¡Le esperamos con los brazos abiertos! - Alfa y Omega

¡Le esperamos con los brazos abiertos!

«Estimado don Carlos: nos ha dicho usted que nos necesita a los sacerdotes, a los seminaristas, a los laicos, a los inmigrantes, a los jóvenes… A todos. Y nosotros le necesitamos también a usted. ¿Cómo dar la bienvenida a quien nos dice que hacer perceptible la maternidad fructífera de la Iglesia será mi pasión

Manuel María Bru Alonso
Don Carlos saluda al pueblo cristiano de Valencia, saliendo de la catedral tras su toma de posesión, el 18 de abril de 2009

Estimado don Carlos: no necesita que le cuente cómo es esta archidiócesis, que usted bien conoce, y menos que le muestre el elenco estadístico de sus muchos logros pastorales, de los que tenemos que dar muchas gracias a Dios, y también a todos y cada uno de los arzobispos de Madrid que le han precedido, porque cada uno puso todo lo que pudo para que la Iglesia que peregrina en Madrid sea de las más consistentes, vigorosas y participativas de Europa. Además, sé que a usted el marketing no le va mucho, y que prefiere conocer antes el debe que el haber, porque «la caridad de Cristo nos urge» (2 Cor 5, 14).

Nos ha dicho que nos necesita a los sacerdotes (a todos), a los seminaristas (preocupación y ocupación capital en su vida), a los laicos (evangelizadores de primera línea), a los inmigrantes (que para la Iglesia no son extranjeros), a los jóvenes (con quienes promover la cultura del encuentro), a todos. Y nosotros le necesitamos también a usted. Todos, pero algunos muy especialmente, como son, por ejemplo, los religiosos (y que usted dice que tanto enriquecen su ministerio episcopal), y que parecerían clamar mayor acogida, reconocimiento, aliento y promoción. Y es que el testimonio y la fidelidad de los religiosos, desde los contemplativos a los educadores o misioneros, es aún poco conocido y valorado por el resto de las instituciones y comunidades diocesanas.

Preguntando a unos y a otros, también me dicen que le recuerde algunos ámbitos de la misión pastoral de la Iglesia que, en una gran diócesis como ésta, con tantas prioridades disputadas, corren el riesgo de quedar relegados al olvido porque su demanda es menor que en otras grandes capitales europeas, y que, por tanto, también podrían ser despertadas, como son la tensión y animación ecuménica, la promoción vocacional y el desarrollo ministerial del diaconado permanente, o una valiente pastoral del mundo del trabajo, para una metrópolis que sufre, en primera línea, el drama del paro y de la precariedad laboral, de los que usted ya nos mostró su especial interés en su Carta del 28 de agosto.

Ésta es su casa, don Carlos, una casa grande y compleja. No queremos engañarle, también con sus limitaciones y defectos, con muchos desafíos abiertos, y también con algunas heridas cuarteadas. Quedan por abrir algunas ventanas para que entre luz y aire fresco que nos despierte del sueño del cansancio de la fe con el que Benedicto XVI describía, no hace muchos años, a la Iglesia de la vieja Europa.

Una nueva etapa

Usted, don Carlos, inaugura evidentemente una nueva etapa en la andadura de esta Iglesia que peregrina en Madrid, y como el amanecer de cada día, cada etapa requiere de un nuevo despertar en su comunión y en su misión. Y es un gran consuelo saber que usted no nos va a dejar dormirnos en los laureles y no nos va a dejar cerrar los ojos ante este Madrid al que estamos llamados a servir el mensaje del Evangelio que, como usted dice, «es claro, diáfano, contundente, firme, esperanzador, realista… y cambia el corazón».

Ésta es su casa. Y como todas las casas, de vez en cuando necesitan un lavado de cara: arreglar las tuberías, renovar la instalación eléctrica, pintarla, y tirar algunos muebles viejos. Y en esta casa tan grande también hay conductos de comunicación que no funcionan, luces que no lucen, habitaciones que limpiar y rutinas que reciclar. Y estamos nosotros, los miembros de una gran familia, a quienes despertar y zarandear para que la Iglesia que peregrina en Madrid sea aún más una Iglesia en salida, como la quiere el Espíritu Santo y nos recuerda el Papa Francisco. Por cierto, don Carlos, hay otra imagen de la Iglesia del Papa Francisco que, en esta bienvenida, viene bien evocar: también esta diócesis es como un hospital de campaña en medio de las ciudades y pueblos de Madrid en que se entablan todos los días pequeñas y grandes batallas. No se olvide de ser médico de las almas, que también aquí, detrás las grandes torres y negocios, e incluso detrás de las espléndidas estadísticas eclesiales, hay muchas heridas abiertas. ¡Bienvenido, don Carlos, le esperamos con los brazos abiertos!