«México lindo, Dios te bendiga» - Alfa y Omega

«México lindo, Dios te bendiga»

En tiempos de globalización, el Papa presenta modelos nativos de santidad. Canoniza en su visita a México a Juan Diego, testigo de las apariciones de Guadalupe y primer indígena americano santo, así como a dos mártires indígenas asesinados en 1700

Jesús Colina. Roma
El Papa rodeado de bailarines incas, aztecas y yaquis con sus trajes tradicionales durante la audiencia general del 17 de julio en Castel Gandolfo
El Papa rodeado de bailarines incas, aztecas y yaquis con sus trajes tradicionales durante la audiencia general del 17 de julio en Castel Gandolfo.

Juan Pablo II concluyó la peregrinación número 97 de su pontificado, que le había llevado por Canadá y Guatemala, en México, donde se detuvo entre el 30 de julio y el 1 de agosto para dejar al mundo ejemplos nativos de santidad, un mensaje fuerte en tiempos de globalización. El 31 de julio, de hecho, fue uno de los días más importantes en la historia del catolicismo mexicano, segundo país del mundo en número de bautizados: en esa fecha tuvo lugar la canonización de Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548), testigo de las apariciones de Guadalupe y primer indígena americano santo.

La basílica de Guadalupe, el santuario que recibe al mayor número de fieles del mundo (casi 20 millones al año), estaba llena hasta los topes, al igual que la plaza contigua y las calles aledañas. La canonización batió asimismo todos los récords de audiencia televisiva.

En una celebración, en la que se escuchó con frecuencia el náhuatl, la lengua que habló Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que en ese idioma significa águila que habla), el obispo de Roma presentó la actualidad del testimonio de este laico que acogió el mensaje cristiano «sin renunciar a su identidad indígena».

«Así facilitó -afirmó el Pontífice- el encuentro fecundo de dos mundos [el español y el precolombino] y se convirtió en protagonista de la nueva identidad mexicana, íntimamente unida a la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo expresa su maternidad espiritual que abraza a todos los mexicanos».

Necesidad mutua

El Papa, como suele hacer, resumió el mensaje que quiso dejar a este país, el primero que visitó a inicios de su pontificado, en 1979, con una frase lapidaria: «¡México necesita a sus indígenas y los indígenas necesitan a México!».

Juan Pablo II beatificó a Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, indios zapotecas, casados y padres de familia, asistentes de los misioneros dominicos españoles. Según cuentan las crónicas y la tradición oral indígena, tras haber sido torturados salvajemente por personas del poblado, que ofrecían ofrendas a los dioses de la mitología prehispánica y que les exigieron renunciar a su fe, los dos nuevos beatos fueron asesinados a machetazos.

La respuesta de los mexicanos fue como siempre desbordante: en los menos de tres días que el Pontífice estuvo en la capital, unos 14 millones se echaron a las calles, durmiendo en ocasiones en las aceras, para ver pasar y saludar, aunque fuera durante unos segundos, a la figura blanca que llevaba el papamóvil.

Mujeres mexicanas recogen flores de un mural de la Virgen de Guadalupe
Mujeres mexicanas recogen flores de un mural de la Virgen de Guadalupe

Y como Juan Pablo II siempre acompaña las palabras con gestos fuertes, al día siguiente, 1 de agosto, beatificó a Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, indios zapotecas, casados y padres de familia, asistentes de los misioneros dominicos españoles, martirizados el 16 de septiembre de 1700. Según cuentan las crónicas y la tradición oral indígena, tras haber sido torturados salvajemente por personas del poblado, que ofrecían ofrendas a los dioses de la mitología prehispánica y que les exigieron renunciar a su fe, los dos nuevos beatos fueron asesinados a machetazos. Sus corazones fueron arrancados y echados a los perros.

La beatificación se convirtió en una especie de emotiva despedida del Santo Padre, al finalizar su quinta visita a México, segundo país del mundo en número de católicos, después de Brasil. «Me voy, pero de corazón me quedo», confesó al final de la celebración improvisando. «México lindo, Dios te bendiga», añadió, parafraseando la famosa canción; palabras que arrancaron muchas lágrimas, y que comentó minutos después, en un mensaje a la nación, Vicente Fox, el primer Presidente de la historia de México que besa la mano de un Papa, rompiendo tabúes centenarios de una malentendida separación Iglesia-Estado.