«Tengo grandes esperanzas en su país» - Alfa y Omega

«Tengo grandes esperanzas en su país»

En la residencia oficial y la principal oficina del presidente de los Estados Unidos, y más precisamente en el South Lawn, el famoso prado de la Casa Blanca donde se llevan a cabo importantes ceremonias, y mismo lugar donde fuera recibido su predecesor Benedicto XVI, tuvo lugar la Ceremonia de Bienvenida al Obispo de Roma en los Estados Unidos

RV

El Santo Padre agradeció al Presidente Barack Obama la acogida que le fue dispensada en nombre de los ciudadanos estadounidenses. Presentándose como «hijo de una familia de inmigrantes», manifestó la alegría de estar en el país que «ha sido construido en gran parte por tales familias».

Manifestando su deseo de escuchar y compartir las esperanzas y sueños del pueblo norteamericano, el Papa habló de algunos eventos destacados de su permanencia en el país, como el del Congreso, en donde espera «transmitir palabras de aliento a los encargados de dirigir el futuro político de la Nación en fidelidad a sus principios fundacionales», y aquel de Filadelfia con ocasión del Octavo Encuentro Mundial de las Familias, «para celebrar y apoyar a la institución del matrimonio y de la familia en este momento crítico de la historia de nuestra civilización».

El Papa evidenció la importancia del compromiso de los católicos del país y de los conciudadanos en la construcción de una sociedad verdaderamente tolerante e incluyente, «en la que se salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechace toda forma de discriminación injusta».

Haciendo referencia a la iniciativa del Presidente Obama para reducir la contaminación atmosférica, y citando la última encíclica sobre el cuidado de la casa común, el pontífice animó a «hacer los cambios necesarios para lograr un desarrollo sostenible e integral», y afirmó que «la humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común» (Laudato si‘, 13).

Por último, el Obispo de Roma habló los esfuerzos realizados recientemente para reparar relaciones rotas y abrir nuevas puertas a la cooperación dentro de nuestra familia humana, «pasos positivos», dijo, en el camino de la reconciliación, la justicia y la libertad, y expresó su deseo de que «todos los hombres y mujeres de buena voluntad apoyen las iniciativas de la comunidad internacional para proteger a los más vulnerables y para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo». «Tengo puestas grandes esperanzas en estos días en su País –concluyó el Sucesor de Pedro–. ¡Que Dios bendiga a América!».

Discurso del Santo Padre en la Ceremonia de Bienvenida en la Casa Blanca

Señor Presidente:

Le agradezco mucho la bienvenida que me ha dispensado en nombre de todos los ciudadanos estadounidenses. Como hijo de una familia de inmigrantes, me alegra estar en este país, que ha sido construido en gran parte por tales familias. En estos días de encuentro y de diálogo, me gustaría escuchar y compartir muchas de las esperanzas y sueños del pueblo norteamericano.

Durante mi visita, voy a tener el honor de dirigirme al Congreso, donde espero, como un hermano de este País, transmitir palabras de aliento a los encargados de dirigir el futuro político de la Nación en fidelidad a sus principios fundacionales. También iré a Filadelfia con ocasión del Octavo Encuentro Mundial de las Familias, para celebrar y apoyar a la institución del matrimonio y de la familia en este momento crítico de la historia de nuestra civilización.

Señor Presidente, los católicos estadounidenses, junto con sus conciudadanos, están comprometidos con la construcción de una sociedad verdaderamente tolerante e incluyente, en la que se salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechace toda forma de discriminación injusta. Como a muchas otras personas de buena voluntad, les preocupa también que los esfuerzos por construir una sociedad justa y sabiamente ordenada respeten sus más profundas inquietudes y su derecho a la libertad religiosa. Libertad, que sigue siendo una de las riquezas más preciadas de este País. Y, como han recordado mis hermanos Obispos de Estados Unidos, todos estamos llamados a estar vigilantes, como buenos ciudadanos, para preservar y defender esa libertad de todo lo que pudiera ponerla en peligro o comprometerla.

Señor Presidente, me complace que usted haya propuesto una iniciativa para reducir la contaminación atmosférica. Reconociendo la urgencia, también a mí me parece evidente que el cambio climático es un problema que no se puede dejar a la próxima generación. Con respecto al cuidado de nuestra «casa común», estamos viviendo en un momento crítico de la historia. Todavía tenemos tiempo para hacer los cambios necesarios para lograr «un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (Laudato si’, 13). Estos cambios exigen que tomemos conciencia seria y responsablemente, no sólo del tipo de mundo que podríamos estar dejando a nuestros hijos, sino también de los millones de personas que viven bajo un sistema que les ha ignorado. Nuestra casa común ha formado parte de este grupo de excluidos, que clama al cielo y afecta fuertemente a nuestros hogares, nuestras ciudades y nuestras sociedades. Usando una frase significativa del reverendo Martin Luther King, podríamos decir que hemos incumplido un pagaré y ahora es el momento de saldarlo.

La fe nos dice que «el Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común» (Laudato si’, 13). Como cristianos movidos por esta certeza, queremos comprometernos con el cuidado consciente y responsable de nuestra casa común.

Los esfuerzos realizados recientemente para reparar relaciones rotas y abrir nuevas puertas a la cooperación dentro de nuestra familia humana constituyen pasos positivos en el camino de la reconciliación, la justicia y la libertad. Me gustaría que todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta gran Nación apoyaran las iniciativas de la comunidad internacional para proteger a los más vulnerables de nuestro mundo y para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo, para que nuestros hermanos y hermanas en todas partes gocen de la bendición de la paz y la prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos.

Señor Presidente, una vez más, le agradezco su acogida, y tengo puestas grandes esperanzas en estos días en su País. ¡Que Dios bendiga a América!