«Me descubrió un Dios que te atrae y te entusiasma» - Alfa y Omega

«Me descubrió un Dios que te atrae y te entusiasma»

Carlos Osoro llegó a su primer destino pastoral en Torrelavega con una idea clara: anunciar a Cristo a los jóvenes y conducirlos hasta Él. Para eso, remodeló un local aledaño a la parroquia, donde antaño anidaban los pájaros, y lo abrió a todos los jóvenes de la localidad (no sólo a los de catequesis). Con ellos vivió Pascuas juveniles, retiros, campamentos, campos de trabajo, un coro… Así nació La Pajarera, un grupo del que, además de adultos comprometidos en diferentes ámbitos de la sociedad civil, surgieron vocaciones como la del sacerdote Ángel Antonio Murga, Gelo, que hoy acoge a personas sin recursos

José Antonio Méndez
Gelo, el primero de la foto, con un grupo de seminaristas y el rector Osoro, en 1989

Tras la cena de Nochebuena, la mayor parte de familias de Torrelavega, en Cantabria, se quedaba en casa compartiendo charlas y villancicos. De ahí que, cuando los muchachos de la cuadrilla de Ángel Antonio Murga -a quien ya entonces llamaban con el sobrenombre de Gelo, al que sigue respondiendo- salieron a dar una vuelta en la noche del 24 de diciembre de 1973, vieron las calles desiertas. Quizás sería por el contraste con la quietud general que les llamó la atención el que, al pasar delante de la parroquia de La Asunción, «vimos mucho ambiente y bastantes jóvenes. Y nos dijimos: Vamos a entrar, a ver que hay». Lo que encontraron fue una celebración de la Misa de gallo, que iba a cambiar su vida para siempre. «Me encantó la alegría que vi en aquella Misa, sobre todo a través de los cantos y de la liturgia. Había un sacerdote joven que organizaba el grupo de jóvenes y el coro, y me entusiasmó cómo lo hacía». Aquel sacerdote, del que desconocía el nombre, era Carlos Osoro, que acababa de ser ordenado, aterrizaba en La Asunción como primer destino pastoral, y vivía, como director, en La casa de los muchachos, junto a 18 chicos acogidos por sus problemas familiares.

Un par de meses después, «un amigo de la cuadrilla me invitó a una Pascua juvenil, que había organizado don Carlos. Terminamos por apuntarnos toda la cuadrilla, y lo que allí viví me marcó profundamente. Yo iba a otra parroquia, pero él me ayudó a descubrir una Iglesia nueva, viva, entusiasmante. Abría un camino esperanzador, con mucha creatividad. Se notaba que creía, vivía y nos transmitía una fe viva e ilusionante, con una alegría grande y unas formas novedosas. Me mostró una Iglesia alegre, llena de esperanza contagiosa; y un Dios que te atrae y te entusiasma».

Gelo, durante su conversación con 'Alfa y Omega', en Solares, cerca de La Canal
Gelo, durante su conversación con Alfa y Omega, en Solares, cerca de La Canal

Una Pajarera abierta al cielo

Tanto le impactó aquella Pascua, que Gelo, como otros chicos de Torrelavega, se apuntó a la parroquia y empezó a frecuentar La Pajarera, un grupo juvenil que había nacido por iniciativa de don Carlos, pues había sido el sacerdote quien se había empeñado en remodelar un viejo local en desuso, aledaño al templo y lleno de pájaros, con el objetivo de abrirlo por las tardes para que los muchachos de la localidad tuviesen un lugar donde reunirse. Con ellos organizaba actividades, retiros, encuentros de oración, grupos de reflexión, campamentos, campos de trabajo y Pascuas como aquella de 1974. Pero los momentos más importantes los organizaba en torno a Jesús Eucaristía: «Algunos domingos, celebrábamos la Misa de forma un poco especial: era más participada, nos sentábamos en el suelo, encendíamos velas… Cuando íbamos a Picos de Europa, celebrábamos la Misa en el campo; y en otra ocasión, en la playa, nos dijo: ¿Queréis que celebremos aquí la Eucaristía? La forma ya atraía, porque era algo nuevo. Siempre fue muy creativo para atraer a los jóvenes a la Iglesia para vivir la fe en Jesús».

Para no quedarse en el activismo socio-cultural, «don Carlos daba mucha importancia a los grupos de oración, y eso hizo que un grupo de jóvenes fuésemos conociendo a Jesús de forma más profunda, y quisiéramos vivir como Él. Algunos se fueron con los traperos de Emaús, otros se metieron en grupos de No-violencia, y otros empezamos a vivir en comunidad para acoger a personas con problemas. Luego, otro amigo y yo fuimos al Seminario», donde Gelo encontró su vocación en el sacerdocio.

Allí coincidió de nuevo con don Carlos, que era el Rector. «Aunque tenía muchos cargos, tenía gran capacidad de acogida y escucha, era comprensivo y cariñoso, y creaba muy buen ambiente: le gustaban las bromas y tenía muy buen humor. Celebraba la Eucaristía con muchísima fuerza, y a mí me marcó tremendamente». Hoy, Gelo vive como sacerdote en la pequeña comunidad de La Canal, donde junto a una consagrada y un matrimonio acoge a personas con dificultades, viviendo de la Providencia y «restaurando vidas gracias a la misericordia de Dios». Allí contempla -y transparenta- «el rostro de Dios que descubrí a través de Carlos Osoro: un Dios cercano, un Dios de amor, un Dios que te atrae. Don Carlos nos ayudó a entrar en el encuentro con Jesús de tal manera que salías diferente: Jesús pasaba por ti, y él te ayudaba a vivirlo de forma entusiasmante. La mejor forma de evangelizar es ser Evangelio. Y él lo es».