Todavía es posible el diálogo - Alfa y Omega

Todavía es posible el diálogo

El Papa ha desarrollado una intensa actividad en agosto para intentar frenar la guerra en Siria. Para este sábado, ha convocado una Jornada de oración y ayuno por la paz en Siria. Será en la Plaza de San Pedro, aunque en diversos lugares del mundo, se organizarán encuentros paralelos. Ante la perspectiva de una intervención militar, los obispos de Oriente Medio se han pronunciado contra el uso de violencia, recalcando que la guerra sólo trae guerra —para muestra, la invasión de Irak— y denunciando que Occidente sólo busca sus propios intereses económicos

Cristina Sánchez Aguilar
Habitantes de Alepo buscan supervivientes en los escombros, tras un bombardeo

El Twitter del Papa Francisco echaba humo esta semana. Sus múltiples tuits pidiendo la paz recuerdan, a sus casi diez millones de seguidores, su preocupación por el conflicto sirio. Y es que desde que la situación se recrudeció, el pasado 21 de agosto, tras el presunto ataque con armas químicas por parte del Gobierno de El Asad, el Papa no ha dejado de mostrar su angustia ante el sufrimiento de la población siria, y su firme condena a la violencia. Lo ha hecho con palabras, y también con hechos: el 31 de agosto, convocó, por segunda vez, una reunión para debatir sobre la situación en el país asiático. En esta ocasión, miembros de la diplomacia vaticana —entre ellos el todavía secretario de Estado, Tarcisio Bertone; el cardenal Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales; o Dominiquie Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados— se encontraron con él para estudiar las «líneas que adoptar» en Oriente Medio y para promover la paz en el país —la primera reunión sobre Siria tuvo lugar en junio, con el Consejo Pontificio «Cor Unum» y organismos caritativos católicos que trabajan sobre el terreno—.

También el Papa recibió, el pasado 29 de agosto, al rey jordano Abdalá II, acompañado de la reina Rania. Durante su encuentro, reafirmaron «que la vía del diálogo y la negociación, con el apoyo de la comunidad internacional, es la única opción para acabar con el conflicto y la violencia», según recoge un comunicado de la Oficina de Prensa Vaticana.

¿Nos hemos olvidado de la invasión de Irak?

La Iglesia se está volcando en recordar a la comunidad internacional, y a la opinión pública, que una intervención militar podría tener nefastas consecuencias. Una de las voces más contrarias a la intervención es la de monseñor Louis Sako, cabeza de la Iglesia católica iraquí, que era párroco en Mosul cuando, en 2003, Estados Unidos guió a los aliados contra el régimen de Sadam. El Patriarca de los Caldeos reconoce que no entiende «la política occidental», que utiliza el «eslógan de la democracia» como «excusa para hacer la guerra». Monseñor Sako, en una entrevista en Aleteia.org, se pregunta si ya se ha olvidado Irak, donde, diez años después de la invasión americana, «no tenemos democracia», y cuestiona «con qué derecho Estados Unidos vende armas a Siria e Irak y después las ataca».

El Papa, en su encuentro con Abdalá II y Rania de Jordania

La experiencia iraquí también la puso de manifiesto el Observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas, monseñor Silvano Tomasi, quien, en declaraciones a Radio Vaticano, recordó que «las intervenciones armadas, similares en Irak y Afganistán, no han aportado ningún resultado constructivo. Con la guerra se pierde todo». Y pidió prudencia «para no acelerar un juicio, sin tener pruebas suficientes».

Que la intervención es parte de un plan «para intensificar el conflicto interconfesional en el mundo musulmán entre chiítas y sunitas» es la opinión vertida por el Patriarca de Antioquía de los Maronitas, cardenal Bechara Boutros Rai, quien, desde el Líbano, criticaba, en Radio Vaticano, que los políticos occidentales buscan desestabilizar la región para sus propios intereses económicos. De hecho, según Gregorios III, jefe de la Iglesia Melquita católica de Siria, «los Estados han enviado al país armas, dinero, militares, miembros de los servicios secretos, bandidos criminales y fundamentalistas salafistas», lo que ha supuesto para Siria «un diluvio destructor», según publica el diario ABC. Para el obispo católico de Alepo, monseñor Antoine Audo, la intervención y sus consecuencias en la región «podrían provocar una guerra mundial».

No más derramamiento de sangre

Caritas Internationalis, que lleva, desde 2011, respondiendo a la crisis humanitaria causada por el conflicto, ha hecho también un llamamiento a la comunidad internacional, para pedir que cese el derramamiento de sangre, y cita las cifras recién publicadas por ACNUR, que demuestran que Siria ya ha alcanzado el mayor número de desplazados provocados por un conflicto, con dos millones de refugiados fuera, y 4,25 millones en el interior. De ellos, cerca de 450.000 son cristianos. Para ellos, quedarse en Siria no es una opción viable, ya que, si quieren volver a sus casas, «deberán convertirse al Islam», tal y como les han advertido los rebeldes, bajo amenaza de muerte. Así lo explica la agencia Assyrian International News Agency, que añade que los rebeldes están ocupando los hogares de cristianos y robando sus bienes, que venden en el mercado negro para comprar armas y munición.

El hermano marista George Sabé ha escrito una carta desde Alepo, donde cuenta que «el pueblo inocente está pagando muy caro» el enfrentamiento, y pide «que cese el ruido de las armas». También llegan noticias desde el monasterio de Deir Mar Musa, cuyo jesuita fundador, el padre Dall’Oglio, lleva desaparecido un mes. «Esperamos que los países occidentales asuman una posición justa, protegiendo los derechos humanos», declaró a la Agencia Fides el padre Jacques Mourad, el actual superior del monasterio.