El «apóstol de los niños soldado», en el cielo - Alfa y Omega

El «apóstol de los niños soldado», en el cielo

Cristina Sánchez Aguilar
Ilustración: Asun Silva

Seguro que has oído hablar de los niños soldado. Aquí mismo, en el Pequealfa, te hemos contado más de una vez cómo es la difícil vida de estos pequeños de África: cuando estalla una guerra cerca de donde viven, son separados de sus padres, viven en la pobreza, y los grupos armados los obligan a trabajar como espías, soldados, mensajeros o esclavos, en mitad de situaciones muy peligrosas y violentas que sólo enriquecen a unos pocos hombres sin piedad. Además, la gente les tiene mucho miedo y, cuando termina la guerra y sus secuestradores los abandonan sin nada, nadie quiere hacerse cargo de ellos.

Aunque la vida de los niños soldado es muy dura, hay muchos misioneros que trabajan para darles esperanza y ayudarles a tener una vida mejor. Uno de ellos era el padre Giuseppe Berton, un misionero javeriano de Italia, que era conocido, en Sierra Leona -uno de los países más pobres de África-, como «el apóstol de los niños soldados». El padre Beppi (como le llamaban cariñosamente) murió hace unas semanas, con 81 años, así que ahora podrá cuidar, desde el cielo, de los niños soldado.

Su historia es digna de una película: cuando en el año 1992 estalló la guerra en Sierra Leona (una guerra que duró 8 años, hasta el año 2000, y que aún provoca muchos problemas y peleas), este misionero enseguida denunció que uno de los ejércitos estaba secuestrando niños para entrenarlos como asesinos, en un clima de muchísima violencia, dolor y abusos, en el que los pequeños eran a la vez víctimas y verdugos. Así que el padre Berton pidió ayuda a Dios y decidió actuar: se dio cuenta de que la mayoría de esos niños eran pobres, analfabetos y provenían de zonas rurales en las que no encontraban prosperidad; eran incapaces de pedir perdón y tenían muchos traumas por haber hecho cosas horribles. Así que empezó un programa para recuperarlos en sus misiones, a través de escuelas y hogares de acogida, en los que les enseñaba a leer, a escribir, a trabajar, a rezar y a divertirse sanamente; los alimentaba y cuidaba, les daba cariño, una ayuda psicológica y, lo más importante, les transmitía el amor de Dios. Gracias a su labor, miles de niños soldado cambiaron las armas por lápices y juguetes, y el odio por la amistad; han podido arrepentirse y pedir perdón por las cosas que habían hecho y han empezado una nueva vida, más estable y feliz.

El padre Beppi hizo una labor tan buena que muchas organizaciones, entre ellas la ONU, le llamaban para que diera conferencias y ayudase a otros países de África en los que también había niños soldado. Porque, como él repetía muchas veces: «Ellos todavía son niños», y los niños son los favoritos de Dios.