Santuarios de misericordia - Alfa y Omega

Santuarios de misericordia

Guadalupe acoge el XV Encuentro de Santuarios de España, que cuenta con la presencia de sus rectores y deanes, y coincide con el anuncio del Año de la Misericordia

Alicia Gómez-Monedero
Foto: María Pazos Carretero

Muéstranos a Jesús es el lema del XV Encuentro de Santuarios de España, que se celebra en Guadalupe (Cáceres) del 29 de septiembre al 1 de octubre. El encuentro pretende enseñar «qué aspecto del rostro de Cristo nos muestra cada santuario o basílica», cuenta Eugenio Abad, director del Departamento de Santuarios y Peregrinaciones de la Conferencia Episcopal Española. Rectores y deanes de santuarios de toda España se reúnen estos días para convivir, enriquecerse con las experiencias de cada uno, coordinar la actividad pastoral y potenciarla. «Es una forma de crear lazos entre los santuarios», asegura Abad.

El encuentro se celebra a pocas semanas de la apertura del Año de la Misericordia, que comenzará el 8 de diciembre. El Papa ha decretado que se pueda ganar la indulgencia en santuarios donde se abra una Puerta de la Misericordia. En estas páginas presentamos algunos de ellos. El ambiente de oración y de recogimiento o la piedad popular son elementos que hacen de estos templos lugares privilegiados para el encuentro con Dios.

«Los santuarios son lugares de derroche de gracia por parte de Dios», cuenta Abad. «En la belleza del arte que atrae al turista» se encuentra a Dios aunque no se busque. Los entornos de estos lugares, la dedicación de tantos artistas en ellos, no pueden dejar indiferente a nadie y es inevitable preguntarse «¿por qué lo habrán hecho?», como ocurre con la basílica del Pilar, porque, según dice Manuel Almor, deán de la basílica, «en el arte se puede percibir la huella de Dios».

Covadonga

«Una mañana, temprano, me dirigí a la Santa Cueva para celebrar Misa y vi que había una chica joven con una señora, que era su madre, y un bebé. La joven se acercó a mí y me dijo que venía a enseñar a su niño a la Virgen», cuenta Juan José Tuñón, rector del santuario de Nuestra Señora de Covadonga. «Cuando me quedé embarazada –prosiguió la joven– me aconsejaron que abortase. Desde entonces yo estuve viniendo todos los meses un día a la semana a ver a la Virgen y hoy vengo a enseñarle a mi hijo, que es precioso». Y es que en Covadonga «se viven testimonios muy fuertes», explica Juan José. Entre las gracias que concede la Santina, una muy destacada, según el rector, es la reconciliación: «hay peregrinos o visitantes que llevan años sin confesarse y cuando llegan aquí, lo hacen».

Guadalupe

Foto: María Pazos Carretero

«Cuando Cervantes vino como un peregrino más, después de su liberación en Argel, cuenta en sus escritos que tanto los hierros de los que fueron esclavos como la mortaja de los resucitados adornaban la basílica de Nuestra Señora de Covadonga». Habla Fray Antonio Arévalo, rector de la basílica. Y es que a la Virgen de Covadonga se le atribuyen milagros tales como grandes curaciones. «En una ocasión, vinieron unas hijas de la Caridad, familiares de una adolescente que sufría una rara enfermedad que no la permitía andar», relata el fraile. «Con una foto de la joven que llevaba en el móvil una de las religiosas, invocamos la protección de la Virgen. Tiempo después, la chica vino andado por sí misma al santuario para dar gracias a Nuestra Señora».

Aránzazu

Foto: María Pazos Carretero

Si algo tiene de peculiar el santuario de Nuestra Señora de Aránzazu es que la dama en cuestión está sentada sobre una rama de espino, «que es el espíritu del dolor y del sufrimiento con el que se identifican muchos peregrinos», cuenta el rector, Iñaki Beristain. «Este símbolo tiene mucha importancia, mucha gente viene a pedir y a agradecer la intercesión de la Virgen». El santuario es también un lugar donde durante tres días personas discapacitadas, presos o personas que viven en la calle conviven allí y salen de su rutina diaria. «Es un tiempo de libertad, de encuentro, de divertirse, y una manera de acercar el rostro de Dios a los hombres».

Montserrat

Foto: Photospin.com/Boris Breytman

Si bien se dice que lo que haga tu mano izquierda no lo sepa tu derecha y la Virgen de Montserrat «cumple este precepto», son muchos los peregrinos que, después de haber recibido gracias de Nuestra Señora «lo manifiestan dejando constancia de ello en el libro del peregrino», dice Joan María Mayol, rector de la abadía de Montserrat. «También se lo dicen personalmente a algún miembro de la comunidad o lo confían en el sacramento del perdón», cuenta. El santuario es una «antena permanente de salvación», como dijo san Juan Pablo II en su visita al lugar. Los peregrinos que se acercan hasta allí saben «que la Madre les escucha a través de su mirada serena y misericordiosa y de la acogida de los monjes».

El Pilar

Foto: Prensa jesuitas

«Entres a la hora que entres, siempre hay alguien rezando». El Pilar de Zaragoza no es solo un monumento emblemático con gran riqueza cultural. Su deán, Manuel Almor, asegura que esa oración constante es el mayor testimonio de la basílica. La historia cuenta que la iglesia de Santa María, como era conocida en tiempos de la invasión musulmana, se respetó y no fue destruida ni atacada «seguramente por la gran afluencia de fieles que movía». En aquel momento era un templo pequeño. La basílica es «fruto del esfuerzo, de la aportación, del interés de generaciones y generaciones que han puesto lo mejor para construir el santuario. Eso puede generar que un turista se pregunte: esta gente ¿porque lo habrá hecho? En el arte se puede percibir la huella de Dios».

Medinaceli

Foto: María Pazos Carretero

Si hay una característica que destacar de la basílica de Jesús de Medinaceli es «que siempre hay silencio, un silencio que impresiona», cuenta José María Fonseca, rector del lugar. «El ruido diario va amortiguando muchas de nuestras inquietudes y cuando uno entra en un santuario se encuentra un lugar de paz, lo que lleva a los turistas a cuestionarse qué puede significar ese silencio». El Cristo de Medinaceli es una imagen viajera pues pasó mucho tiempo en Marruecos, donde fue maltratada por los musulmanes hasta que los trinitarios la rescataron para llevarla a Madrid. La imagen manifiesta la precariedad y la pobreza del ser humano. Así, «se hace más cercana porque todos llevamos un poquito de esa precariedad, lo que facilita el diálogo personal que lleva cada quien con Dios».