Una sacudida para la Iglesia en Hispanoamérica - Alfa y Omega

Una sacudida para la Iglesia en Hispanoamérica

El primer Papa iberoamericano de la Historia emprende, del 22 al 28 de julio, su primer viaje internacional, a Hispanoamérica para presidir la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebra en Brasil, el país con el mayor número de católicos del mundo. Para la Iglesia que habla y reza en español y portugués, se trata de la sacudida para reaccionar ante sus dos desafíos más cruciales: el avance de comunidades neo-pentecostales, que en ocasiones degeneran en sectas, así como la secularización que lleva a la pérdida de la fe

Jesús Colina. Roma
Llegada de la Cruz de los jóvenes al monumento a Cristo Redentor del Corcovado, el pasado viernes, 12 de julio, ante la ya inminente celebración de la JMJ de Río de Janeiro

El próximo lunes, 22 de julio, el Papa Francisco comienza el primer viaje internacional de su pontificado, en un avión de Alitalia preparado con particular sobriedad para esta ocasión, para visitar su continente natal, en particular, Brasil, con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. La agenda del viaje la ha heredado de Benedicto XVI, quien anunció, el 22 de agosto de 2011, en la explanada de Cuatro Vientos, a las afueras de Madrid, que la próxima JMJ se celebraría en Río de Janeiro. Nada más ser elegido Papa, una de las primeras decisiones de Francisco fue confirmar su compromiso para encontrarse con los chicos y chicas del mundo en tierras vecinas a su Argentina natal.

Se esperan para la Vigilia de la noche del 27 de julio y la misa del día siguiente unos dos millones de jóvenes, 11 mil sacerdotes, 1.500 obispos y unos 60 cardenales. Los más numerosos serán los procedentes de Brasil, claro está, de Estados Unidos y de Argentina. Es la segunda vez que Hispanoamérica acoge un evento de estas características: el primero tuvo lugar en 1987, precisamente en la Buenos Aires de Jorge Mario Bergoglio.

Un evento de estas características está llamado a tener un enorme impacto, en primer lugar, en la Iglesia en Brasil, así como en toda la Iglesia de América. Entre la Tierra de Fuego y Alaska viven ya casi la mitad de los católicos del planeta. Está claro que la evangelización del tercer milenio dependerá ante todo de las comunidades católicas de esas tierras.

¿Una nueva reforma protestante?

Ahora bien, al Papa Francisco no le gusta esconder los problemas y sabe que su visita tiene que dar una sacudida a la Iglesia en América para afrontar los dos grandes desafíos que desangran a los bautizados de ese continente. Ante todo, la Iglesia del continente de la esperanza, como la bautizó Juan Pablo II, afronta su desafío más visible: el crecimiento de grupos protestantes, o más bien pentecostales, con frecuencia sectas, en general sumamente agresivas con la Iglesia católica. Se trata de un fenómeno que afecta a todo el continente. El semanario Time Magazine, en su edición del pasado 4 de abril, dedicaba una portada a La reforma latina y explicaba que los latinos llegados a los Estados Unidos y que se convierten al protestantismo se han convertido en el fenómeno religioso de mayor importancia estadística en esa nación.

En estos momentos, el 62 % de los 52 millones de hispanos en los Estados Unidos son católicos. Time considera que, si el crecimiento de los grupos evangélicos sigue avanzando, para 2050, el 50 % habrá pasado a formar parte de una comunidad protestante.

Este fenómeno se experimenta en el resto de los países del continente, aunque con porcentajes diferentes. En el mismo Brasil, por ejemplo, según el Censo Demográfico del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, en los últimos diez años la Iglesia católica perdió al 1,3 % de sus fieles, mientras que el número de los evangélicos aumentó en un 61,45 %. En el año 2000, cerca de 26,2 millones de brasileños se decían evangélicos, mientras que en el año 2010 eran 42,3 millones. De todos modos, Brasil mantiene su mayoría católica. El número de los católicos en 2010 era de 123,3 millones, cerca del 64,6 % de la población. Diez años antes, era de 124,9 millones, es decir, el 73,6 % de los brasileños.

