En la bellísima localidad segoviana de Pedraza, y en pleno siglo XXI, una vaca pare un niño. Las fuerzas vivas del pueblo, como el alcalde, la veterinaria, el guardia civil y el cura, entre otros, se movilizan para desentrañar el misterio, en el que, ya desde una primera escena sin tregua, intuimos que van a ser de la partida las 30 monedas de plata por la que Judas entregó a Jesús.
Álex de la Iglesia vuelve por sus fueros y nos propone una serie de terror satánico, con pinceladas de costumbrismo surrealista, en una batidora de vísceras no apta para los que no sean forofos de la casquería.
De una factura técnica impecable, con un plantel de actores en estado de gracia (inconmensurables Eduard Fernández, en el papel del padre Vergara, y la posesa Carmen Machi), la serie es todo un pasaje del terror, una montaña rusa de emociones, trufada de las influencias heterodoxas de De la Iglesia, y que nos llevan sin descanso desde El Día de la Bestia hasta El exorcista, pasando por Twin Peaks o Amanece que no es poco.
Reconozco que, no siendo fan del terror en general, me resulta muy difícil pasarlo bien y mal al mismo tiempo, que es de lo que se trata. Lo paso simplemente mal y me cuesta rescatar algo de luz al final de un túnel tan apocalíptico, en el peor sentido de la palabra. Es loable, no obstante, en ese universo tan peculiar del director, la propuesta de sacar todos los demonios fuera, de recordarnos —aunque sea de forma tan extravagante— que el Mal existe y que conviene contar con él, y que esta batalla que es la vida no es al fin sino la batalla del Amor, en la que —parafraseando el texto de san Pablo— hay que tratar de vencer al mal con el bien. Ya habrán intuido, sin embargo, que esto no tiene mucho que ver con edulcorados finales felices y que, más bien, se nos va a invitar a coger al demonio por los cuernos y a pagarle con la misma moneda.