Un mensaje para cada uno - Alfa y Omega

Un mensaje para cada uno

En los apenas tres días que Benedicto XVI ha pasado en Milán, ha dejado un reguero de mensajes destinados a reivindicar la importancia de la familia en la sociedad, como parte del plan de Dios para la felicidad del hombre. Mensajes que ha dirigido a las autoridades, a los jóvenes, a los religiosos, a los seminaristas y sacerdotes, a las familias…, pero, sobre todo, a cada uno en particular, porque «el Señor, todos los días, hoy también, aquí, te llama a cosas grandes»

Redacción
Benedicto XVI besa a un bebé, junto a su secretario, monseñor Georg Gänswein, el domingo, a su llegada al Parque Norte.

Acto de Bienvenida, en la Plaza del Duomo

• Vosotros sabéis bien lo urgente que es introducir la levadura evangélica en el actual contexto cultural. La fe en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, que vive en medio de nosotros, debe animar todo el tejido de la vida, personal y comunitaria, pública y privada, para proporcionar un estable y auténtico bienestar, a partir de la familia, a la que hay que redescubrir como patrimonio principal de la Humanidad, coeficiente y signo de una verdadera y estable cultura a favor del hombre.

Concierto en La Scala

• El buen padre, ¿está sólo sobre el cielo estrellado? ¿Su bondad no llega aquí hasta nosotros? Buscamos un Dios que no se mantenga a distancia, sino que entre en nuestra vida y en nuestro sufrimiento. No tenemos necesidad de un discurso irreal de un Dios lejano o una fraternidad que no se compromete. Nosotros buscamos al Dios cercano. Buscamos una fraternidad que, en medio a los sufrimientos, sostiene al otro y así le ayuda a seguir hacia adelante.

• Es en familia donde se experimenta, por primera vez, que la persona humana no ha sido creada para vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; es en la familia donde se comprende que la autorrealización no consiste en ponerse en el centro, guiados por el egoísmo, sino en el donarse; es en la familia donde se empieza a encender en el corazón la luz de la paz para iluminar nuestro mundo.

Oración con el clero, seminaristas y religiosos, en el Duomo

• Signo luminoso de la caridad pastoral y de un corazón indiviso son el celibato sacerdotal y la virginidad consagrada. (…). Sin duda, el amor por Jesús vale para todos los cristianos, pero adquiere un significado singular para el sacerdote célibe y para quien ha respondido a la vocación a la vida consagrada: sólo y siempre en Cristo se encuentra la fuente y el modelo para renovar cotidianamente el a la voluntad de Dios.

El estadio de San Siro registró un lleno total. ¿Qué partido había? Ninguno: era el Encuentro del Papa con jóvenes confirmandos.

Encuentro con jóvenes, en el estadio de San Siro

Queridos muchachos, queridas chicas, os digo con fuerza: aspirad a ideales altos: todos pueden llegar a una cota alta, no sólo algunos. Sed santos. Pero ¿es posible ser santos a vuestra edad? Os respondo: ¡Ciertamente! Lo dice también san Ambrosio, gran santo de vuestra ciudad, en un libro suyo, en donde escribe: Toda edad está madura para Cristo. (…) La santidad es el camino normal del cristiano, no está reservada a unos pocos elegidos, sino que está abierta a todos. Naturalmente, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, que no nos faltará si tendemos hacia Él nuestras manos y le abrimos nuestro corazón. Y con la guía de nuestra Madre.

Encuentro con las autoridades civiles

• La libertad no es un privilegio de algunos, sino un derecho de todos, un derecho precioso que el poder civil debe garantizar. No obstante, la libertad no significa el arbitrio de uno solo, sino que más bien implica la responsabilidad de todos. Se encuentra aquí uno de los principales elementos de la laicidad del Estado: asegurar la libertad para que todos puedan proponer su visión de la vida común, siempre desde el respeto al otro y en el contexto de las leyes que miran al bien de todos.

• En la medida en que es superada la concepción de un Estado confesional, aparece claro, en todo caso, que las leyes deben encontrar justificación y fuerza en la ley natural, que es fundamento de un orden adecuado a la dignidad de la persona humana, superando una concepción puramente positivista de la cual no pueden derivar indicaciones que sean, de alguna manera, de carácter ético.

• El Estado está al servicio de la tutela de la persona y de su bienestar, en sus múltiples aspectos, empezando por el derecho a la vida, del que nunca puede consentirse su deliberada supresión. Cada cual puede ahora ver cómo la legislación y la obra de las instituciones estatales deben estar, en particular, al servicio de la familia, fundada en el matrimonio y abierta a la vida; y también reconocer el derecho primario de los progenitores a la libre educación y formación de los hijos, según el proyecto educativo considerado por ellos válido y pertinente. No se rinde justicia a la familia, si el Estado no sostiene la libertad de educación por el bien común de la entera sociedad.