En ocasiones, no es fácil encontrar una sola palabra para hacer referencia a estas comunidades llamadas evangélicas. En general, no se trata de evangélicos en el sentido original de la palabra, es decir, miembros de las comunidades eclesiales surgidas directamente de la Reforma introducida por Martín Lutero. Los católicos de América no abandonan su Iglesia para pasar a formar parte de comunidades luteranas. Dejan la comunidad en la que recibieron el Bautismo para pasar al pentecostalismo, o neo-pentecostalismo, nombre con que se le conoce al conjunto de comunidades religiosas que recalcan la doctrina del Bautismo en el Espíritu Santo.

El movimiento pentecostal, como también se le conoce, carece de un dirigente mundial debido a las diferentes creencias y opiniones sobre doctrinas, prácticas y liturgia que hay entre las organizaciones religiosas. En Brasil, los grupos pentecostales, o neo-pentecostales, con mayor seguimiento son la Asamblea de Dios (12,3 millones), la Congregación Cristiana en Brasil (2,3 millones) o la Iglesia Universal del Reino de Dios (1,8 millones).

Voluntarios de la JMJ

En el continente en el que nació y creció la Teología de la Liberación, que clama contra la injusticia social, en ocasiones utilizando las categorías del marxismo (motivo por el cual fue condenada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuando su Prefecto era el cardenal Joseph Ratzinger), entre estas comunidades neo-pentecostales está expandiéndose de manera preocupante la Teología de la Prosperidad. Esta doctrina parte de una convicción: el dinero es bendición de Dios y, por tanto, los fieles que participan en estos nuevos grupos, que en ocasiones pueden catalogarse de sectas, son bendecidos con la prosperidad.

Una de las principales organizaciones religiosas del neopentecostalismo que promueve la Teología de la Prosperidad es la Iglesia Universal del Reino de Dios, también conocida como Pare de sufrir. En todas sus reuniones, instan a sus feligreses a dar el diezmo y las ofrendas para recibir la abundancia material y espiritual sobre sus vidas, así como la prosperidad en sus negocios. En sus programas de televisión muestran a personas contando sus testimonios de cómo fueron bendecidos por Dios al apoyar financieramente a esta Iglesia.

El cardenal Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida, la segunda meta del Papa en su viaje a Brasil, y Presidente de la Conferencia de los Obispos de Brasil, consideraba en días pasados, en una entrevista concedida a la prensa brasileña, que el crecimiento de los evangélicos en Brasil ha llevado a la Iglesia católica a despertar, que hasta ahora había vivido bastante acomodada. «Quizá nos hemos acomodado, y puede ser que el crecimiento del movimiento pentecostal nos haya hecho despertar a nuestra verdadera misión», afirma. Según el purpurado brasileño, los cambios de los últimos años han provocado una pérdida en el número de fieles, pero, al tiempo, «los practicantes son mucho más coherentes con su fe; la practican de manera más convencida. Y esto es muy positivo».

El proceso de secularización

El movimiento pentecostal no es la única amenaza para los bautizados católicos de Iberoamérica. No es ni siquiera la más importante. La más insidiosa y numéricamente representativa es el alejamiento de la fe. En la América evangelizada por los misioneros españoles, hoy día se vive un doble fenómeno: por una parte, avanza el consumismo, en particular importado de la sociedad estadounidense, cuya riqueza constituye un modelo para muchísimas realidades sociales iberoamericanas.

Por otra parte, especialmente en Sudamérica, avanza un proceso de laicidad, importado de ideologías europeas, de carácter en ocasiones más racional y anticlerical. El resultado está ante los ojos de todos: en algunos países, como es el caso de Uruguay, la práctica religiosa es inferior a la de nuestros países católicos europeos. En la mayoría de los países Iberoamericanos, la Iglesia sigue gozando de una gran importancia, influencia, e incluso prestigio, pero la práctica religiosa está decreciendo para acercarse a los índices europeos.

