Para mayor gloria de Dios... - Alfa y Omega

«Se ha desvelado la primera gran decisión de gobierno del pontificado», escribe José Luis Restán en Páginas Digital. Con la elección de un joven (58 años) pero curtido diplomático como Secretario de Estado, el Papa «ha apostado a una carta segura», afirma José Francisco Serrano, en ABC.

Los elogios son unánimes. El Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, el cardenal Tauran, fue, como Secretario para las Relaciones con los Estados (1990-2003), quien trajo a Pietro Parolin al Vaticano en 1992. «Siempre he apreciado, en primer lugar, su lealtad, así como sus cualidades sacerdotales -dice a la agencia I. Media-. Es un muy buen negociador, que ha desarrollado numerosas misiones en China continental, en Vietnam, en Oriente Medio… Gran trabajador, posee un buen conocimiento de los dossiers. Es amable y discreto», y un hombre de fe profunda, consciente de que su trabajo «no concierne sólo a la administración de la Iglesia, sino a la evangelización».

A Tauran le sucedió el cardenal Giovanni Lajolo, que tuvo a Parolin como segundo entre 2003 y 2006. «Fue monseñor Parolin el que me enseñó (el trabajo de) Secretario para las Relaciones con los Estados», confiesa a Vatican Insider. «Aunque fuera mi colaborador, en realidad, fue mi maestro… Parolin es tan bueno que creo que lo habría elegido cualquier Papa».

La prensa se ha sumado a los aplausos. John Thavis, antiguo corresponsal de la agencia de los obispos americanos, destaca la disponibilidad que tuvo siempre el arzobispo para documentar a los corresponsales «sobre cualquier asunto en apenas cinco minutos», lo que se traducía después en informaciones más precisas.

Los comentarios destacan su bagaje diplomático, en un contexto marcado por las expectativas de reformas en la Curia. «Con el nombramiento de Pietro Parolin como sucesor de Tarcisio Bertone, el Secretario de Estado deja de ser percibido como un vicepapa y vuelve a ser simplemente un secretario. Secretario de Estado, pero secretario. Parolin, de hecho, no sólo pertenece a la mejor escuela diplomática de la Santa Sede, sino que se caracteriza por ser completamente extraño a los protagonismos», escribe Andrea Tornielli en Vatican Insider. Es posible que, con las reformas, la Secretaría de Estado pierda algunas atribuciones, y deje de ser ese organismo que coordina y supervisa toda la maquinaria vaticana, pero, a cambio, «volverá a ocuparse con mayor atención» de los problemas en el mundo, representando «una voz que, durante el último siglo, se ha convertido, en medio de los conflictos y las crisis internacionales, en una referencia reconocida y a menudo profética, añade.

El nombramiento da pistas sobre futuras reformas. «Francisco no parece dispuesto a desmantelar las estructuras burocráticas del Vaticano, sino, más bien, a hacerlas funcionar», escribe el americano John Allen, de la CNN y el National Catholic Reporter.

¿Funcionar? «En su primer mensaje tras el nombramiento, el nuevo Secretario de Estado ha mostrado su absoluta disponibilidad a colaborar con el Papa y bajo su guía para la mayor gloria de Dios, el bien de la Santa Iglesia y la paz de la Humanidad, de modo que ésta encuentre razones para vivir y para esperar», resalta Restán. «Conviene recordar que de eso se trata, cuando hablamos de nombramientos vaticanos… Me comentaba un sacerdote con años de experiencia en los palacios apostólicos que resulta infantil pensar que el rediseño del organigrama de la Curia es el principal problema de la Iglesia. Desde luego, se necesita una Curia más eficiente y ligera… Pero el verdadero quid de la cuestión no radica en agrupar más o menos dicasterios, sino en que todas las realidades eclesiales vivan exclusivamente de la fe, se apoyen en ella y la comuniquen hasta los confines del mundo. El mejor retrato de la renovación que desea el Papa Francisco lo encontramos en su apasionado discurso a los obispos de Brasil: Sólo una Iglesia que alberga en su seno al Misterio puede maravillar y atraer a la gente… la misión nace de ese hechizo divino».