Monseñor Juan José Aguirre: «Llegará la Resurrección» - Alfa y Omega

Monseñor Juan José Aguirre: «Llegará la Resurrección»

Tras el golpe de Estado de marzo, la milicia islamista Seleka continúa arrasando la República Centroafricana, uno de los frentes abiertos por el yihadismo en el continente. El obispo español de Bangassou, monseñor Juan José Aguirre, visitó hace unas semanas España para denunciar el drama. «Quieren extender el Islam por toda África», afirma. En su país, los radicales han sepultado el clima de diálogo entre cristianos y musulmanes. «No es la primera vez que he tenido que recoger el cráneo abierto de un amigo mío, pero esta vez, ha sido diferente, por lo que dura, y por la cantidad de casas incendiadas, la cantidad de mujeres violadas…»

Cristina Sánchez Aguilar
Monseñor Aguirre, con niños y fieles de su diócesis de Bangassou, durante la celebración de un Vía Crucis

¿Por qué el Islam más agresivo está arrasando el continente africano?
Vivimos en una época tremendamente trastornada, en la que los países árabes con petrodólares quieren expandirse, y piensan que es el continente africano donde el Islam tiene que extenderse más. En Europa están los católicos, en América los protestantes…, pues en África, los musulmanes. Evidentemente, hay países que no aceptan este pensamiento, como mi vecina República Democrática del Congo, un país con 50 millones de católicos. Pero los yihadistas han llegado a Centroáfrica para imponer un Gobierno islámico, y los congoleños se han echado a temblar, porque las fronteras son muy permeables.

Pero no todos los musulmanes tienen este pensamiento.
El Islam que avanza es el que interpreta el Corán de forma más radical. Hacen auténticas barbaridades, como convencer a una chica embarazada de ponerse una correa de explosivos y hacerse estallar en un mercado de Irán. Esa chica sacrificó su vida y la de su bebé sin pedirle permiso. Es de una brutalidad tremenda. Hay grupos islamistas tremendamente activos y radicales, que confunden los medios con los fines de forma exagerada, aunque muchos países los ven con desconfianza, porque el islam está muy dividido. Sólo hay que pensar en chiítas y sunitas… Pero no todos los musulmanes son así. Muchos son más tranquilos, místicos, no beligerantes, y buscan el diálogo.

En la República Centroafricana, de hecho, se dialogaba.
En mi país, hay un 15 % de musulmanes y un 60 % de cristianos. Hemos vivido siempre en paz; sin mezclarnos, pero buscando lo que nos une, y no lo que nos divide. Hasta que llegaron los rebeldes de la Seleka, y los musulmanes tuvieron que ponerse de su lado para no ser atacados.

¿Cuál es el papel de la Iglesia ante la matanza de cristianos en África?
Evangélicamente, no podemos tomar las mismas armas que el agresor, y, en ciertos momentos, hay que saber perder. Los 500 mil católicos que había en Irak antes de la caída de Sadam tuvieron que emigrar, porque, por ejemplo, un domingo por la mañana, los islamistas llevaron a una parroquia una bandeja con la cabeza de su párroco, y la pusieron delante del altar. Se les heló la sangre. Y aunque eran iglesias milenarias, emigraron a Líbano o Turquía. Hay veces que no puedes más que replegarte.

Hay veces, también, que puedes luchar dando a conocer el problema. El otro día, un grupo de rebeldes entró en Bangui, la capital de la República Centroafricana. Fueron a la catedral, donde celebraban el Domingo de Ramos, y empezaron a disparar al techo pidiendo las llaves de los coches. Si esto hubiese pasado en una mezquita, al día siguiente, Al Jazeera habría organizado manifestaciones para que fueran atacadas las embajadas de los países occidentales en el Magreb. ¿Cómo responder a esta intolerancia con la tolerancia?

Eso…, ¿cuál es la respuesta?
La clave está en el Evangelio, en la Pasión, aunque sea dura de soportar. Está en Jesús, que se deja quitar todo cuanto tenía. Se deja vapulear y manipular en manos de los hombres, sin que su Padre intervenga, sin que nadie intervenga. Y deja que lo estrujen y lo rompan como un juguete, hasta llevarlo a la Cruz, el Viernes Santo. No sabemos cuánto va a durar el Viernes Santo. Pero llegará la Resurrección. Ésta es nuestra esperanza.

¿Qué ha aprendido usted en estos meses de Viernes Santo?
En 34 años que llevo en Centroáfrica, mis pupilas han visto muchas situaciones tremendamente duras. No es la primera vez que vivo un golpe de Estado, no es la primera vez que vivo un amotinamiento brutal. No es la primera vez que veo asesinatos delante de mí. No es la primera vez que he tenido que recoger el cráneo abierto como una papaya de un amigo mío; le acababan de matar, y recogí su masa para tirarla al baño y llevar su cuerpo a la morgue.

Pero, esta vez, ha sido diferente por lo que dura, y por la cantidad de personas que han sufrido; la cantidad de casas incendiadas; la cantidad de mujeres violadas. Esta vez, me cimbrea un poco más ver tanta violencia a mi alrededor, que no puedo controlar. He aprendido a callarme, a soportar, a aguantar, a abandonarme en manos de quienes nos roban y saquean.

¿No tiene tentación de volver a España?
No. Pero ha habido momentos duros, donde notas que psicológicamente el estrés acumulado te va deteriorando, y hace como una especie de engrudo en la cabeza que te hace ver las cosas con poca lucidez. Cuando pierdes esa capacidad de discernir, hay que poner tierra de por medio. Y me voy a pasear.

¿No le preguntan dónde está Dios en todo esto?
Sí. Y les respondo que está ahí, en el que acaban de colgar, en el que acaba de morir. Claro que, para verlo así, hay que tener fe.