Egipto: la estrategia del terror

Mientras el llamado mundo civilizado discute hipócritamente si hay que atacar al Gobierno de Siria o no -sólo el Papa Francisco recuerda que toda guerra trae más guerra y toda violencia más violencia, y que Jesucristo no necesita ejércitos para vencer al mal, porque su fuerza es la humildad-, los medios de comunicación publican increíbles listas oficiales de iglesias católicas destruidas en Egipto entre el 15 y 17 de agosto pasado: al menos 58 iglesias, escuelas, instituciones, casas y comercios de cristianos han sido saqueados e incendiados por los radicales de los Hermanos Musulmanes; incluso orfanatos, en un intento bárbaro de borrar todo rastro de presencia cristiana. «A pesar de lo que habéis hecho, pedimos a Dios que os perdone»: ésta es la reacción auténticamente cristiana de las víctimas. En realidad, es una guerra civil peligrosísimab de un Egipto contra otro Egipto, que ha puesto ya, en tela de juicio, quizás irremisiblemente, el liderazgo del mundo árabe por parte de Egipto. Son las consecuencias del odio. En las fotos, a la izquierda, la pequeña grey de una iglesia incendiada; a la derecha, un muchacho acoge en sus brazos a su hermano muerto.