Hipocresía y doble moral - Alfa y Omega

Paralelamente a los escándalos suscitados en el seno de la Iglesia católica por las acusaciones de abusos sexuales hechas contra ministros ordenados, el mundo económico de esta nación y del orbe entero se estremecen ahora por la crisis ética que sacude al mercado de capitales más importante del mundo. La esencia de la economía capitalista, que tiene como máximo exponente el mercado de valores de Wall Street, economía vivida y predicada desde esta nación y expandida por la casi totalidad de la tierra, está sumida en un escándalo de proporciones insospechadas, pues grandes inversionistas de todo el mundo aseguran que -en Wall Street- no hay un solo balance que no esté maquillado con tal de lograr originar fraudes, robos y estafas multimillonarias a la propiedad privada.

El fraude contable en las gigantescas y poderosísimas empresas Enron, Xerox, y la quiebra de WorldCom desataron el pánico y arroparon con manto de duda la meca del capitalismo mundial. Millones de inversionistas del mundo entero no saben qué hacer hoy con su dinero: Japón está en recesión, Europa es poco rentable e Iberoamérica está de capa caída porque la confianza, junto con el precio de las acciones, se desplomó e hizo estallar una crisis que tiene en la mira a los más prestigiosos empresarios y firmas auditoras del país.

Es criticable la falta de honradez de los líderes del mundo corporativo de Estados Unidos, la hipocresía, doble moral y fariseísmo social, que maquilla de blanco los sepulcros aunque por dentro son carroña, corrupción, podredumbre y maldad. La economía capitalista que ha endiosado el dinero, que tiene por nuevos templos a los bancos y centros comerciales, por espiritualidad el materialismo y por nueva religión el consumismo, acaba de revelarnos su peor cara: la de la ambición, la avaricia, la mentira, el fraude y el enriquecimiento a toda costa según el principio inmoral que justifica los medios con tal de lograr el fin, que en este caso es el del dinero fácil.

La economía norteamericana, que no lograba despegar después del pasado 11 de septiembre, sufre esta nueva estocada que puede ser mortal. Afecta a miles de obreros y empleados con sus planes de retiro además de las miles de personas que están quedando sin empleo. El Gobierno debe intervenir para evitar la catástrofe económica, pero sobre todo es preciso volver a los principios éticos que permiten una convivencia social fundada en el bien común. Urge volver a proclamar con la Sagrada Escritura que «es maldito el hombre que pone su confianza en el dinero y bendito el hombre que pone su confianza en el Señor», y que «no se puede servir a Dios y al dinero». Si jóvenes de nuestra comunidad hispana sufren prisión por muchísimo menos que por los escándalos descubiertos en Wall Street, es de sentido común y de justicia social elemental que los responsables no queden viviendo en la impunidad.

Mario Paredes
Nueva York