Aquí se encuentra el gran desafío que afronta el Papa Francisco. El lema de su visita a Brasil será Id y haced discípulos entre todas las naciones (Mateo 28, 18), como dice en la introducción el Misal que él mismo seguirá en ese país, para recordar «la urgencia misionera del momento histórico en que vivimos, caracterizado por el secularismo, que intenta apagar la llama de la fe cristiana en la sociedad posmoderna». En el fondo, el Papa lanzará, en la Jornada Mundial de la Juventud del Año de la fe, el llamamiento a la nueva evangelización para aplicar el mensaje misionero que lanzó la Conferencia del Episcopado Latinoamericano, reunido en Aparecida en mayo de 2007. El documento final tuvo, como primer redactor, al entonces arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Bergoglio.

El cardenal Raymundo Damasceno Assis considera que el Papa Francisco viene a Brasil a recordar a la Iglesia su misión central: «La Iglesia existe para evangelizar. Lo que significa que la Iglesia tiene que atender a quienes participan en nuestra comunidades, así como salir al encuentro de los que están alejados». Según el purpurado, este mensaje «no es una respuesta a los evangélicos. Lo hacemos, pues es nuestra misión, nuestro objetivo, nuestra finalidad. Estamos acomodados y tenemos que salir del conformismo. Esto está muy claro en la visión del Papa Francisco».

El abrazo de Francisco a los excluidos

«San Francisco de Asís abrazó a los leprosos, que estaban excluidos de la sociedad, y decidió cuidar de ellos». Aunque la lepra ya está prácticamente extinguida en muchos países, «nuestro carisma inicial es repetir el abrazo de san Francisco a los excluidos», explica fray Francisco Belotti, fundador de la Fraternidad Hogar San Francisco de Asís en la Providencia de Dios. Este abrazo de Francisco se repetirá el próximo miércoles, cuando el Papa visite el hospital que esta Fraternidad tiene en Río, e inaugure en él un Polo de Atención Integral a la Salud Mental, especializado en la atención a drogodependientes. «El adicto tiene cuatro salidas: la cárcel, el psiquiátrico, el cementerio o el tratamiento. ¡Nosotros apostamos por la recuperación!», explica fray Belotti.

La Fraternidad, fundada por fray Boletti en 1985, está dedicada a la acogida y cuidado de los más necesitados, mediante 60 proyectos de atención sanitaria y social. En estos 28 años, han atendido a más de 30.000 drogodependientes. Además del centro que será inaugurado por el Papa, cuentan con otro Polo, cuatro ambulatorios para dependientes y nueve comunidades terapéuticas, donde los toxicómanos en recuperación continúan su proceso de reinserción y reciben formación profesional de cara a su reinserción. Las puertas de este Hogar están abiertas incluso si se fracasa: «Muchas veces -explica el fundador-, el dependiente no consigue alcanzar los resultados deseados en el primer ingreso. Podrá volver hasta que llegue ese momento que llamamos la Hora de la Gracia, cuando está preparado para enfrentarse nuevamente a la convivencia social».

La visita del Papa Francisco, «en medio de tantas obras existentes en Brasil, es señal de que Dios está bendiciendo y confirmando nuestro nuevo proyecto de vida: la fraternidad», concluye fray Francisco. También el arzobispo de la ciudad carioca, monseñor Orani Joao Tempesta, está encantado: «Río necesitaba un centro» así, sobre todo a la vista de «cuántas familias están siendo destruidas, especialmente por el uso del crack». Según la OMS, el 3 % de la población brasileña es adicta al crack. «Tengo la certeza de que el Centro será el legado social de la JMJ», añade monseñor Tempesta.

La visita a este centro es sólo uno de los varios actos previstos para los primeros días del Papa en Río, antes de su primer encuentro oficial con los jóvenes, el día 25 por la tarde. El Santo Padre llegará a Río el lunes 22, y, tras la bienvenida en el aeropuerto y, luego, en el Palacio Guanabara -sede del Gobierno estatal-, realizará una visita de cortesía a la Presidenta de la República, Dilma Rousseff. El martes 23 lo dedicará al descanso; y el miércoles, antes de su visita al Hospital de San Francisco, pasará gran parte del día en el santuario de Aparecida, donde celebrará la Misa y comerá con obispos y seminaristas de la zona. El jueves recibirá las llaves de la ciudad de Río en el Palacio de la Ciudad, donde también bendecirá las banderas de las Olimpiadas de 2016. A continuación, visitará la favela de Varginha, otro de los grandes gestos sociales previstos durante la Jornada.

María Martínez, enviada especial