• El tiempo de crisis que atravesamos tiene necesidad, además, de valerosas elecciones técnico-políticas, de gratuidad, como he tenido ocasión de recordar: «La ciudad del hombre no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes, sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión».

Fiesta de los testimonios

• Incluso las cosas pequeñas eran fuente de alegría (en mi familia), porque era así como se expresaba el corazón del otro. Así crecimos en la certeza de que es un bien ser hombres, porque veíamos que la bondad de Dios se reflejaba en nuestros padres y hermanos. Y, a decir verdad, cuando intento imaginar un poco cómo puede ser el Paraíso, siempre pienso en el tiempo de mi infancia y de mi juventud. De hecho, en ese contexto de confianza, alegría y amor, éramos felices, y creo que en el Paraíso debe ser parecido a lo que viví en mi juventud. En este sentido, espero ir a casa, cuando vaya al otro lado del mundo.

En el rito del Matrimonio, la Iglesia no dice: ¿Estás enamorado?, sino ¿Quieres?; ¿Estás decidido? Es decir: el enamoramiento debe convertirse en verdadero amor, implicando la voluntad y la razón en un camino, esto es el noviazgo, de purificación, de mayor profundidad, de modo que realmente todo el hombre, con todas sus capacidades, con el discernimiento de su razón y la fuerza de su voluntad, pueda decir: Sí, ésta es la vida que yo quiero.

• Debería crecer el sentido de la responsabilidad en todos los partidos, que no prometan cosas que no pueden realizar, que no busquen sólo votos, sino que sean responsables del bien de todos y que entiendan que la política es también siempre responsabilidad humana y moral frente a Dios y frente a los hombres. (…) Querría invitar desde aquí a los empresarios a pensar en la familia, y a pensar también en cómo ayudar a que las dos prioridades puedan conciliarse.

Eucaristía del domingo

• Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la Trinidad, imagen de Dios. Queridos esposos, viviendo el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera.

• Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el cosmos, el mundo. Ante vosotros está el testimonio de tantas familias, que señalan los caminos para crecer en el amor: mantener una relación constante con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener paciencia con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres, responsables en la sociedad civil. Todos estos elementos construyen la familia. Vividlos con valentía, con la seguridad de que, en la medida en que viváis el amor recíproco y hacia todos, con la ayuda de la gracia divina, os convertiréis en Evangelio vivo, una verdadera Iglesia doméstica.

Miles de personas se dieron cita en la plaza del Duomo, para recibir a Benedicto XVI, acompañado del cardenal Scola.

• Vemos que, en las modernas teorías económicas, prevalece con frecuencia una concepción utilitarista del trabajo, la producción y el mercado. El proyecto de Dios y la experiencia misma muestran, sin embargo, que no es la lógica unilateral del provecho propio y del máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al bien de la familia y a edificar una sociedad justa, ya que supone una competencia exasperada, fuertes desigualdades, degradación del medio ambiente, carrera consumista, pobreza en las familias.

• Para nosotros, cristianos, el día de fiesta es el domingo, Día del Señor, Pascua semanal. Es el día de la Iglesia, asamblea convocada por el Señor alrededor de la mesa de la Palabra y del sacrificio eucarístico, para alimentarnos de Él, entrar en su amor y vivir de su amor. Es el día del hombre y de sus valores: convivencia, amistad, solidaridad, cultura, contacto con la naturaleza, juego, deporte. Es el día de la familia, en el que se vive juntos el sentido de la fiesta, del encuentro, del compartir, también en la participación de la santa Misa. Queridas familias, a pesar del ritmo frenético de nuestra época, no perdáis el sentido del Día del Señor. Es como el oasis en el que detenerse para saborear la alegría del encuentro y calmar nuestra sed de Dios.

Familia, trabajo, fiesta: tres dones de Dios, tres dimensiones de nuestra existencia que han de encontrar un equilibrio armónico. Armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias de la familia, la profesión y la paternidad y la maternidad, el trabajo y la fiesta, es importante para construir una sociedad de rostro humano. A este respecto, privilegiad siempre la lógica del ser respecto a la del tener: la primera construye, la segunda termina por destruir. Es necesario aprender, antes de nada en familia, a creer en el amor auténtico, el que viene de Dios y nos une a Él, y precisamente por eso «nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea todo para todos».