del Carmelo nos ayuda a descubrir que el Señor quiso que hubiera en la Iglesia personas consagradas a contemplarlo, que ofreciesen su vida por los hombres, que pidiesen por todas aquellas situaciones que vivimos los humanos en las que no construimos la cultura del encuentro. ¡Qué tarea más hermosa! ¡Qué profesión más excepcional! Sí, profesión, lo digo con toda intención, pues dejan la vida enteramente al Señor para vivir en Él y desde Él y para Él y así realizar y acercar ese gran servicio a esta humanidad: el de recordarnos que Dios está en el centro, que el Señor de la Historia y de la vida es Jesucristo. Avivan la memoria de una mujer tan excepcional como santa Teresa de Jesús, quien quiso hacer la ofrenda de su vida unida a la de Cristo para que todos los hombres tengan auténtico porvenir, que es el que se alcanza en presencia de Dios. Santa Teresa recibió un carisma que durante muchos siglos han venido siguiendo e interpretando todos los carmelos del mundo.

El Evangelio nos habla con mucha claridad de una realidad evidente en nosotros: pasamos el tiempo preocupados por cosas sin importancia. Y sin embargo, santa Teresa quiere hacernos ver que hay que vivir por lo que importa. Nos da a conocer con su vida y sus escritos que, donde se juega todo, es en quien es Señor de todo, a quien damos nuestro corazón. Por eso quiero deciros en este V Centenario a todas las carmelitas: ¡qué importante y qué dimensiones adquiere y tiene vuestra vida hijas de Teresa! ¡Qué importante es que vosotras tengáis la valentía de decir con vuestra presencia en el monasterio, con vuestro modo de vivir, con vuestra manera de actuar, con la dedicación que tenéis al Señor y a todos los hombres, esas palabras que nos dirige el Señor, «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. […] todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (cfr. Mt 10, 28-33). Muchas veces, entretenidos en cuestiones secundarias, nos ocupamos de qué hacen los demás y nos desocupamos de lo que nos está pidiendo el Señor que hagamos. Gracias hermanas, porque vosotras habéis decidido ocuparos no de vosotras mismas, sino de los demás. Y el mejor modo de ocuparse de los otros, es ponerlos a buen recaudo, es decir, en manos de Dios.

Desde la vida y los escritos de santa Teresa de Jesús, quiero hacer estas afirmaciones con el deseo de que se conviertan en meditaciones para vosotros:

1. Santa Teresa nos descubre la fuerza que tiene la vida, cuando se realiza desde lo que yo llamo cristianismo en explicitud. ¿Qué quiero decir? Que se vive la adhesión a Jesucristo, como acción y pasión total de la vida. Santa Teresa lo hizo con total testimonio: ordena a esta tarea todas vuestras potencias y subordina todas las necesidades de la vida a este menester, aunque sean necesidades legítimas.

2. Hay muchas melodías en este mundo con las que los hombres quieren acompañar su ser, hacer y quehacer en esta vida. Junto a todas las melodías, santa Teresa supo mantener una de fondo: Jesucristo, que tiene que ser soporte de toda la vida y de todas las cosas que nos acontecen y centro de atracción de todas las exploraciones y caminos que hagamos los hombres.

3. Santa Teresa nos invita a vivir la vida delante de la persona de Jesucristo y ofrece a los demás la persona del Señor en la que realmente se conjugan la suprema autonomía y libertad y la suprema apertura y comunicación. No hay posibilidad de descubrir lo que es la libertad verdadera más que junto a quien nos descubrió y entregó la suprema libertad. No hay posibilidad de abrirse a los demás y de prestar ayuda a todos más que aprendiendo de quien se abrió a todos y lo dio todo.

4. ¡Qué fuerza tiene para construir esta historia la vida y la obra de santa Teresa de Jesús! No es fácil encontrar personas que tengan la osadía de ofrecer a Jesucristo todo lo que son, pero bendita osadía cuando las encontramos. Santa Teresa es una de ellas, es así; en medio de un mundo que se conforma según las medidas que los hombres entregamos y hacemos a nuestro gusto y según nuestro parecer, la Santa es una provocación de amor. De ese amor de Dios fiel que no pone condiciones a nadie. Ofrece a Cristo toda su receptividad y capacidad para ser plenitud de Dios. Tuvo la osadía de nuestra Madre la Virgen María que dijo a Dios con todas las consecuencias: «hágase en mi según tu Palabra».

5. En nuestro mundo, donde en muchas ocasiones los criterios desde los que nos movemos son la máxima eficacia, la rentabilidad y la producción, ¿qué seremos capaces de pensar y decir sus habitantes de santa Teresa y de quienes han sido sus seguidoras, que dedican el tiempo a contemplar a Jesucristo en el trabajo diario para sustentarse, en la oración comunitaria, y teniendo como centro y culmen de todo el sacramento de la Eucaristía? Santa Teresa y sus hijas estáis haciendo una gran revolución. Pues no os conformáis a este mundo que hace hombres productores y consumidores. Vosotras queréis aportar al mundo oxígeno, luz, fuerza interior, razones para vivir, sentido de la vida y esperanza. Queréis entregar a este mundo lo que le falta, que es alma. Invitáis a que los hombres hagamos una humanidad humana, con la humanidad verdadera, que es la que Dios haciéndose hombre nos entregó y que nosotros descubrimos en la contemplación de Cristo y vivimos en la comunión con Él.

6. Un día oyó santa Teresa estas palabras: «déjalo todo, ven y sígueme». Se sintió escogida, amada e invitada a ser amiga del Señor. Así comenzó una relación personal con Él. Puso la confianza en el Señor y su deseo fue que todos los hombres la pusieran en Él. Fiémonos de Él.

7. Sabemos muy bien que las preguntas fundamentales de la humanidad siempre giran en torno al amor y al odio, a la culpabilidad y el perdón, a la paz y a la guerra, a la verdad y a la mentira, al sentido de la vida y de la muerte, a la fe en Dios. Santa Teresa, sabe muy bien que quien conduce a la vida plena es Jesucristo y ella quiso acercar y entregar esta Belleza a los hombres. En la Eucaristía nos encontramos con la Belleza y en ella, modelamos la vida.